Si mezclamos un guerrero con un budista
meditando en la posición del loto, lo que obtenemos es un bombardero
suicida bodhisattva (santo) en una misión compasiva. Los palestinos no fueron
los primeros en emplear bombarderos suicidas y su emergencia tampoco la
encontramos originalmente en el reino islámico, sino en el budismo,
particularmente en la inflexión japonesa del Zen. El camino del guerrero es un
sendero oscuro y pervertido que transforma al monje en un santo y al santo en
un arma. Esta mutación funciona a través de una extrema inversión lógica
operando en la paradoja del bodhisattva, el ser de infinita compasión.
Como encarnación de la imposibilidad, el
bodhisattva es un ser absurdo cogido en medio de la paradoja. El impase consiste en el hecho de que un
bodhisattva, al alcanzar el Nirvana, debe rechazarlo y en nombre de la compasión
infinita y el bien común, retornar al reino de la ilusión con el fin de ayudar
a todos los seres sensibles a escapar del sufrimiento. Ser bodhisattva es ser abnegado sin traza de egoísmo. Entrar al Nirvana solo es un acto de egoísmo.
Por tanto, si uno carece de egoísmo uno nunca debería entrar al Nirvana, ya que
esa seria un acto egoísta. Al posponer la entrada al Nirvana, el
bodhisattva aparece como realizando un acto de sacrificio supremo para salvar a
la humanidad. Pero este gesto sacrificial es falso. El acto se realiza en honor del deber... porque
es bueno... porque debo. El retorno del
bodhisattva es una bondad auto-reflexiva que solo puede ser sostenida por
el sufrimiento de otros. En otras
palabras, el bodhisattva solo puede existir únicamente en tanto que hay
sufrimiento. Solo podemos concluir que
nadie puede alcanzar Nirvana porque
nosotros no somos bodhisattvas y el bodhisattva no puede alcanzar Nirvana, justamente, porque el o ella es un
bodhisattva. El gesto mismo de dejar al egoísmo
atrás, al retornar al mundo del sufrimiento, lo transforma en un ser egoísta...
la posición paradójica del bodhisattva, llevada al limite, obliga a uno a encarar la posibilidad de que la
ultima fuente del mal es la compasión misma.
El sabio taoista, por otro lado, se enfrenta con una elección mucho más
simple... o permanece en el reino de las falsas dualidades…o sigue el Tao. El sabio taoista no esta impedido de
retirarse inmediatamente del mundo. El
bodhisattva no puede hacerlo y esta forzado a elegir el mundo de la ilusión...!eso
es todo! Esta elección se despliega con
el advenimiento del Budismo Mahayana y su búsqueda de la liberación radical en
nombre del vacío absoluto. Nagarjuna
procede creando absurdidades a partir de la doctrina budista. Con el repliegue del Samsara en el Nirvana y
la invocación de un monismo inmanentista radical, la tradición Madhyamaka
transforma la cuestión de la liberación en un problema social que enfatiza la liberación
de las masas. Una táctica y posición
que varias centurias mas tarde recogerá Marx y varios movimientos
avant - garde, tales como el dada, el surrealismo y los situacionistas,
entre otros.
El comando ético del corazón budista, el voto
bodhisattva, funciona paradójicamente como el hoyo de la polilla al transformar
el camino de la compasión en el arte de la guerra. El bodhisattva, al re-encontrar al mundo
fenomenal, repite el gesto original del mal.
Una de las visiones absurdas de esta logica nomadica es que la religión
de la paz fácilmente puede mutar en una maquina de guerra... El guerrero Zen y
la logica del kamikaze nacen de la compasión... las semillas del Mal florecen a
través de la bondad excesiva.
Brian Victoria, un monje de la secta Soto,
argumenta que el Zen japonés apoyo la maquina de guerra imperial desde los
finales del 1800 hasta la segunda guerra mundial. La rápida industrialización y militarización
de Japón fue alimentada por una ética de sacrificio y disciplina que se
extiende en el pasado hasta el periodo Kamasura (1192-1333). Bushido, el camino del guerrero, es el código
de conducta de la clase samurai en Japón.
Enfatiza lealtad, deber familiar, bravura, honor, disciplina y ritos
suicidas como la alternativa obligada al deshonor y la derrota. La palabra "samurai", traducida
literalmente, significa asistente o sirviente.
Un samurai era un guerrero estoico y un perfecto caballero cuyo propósito
en la vida era servir a su maestro. El
guerrero samurai era estrenado en las Artes Marciales, el ejercicio de la
espada, Ken-Jutsu (el arte de usar la espada tan pronto como es sacada de la
vaina) y la meditación, la que le daba una mayor concentración, espíritu in
dominable y voluntad de poder. El
sacerdocio budista se transformo en una extensión del gobierno feudal japonés
durante el periodo de Tokugawa (1603-1867), en la misma forma en que Bushido
fue influido por el Zen y el Confusionismo.
En la mitad del siglo XIX, llego a ser la base del entrenamiento ético
de la sociedad japonesa en su totalidad, con el emperador reemplazando al
maestro feudal como el objeto de lealtad y sacrificio.
Todo es una sola esencia. La guerra y la paz son idénticas. Shaku Soen (1859-1919), profesor de D.T.
Suzuki, el primer maestro Zen que visito América, fue uno de los primeros
en abrazar la guerra como un entrenamiento Zen.
D.T. Susuki afirmaba que es la espada la que mata...es el enemigo que
aparece y se transforma en victima. El
guerrero es simplemente un observador pasivo... total y completamente carente
de ego, inmerso en lo Uno. Estamos absorbidos
en el momento de tal manera que ya no podemos decir que hay una separación
entre el acto y el actor... hemos llegado a ser Uno con el Momento... completamente
presente e idéntico con el acto. La oposición
entre la reflexibilidad cuotidiana de nuestros deseos y la actitud iluminada
reside precisamente en el hecho de que nuestra conciencia egoica nos aliena de
nuestra existencia inmediata. El guerrero
Zen se compromete a la búsqueda de un
estado non-dual donde la disciplina absoluta coincide con la espontaneidad
total. El Zen le enseña al guerrero a
encarar la adversidad y la muerte sin vacilación... sin ni siquiera pestañear.
Al guerrero Zen se le enseña a actuar sin pensar. La emergencia de la si mismidad es,
entonces, idéntica con la creación de una grieta.
La línea de razonamiento que torna al Zen en el
camino de la espada ordena al guerrero a matar en nombre del amor extremo... para
salvar a la humanidad y prevenir el sufrimiento. El militarismo Zen justifica
el asesinato invocando la fuerza de la compasión. El saber budista básico, de que uno obtiene liberación
al extinguir al yo, cuando se liga con el código bushido crea la
subjetividad del guerrero... el bombardero suicida bodhisattva. El terreno ya estaba preparado cuando el
vice-almirante Orishi Takijiro propuso transformar los aeroplanos en misiles
humanos. Durante la batalla del Golfo
de Leyte en Octubre 1944, los pilotos
japoneses volaron sus aviones directamente hacia las naves americanas. El "viento divino" de los
kamikaze... desata el tifón de la Guerra Sagrada moderna.
Ariel Fuenzalida.
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