El súper héroe ha acompañado al ser humano desde tiempos inmemoriales y difícilmente podríamos encontrar una cultura en donde no exista de una u otra manera. Lo encontramos en la Biblia, en las batallas de Gilgamesh, la Iliada y la Odisea, en el panteón de los dioses griegos y en las leyendas de las culturas indígenas. Tiene poderes tremendamente superiores al resto de los pobres mortales como nosotros y lucha por el bien en contra del mal sin que le asalte la menor duda de que es lo que separa a uno del otro. Es de toda esta tradición histórica de donde la leyenda del súper héroe de la cultura popular norteamericana hoy día se alimenta. Uno podría preguntarse ¿Porque necesitamos la fantasía del héroe en el menú de la cultura popular? ¿Que es lo que estas fantasías llenan? ¿Que función social sirven? ¿Esta el súper héroe en nosotros o nosotros en el súper héroe?
Cuando leemos una novela, un cuento o una biografía los personajes, al igual que nosotros, cambian y envejecen a través del relato. Se podría decir que una buena historia es una historia en la que los caracteres entran consigo mismos o con otros en conflictos físicos, síquicos, morales o políticos y es la experiencia de estos conflictos la que los hace crecer y cambiar. Lo que nos atrae en la lectura es ver como los diferentes eventos que los personajes confrontan los van transformando. Al final de la novela nuestra relacion con ellos, para nuestra decepción, concluye. Es imposible evitar las consecuencias mortales del paso del tiempo. Todo tiene su fin. Excepto, el súper héroe. Para el los cambios son increíblemente lentos o, simplemente, no existentes, afortunadamente para nosotros, porque demasiados sueños y ganancias dependen de que el no cambie. Nuestra relacion con el no tiene fin y puede repetirse indefinidamente. En ella encontramos una cierta permanencia y predictibilidad en un mundo en donde nada escapa a la decadencia y muerte. El súper héroe trasciende al actor, al escritor y a los admiradores que lo siguen. Logramos inmortalidad a través de el.
Los antecesores inmediatos de Superman, el Hombre Araña, Gatubela, la Mujer Maravilla o Batman los podemos reconocer fácilmente en Pimpinela Escarlata, Búfalo Bill, Tarzan, el Jinete Solitario o el Zorro. En 1938 Superman aparece en “Action Comic #1”, seguido por Batman en “Detective Comic” en 1939 para luego conquistar la radio, el cine, la televisión y, recientemente, el teatro en donde han conservado hasta hoy una tremenda popularidad ¿Hay alguno de nosotros, los que vivimos bajo la influencia de la cultura occidental, que haya escapado durante la niñez o los primeros años de la adolescencia a su seducción? Nuestros padres hablaban de ellos. Hoy cautiva a nuestro nieto. El Súper Héroe, con sus mil rostros, ha crecido en nuestra conciencia colectiva por mas de cuatro generaciones hasta tal punto que ya no importa mucho de donde viene o como se origino.
¿Por qué alguien quisiera identificarse con una figura producida por la maquinaria de la industria cultural? La cultura popular esta llena de historias y mitos con los que la gente establece una relacion familiar y, en algún sentido, cada uno transmite un mensaje, una ideología, una propaganda. Si la ficción refleja o modela los valores de una sociedad es bien difícil de responder. Lo que si pareciera claro es que nadie pagaría para leer o ver estas ficciones si ellas no alimentaran la psiquis. Superman puede venir de otro planeta, pero también viene de dentro de nosotros mismos. Lo que nos inspira o asusta no es tanto el o los poderes increíbles que el posee, sino la forma en que el representa nuestros temores, necesidades o actitudes.
Una parte importante del mito del súper héroe de la cultura popular norteamericana del siglo XX, dice D. Fingeroth editor de “Marvel Comic”, han sido el secreto de su identidad, en su mayoría protegida por la mascara, y la condición de orfandad que en su versión de extrema idealización satisfacen lo que actualmente buscamos en el mito del súper héroe.
La mayoría de nosotros quiere que se nos de crédito por nuestras acciones o creaciones. Con orgullo decimos “yo hice esto”. No el súper héroe de las revistas de dibujos. El quiere mantener su acción pura y su identidad oculta. Superman, en la vida diaria, es Clark Kent, Batman es Bruce Wayne y el Hombre Araña es Peter Parker… ¿Por qué esta fantasía de la doble identidad ejerce tanta atracción? ¿Es porque nos permite creer que en el fondo nosotros somos más de lo que parecemos? La identidad secreta, según Fingeroth, es donde nuestras fantasías y ambiciones fermentan y no hallamos el momento en que nuestro verdadero ser sea revelado para admiración de todos. En opinión de Gary Ingle la identidad secreta de estos súper héroes populares esta profundamente enraizada en la experiencia de Norteamérica, en donde todos son inmigrantes, excepto los indígenas. El origen inmigrante esta en el corazón mismo de Superman. El venir de otro planeta es el equivalente a venir de otro país. Su historia resuena en el niño que en casa habla el lenguaje de sus padres y afuera adopta la identidad de la mayoría en su intento de mezclarse en ella para ser uno más. La identidad del viejo país significa aislamiento, pobreza y estatus de segunda clase. Y a un nivel más general ¿no nos sentimos extranjeros cuando nos aventuramos solos por primera vez fuera de nuestra casa en ese primer día de clases? Clark Kent es el modelo de la visibilidad invisible, un tipo tan común y ordinario que fácilmente desaparece en la multitud.
