Tuesday, February 8, 2011

Si solo fuéramos caníbales.


 La historia del mundo es la historia del consumo.
La eterna lucha por conseguir comida evitando al mismo tiempo ser comido. No hay duda que para sobrevivir uno debe comer; uno debe consumir. Comer es tal vez más primordial que el sexo,  algo que debemos hacer todos los días, varias veces al día. Debido a su necesidad se entierra a si mismo en nuestro inconsciente, cuidadosamente cubierto con el habito, viviendo una vida atada a deseos obesos y sueños anoréxicos. Imagina si quieres, un típico día de verano, en algún lugar en el suburbio de la ciudad. El suave aroma de carne quemada que surge de las brasas del patio trasero. Un asesinato fresco llamando a los sabuesos carnívoros, a los que se alimentan de carroñas igual que  los buitres.
Comida y muerte siempre han sido compañeras de viaje, pero es solo después de la Revolución Industrial  que la muerte se   automatizo. El matadero flirtea en las alas de un sueño   Sadeano mecanizado. Cuerpos colgando de los ganchos giran en torno a la bodega. Cuchillos como navajas y serruchos cuidadosamente afilados cortan los cadáveres con una precisión científica. La sangre gotea y se desparrama en el piso, las murallas y la ropa. Entrañas cuelgan de los tajos frescos de los estómagos rebanados. El tufo de la muerte circula en el aire mientras el obsceno objeto de deseo es envuelto, empaquetado y transustanciado.  En los pasillos del Súper-Mercado no vemos nada sino chuletas de chancho cuidadosamente arregladas y pre-empaquetadas, trozos de lomo remojados en testosterona, pollos torturados rotando en los hornos para ser dorados, pavos de ocho kilos rellenos de esteroides, lenguas congeladas y entrañas  limpias y sanitizadas para borrarles la mancha de la muerte.  Una simpática y amorosa caricatura de un animal usada para propósito propagandístico es la única señal de que estas piltrafas de carne en algún momento fueron parte de un ser vivo.
Como Burroughs nos enseñó, colgando de la punta de nuestro tenedor hay  un “naked lunch”. Vida sin fantasma. Carne resbalosa, podrida, falta de vida. Bienvenido al desierto de lo Real. El carnívoro es una criatura que consume ilusiones, que rehúsa a aceptar los reflejos de su carne. Al momento de ver el horror que somos, el carnívoro se da vuelta lleno de temor y vergüenza. Tal vez nada más que un virus parasítico, comedor de carne que vagabundea y conquista la tierra.
 Si nosotros solo fuéramos caníbales.

Ariel
Ottawa 

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