La crisis
financiera ha vuelto a contraponer el desarrollo económico y el sostenimiento
ambiental como objetivos contradictorios. Lo que los
ministros de economía repiten permanentemente es el de asegurarnos que
cualquier medida que se tome, ya sea para disminuir la emisión de gases o la
protección del ambiente, no debe interferir con el desafío económico que hoy
enfrentamos. Y en apoyo de sus posiciones encuentran una ayuda ideológica inesperada
en el escepticismo ambientalista.
Este es un
escepticismo que duda de la importancia
que se le ha dado a los peligros que los problemas ambientales le plantean a las próximas generaciones y esta
duda genera un nuevo tipo de movimiento anti-ambiental,
diferente al que encontramos en las corrientes políticas derechistas, al basar
su posición en un análisis supuestamente independiente de prejuicios ideológicos. Pero, como Peter
Jacques hace notar… ¿Es esta duda, en realidad, una duda acerca de los datos científicos o es una duda acerca de las
decisiones políticas? Si es esto ultimo habría que decir que su importancia se
encuentra, no en el desafío epistemológico que puede presentar, de la cuestión
de si la argumentación científica es suficientemente sólida o no, sino en la receptividad que hoy encuentra en ciertas
elites mundiales que poseen mucho más influencia que la que
tiene la simple representación científica
de las condiciones ambientales.
Desde 1990
la literatura escéptica ha producido mas de cincuenta libros que han
provocado un enorme interés en los sectores anti ambientalistas. Su proyecto no
es suspender el juicio hasta que haya una mayor evidencia para hablar de las
consecuencias catastróficas de la acción humana, como podría creerse, sino que
proclaman la fe en los beneficios
de la capacidad industrial y la agro química y rechazan los problemas
ambientales que amenazan el
sostenimiento de la sociedad humana moderna, porque la investigación ecológica ha sido politizada y ya no se puede confiar en
ella.
Para escépticos
como Ronald Bailey los ecologistas milenarios cansados de esperar la furia de
Dios o el fuego termonuclear ahora esperan la “crisis ecológica global” que
amenaza a la humanidad y a toda la vida
terrestre. Estos abusadores apocalípticos, dice, asustan a la gente con
escenarios devastadores e imágenes de hordas humanas hambrientas, plagas
genéticamente modificadas y la extinción de los recursos naturales. La “ciencia
chatarra”, según Steven Milloy, ha sido usada para avanzar la agenda de la
izquierda política que, a la larga, disminuirá el progreso económico, el
bienestar general y la eficacia del libre mercado. Peter Huber argumenta que
los humanos no tenemos obligación moral hacia la naturaleza no humana, porque
la humanidad tiene la habilidad de dominarla
y controlarla en la forma en que la doctrina judeo cristiana nos dice
hacerlo. Mientras mas efectivamente dominemos la naturaleza en mejores
condiciones estará nuestra especie. La
modernidad ha traído a la humanidad el
progreso y afluencia comparada con la
miseria de las etapas que la precedieron. Los estudios ambientales modernos son
antitéticos a la noción de progreso y si han tenido influencia es solo porque
son manipulados por una elite ecologista que tiene el favor de la prensa y la
cultura popular.
Los análisis
sociológicos indican que la interpretación escéptica se basa en un conjunto de
valores ideológicos relativamente limitados provenientes del movimiento
conservador contra ambientalista. Diferencias éticas subyacentes o no
completamente exploradas determinan como alguien interpreta datos y formula orientaciones programáticas.
Este es el caso, tanto para los científicos ambientalistas como para los
escépticos como Bjørn Lomborg's (“The
Skeptical Environmentalist”) y sus seguidores. Una ética antropocéntrica
explica los juicios de Lomberg, por
ejemplo, en tanto que los argumentos de los ambientalistas pueden explicarse a
partir de una posición ecocentrica. Lomborg y la mayoría de los economistas
sostienen que porque solo los humanos tienen sentido moral controlar el
ambiente con el propósito de incrementar
el bienestar de nuestra especie es moralmente justo. Es esta posición moral la que separa a Lomborg
y los ambientalistas. Es este profundo antropocentrismo el que sostiene la
creencia de que la humanidad es independiente de la naturaleza no humana y esta exenta de influencias,
constreñimientos y principios ecológicos. Esta ética es, mayormente, la que explica la gran hostilidad de los
grupos anti ambientalista, porque la defensa de la naturaleza crea obstáculos
al desarrollo humano. Necesitamos energía,
cada vez mas, y sabemos como obtenerla mucho mejor que las plantas. No
necesitamos la vegetación de la selva para producir medicinas. Mas
frecuentemente, las necesitamos para protegernos de las fuerzas ciegas que, por
azahar, emergen de ella. Ni tampoco necesitamos otras formas de vida para
mantener el balance de gases saludables en la atmósfera o la temperatura climática.
La humanidad puede sobrevivir bastante bien en un planeta cubierto de concreto y
computadoras.