Pero Superman no es solo un inmigrante. Es un inmigrante huérfano y el desafío ineludible que la orfandad le presenta es el de inventar su historia en ausencia de sus raíces lo que le ofrece posibilidades infinitas no limitadas por la tradición familiar o étnica. Como Moisés, Jesús o los personajes de la fantasía de los cuentos clásicos de hadas, que la industria comercial ha aprovechado con bastante sagacidad, el infante juega con la seductiva posibilidad de que sus padres no son realmente sus padres y que por algún trágico error el fue cambiado al nacer. En la vida real la orfandad es un trauma devastador. Pero, en el mundo mítico de Superman, Batman o el Hombre Araña podemos alimentar la fantasía que nos permite ser victimas y protectores al mismo tiempo. El poder de la orfandad libera el potencial del niño para crearse a si mismo como sobreviviente y triunfador.
Los que vivimos en una sociedad de masas sentimos la necesidad de sobresalir y la de ser parte. Ser únicos y, al mismo tiempo, ser aceptados. Queremos correr hacia afuera mientras corremos hacia adentro, ese lugar donde todos son como nosotros y todos nos conocen. La familia, paradójicamente, es ese centro del cual queremos escapar y del que, también, queremos aferrarnos. La situación de abandono y libertad que el súper héroe articula en los innumerables temas que la cultura popular repite una y otra vez expresan este temor social.
El súper héroe no es un agente de cambio social y si hace algo lo hace reactivamente. El arquetipo de las historias de súper héroes es el de la comunidad armónica que de pronto se ve amenazada por el mal que el poder de las instituciones normales fracasan en contenerlo. El súper héroe emerge para enfrentar el peligro. Con la ayuda del destino triunfa sobre el mal y restablece a la comunidad a su estado paradisíaco. Una vez cumplida su misión desaparece en la obscuridad del anonimato hasta la próxima vez. Su misión no es reinventar la sociedad o transformarla a través de la revolución violenta, sino preservar el “estatus quo” que es bien conveniente para la elite económica. El villano, en cambio, es el agente activo, el soñador que busca un nuevo orden mundial presidido exclusivamente por el. Es curioso que el mito del súper héroe tenga un lugar tan relevante en la cultura norteamericana. ¿Por qué el país que se considera a si mismo como el paradigma de la democracia pinta la impotencia de sus instituciones de tal manera que tienen que ser rescatadas una y otra vez por la acción extra legal de un héroe? ¿Es por la mentalidad puritana que aun mantiene la fe en los poderes redentores de la divinidad más que en la de los individuos? ¿O es la expresión del deseo por algo más que la democracia no proporciona?
Tradicionalmente hemos creído que la forma de responder a las interrogantes que un objeto plantea es la de buscar su esencia. Pero, si hacemos eso, perdemos el sendero. Árboles, ballenas, montañas, la torre de Pisa, el parlamento, las tormentas, el sol, la Biblia, los cilindros de gas licuado, el inconsciente, la cenicienta, el metro, el yo o los mitos milenarios no extraen su poder desde un centro esencial interno, desde las profundidades ocultas de su ser, sino de la capacidad que puedan tener para crear alianzas, para asociarse con otros y resistir la destrucción. No es que los objetos, incluyendo los inanimados, sean socialmente construidos, sino que son construidos por todo tipo de combinaciones, relaciones y uniones con o sin la mediación humana. El súper héroe de la cultura popular es un ensamblaje producto de la alianza de viejos mitos, tradiciones orales, narradores, dibujantes, diseñadores, papel y tinta, periódicos, casas editoriales, directores de cine, músicos, actores, industria del entretenimiento, publicistas, comentadores y críticos, estudios académicos, inseguridades sociales y sicológicas, intereses políticos, mercancía globalizada y ganancias económicas. La cuestión es que mientras más alianzas el mito crea mas poderoso se hace.
Las alianzas, sin embargo, no son eternas y puede que uno de estos días el súper héroe se desvanezca, para después de un periodo, reensamblarse otra vez. Necesitamos que alguien nos diga que todo esta bien, que alguien esta en control aunque sea en el mundo de la fantasía, hasta el momento en que la realidad nos fuerce a salvar el día sin la mediación de Superman, del líder o de Dios, el mega héroe.
Nieves y Miro Fuenzalida.
Ottawa, Octubre 2011
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