Es este profundo antropocentrismo
el que funciona como ultimo fundamento para juzgar la legitimidad del
conocimiento. Dentro del marco escéptico cualquier conocimiento que afirme la
inter dependencia con la naturaleza y vea a la especie humana como un ser
ecológico, no es valido. El principio
organizador de la ecología se considerado falso desde la partida. Hablar
de ciudadanía ecológica, racionalmente no tiene sentido. Únicamente las
necesidades y deseos de la humanidad
representan la clave de nuestra evaluación del estado del mundo. Esto no
significa, dice Lomborg, que las plantas y animales no tengan derechos, pero el
foco debe estar siempre en la evaluación humana. No tenemos otra opción. Somos
los humanos los que elegimos que parte de la vida terrestre cuenta y que parte
no.
Este rechazo a
reconocer derechos a la naturaleza no humana no surge de la dificultad en
designarlos, sino en las profundas
implicaciones cívicas y éticas que el reconocimiento de pertenecer a una
comunidad de vida terrestre mas basta,
acarrearía. Son los valores antropocéntricos lo que le permite al escéptico ambientalista ver al
capitalismo moderno como una experiencia de éxito fantástica que se refleja en
la mayoría de los indicadores que muestran que las condiciones humanas han
mejorado inmensamente, comparadas con las etapas previas. Por supuesto, ellos
reconocen que hay problemas en los cuales necesitamos trabajar, pero el
mejoramiento continuara en tanto la economía crezca.
Si el escepticismo
ambientalista es parte de un movimiento político… ¿cual es su propósito? ¿Por
qué ignorar o negar la gravedad de la perdida de la diversidad biológica o el
calentamiento global? ¿En beneficio de que o de quien? La respuesta estándar es
la ganancia a corto plazo o la aprobación de leyes favorables a la industria.
Sin embargo, lo que esta en juego… es
mucho mas que esto. Inevitablemente la lucha por la mantención y renovación de
los recursos naturales es una amenaza al paradigma social dominante, a los
valores comunes, a las creencias y a la
sabiduría compartida acerca del ambiente físico y social. Es la amenaza a la
legitimidad de la política mundial heredera del iluminismo liberal
mercantilista. Estos valores comunes son importantes, porque aunque no haya
adherencia total a ellos, de todas maneras guían e institucionalizan la acción individual y
social (empresa privada, crecimiento económico, libre mercado, rechazo a la planificación económica,
disminución de las obligaciones del Estado en el bienestar social y fe en un
futuro de abundancia gracias a la tecnología). Los economistas creen que no hay
problemas con la expansión indefinida de la economía. En verdad, la expansión
indefinida es el gol de la economía, por lo que no es de sorprender que vean
con escepticismo las predicciones de la ciencia física. La historia, afirman,
ha mostrado una y otra vez que la tecnología es una parte tan importante del capital que puede resolver
toda la variedad de problemas que los límites naturales le plantean al
desarrollo del crecimiento continuo.
Esta es una de las razones de que la autentica
lucha ecológica, de una u otra manera, tiene que incluir las instituciones
modernas del sistema estatal y el capitalismo mundial. Un paradigma alternativo
que vea a la humanidad como un miembro
de la comunidad terrestre, un miembro de la naturaleza en sentido global con derechos y obligaciones, desafía el marco moderno de la economía
capitalista contemporánea que reproduce un sistema ecológicamente mal adaptado.
El escepticismo ecológico, segun Lomborg proporciona un discurso que concibe las
relaciones entre la naturaleza y la especie humana en términos mecánicos y
administrativos con vista a la explotación económica. Si la contradicción entre
los intereses industriales y el sostenimiento ecológico continua llamando la
atención y, aunque fragmentariamente, operando como un discurso contra hegemónico, entonces, el
escepticismo ambientalista surge para resistir el movimiento ecológico. Este
escepticismo no es solo el intento de mantener la ganancia económica, sino la
reacción en contra de una inminente revolución cognitiva y cultural que puede
cambiar la forma en que el poder material se concentra y acumula. Representa,
ademas de la defensa comercial, la
defensa de la estructura misma del orden mundial que permite la sobrevivencia de la industria
tal como la conocemos. El escepticismo ambientalista reclama haber refutado el
mito del movimiento ecologico y la ciencia ambiental. Su proyecto, afirman, se genera exclusivamente a
partir de un sentido de objetividad y neutralidad axiológica. El problema con
este reclamo es que el análisis de la literatura muestra que este se formula
desde una ideología conservadora apoyado por un movimiento corporativo (la
industria petrolera, principalmente) contra ecologico. Su intento es subvertir la interrogación reflexiva y la resistencia contra
hegemónica que ella contiene. No necesitan ganar el debate acerca del estado
del mundo para mantener el poder y dominio. Solo necesitan establecer
suficientes dudas acerca de los informes científicos para motivar dudas en la
comunidad en general. ¿Y no es esto lo que en el fondo de nosotros mismos
queremos escuchar… el dulce canto que nos devuelva la seguridad y el poder
contenidos en la ilusión de la modernidad? ¿Poder seguir disfrutando de la buena vida sin
consecuencias? ¿Perdernos en la contemplación extasiada de nuestro narcisismo?
Hoy estamos
entrando a una etapa histórica global en donde estos problemas tendrán que ser
resueltos, de una manera u otra, dentro de esta centuria. El escepticismo
ambientalista quiere posponer este cambio y el mensaje ha sido gratamente recibido por las elites mundiales
que son parte del orden dominante del mundo…“Las cosas con el tiempo mejoran cada vez más y más”.
Nieves y Miro Fuenzalida.
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