Sunday, November 16, 2025

El robo de sonrisas


Te

Robe

Tu sonrisa

Y

Tu

La mia.

La hicimos

Nuestra,

Tuya

Y

Mia.

Ahora

Sonreímos

Doble. 

 

Nieves.



Sunday, November 9, 2025

Mas allá del Bien.

 

Según cuenta un chiste que anda dando vueltas un banquero llega a su oficina en Nueva York y abre la puerta de su nuevo BMW cuando un taxi pasa a toda velocidad y le destroza la puerta. El banquero furioso llama a la policía para denunciar el incidente. Cuando esta llega al lugar exige que detenga inmediatamente al taxista que destrozo su coche. El policía mira perplejo al banquero que continua gritando y le dice... “Señor, creo que usted tiene un problema muchísimo mas grave que la falta de una puerta”, señalando su brazo izquierdo, que también había perdido en el accidente. El banquero mira hacia abajo horrorizado y exclama “Dios mío, también perdí mi Rolex”. 

 

¿No es el caso que cuando la forma de la mercancía gobierna una sociedad, determina lo que las personas valoran, estructura como se relacionan entre si y define lo que parece significativo? La sociedad capitalista se reproduce, en verdad, no asegurando la perpetuación de rituales ni contando con mecanismos para que todo siga funcionando igual, sino dirigiendo su atención a la producción, dejando de lado la preocupación por la reproducción de la sociedad, que pasa a ser una preocupación secundaria. El objetivo es producir mas allá de lo que se necesita para sobrevivir. La sobreproducción pasa a ser el nombre del sistema. Sin este excedente inútil la sociedad capitalista no podría existir. Sin ganancias no hay impulso para continuar.

 

Como nota el teórico Todd McGowan el énfasis en la producción como medio de reproducción separa claramente la sociedad capitalista de los sistemas sociales existentes hasta la fecha. El Imperio Maya, la antigua sociedad china, la Republica Romana, la Europa Feudal, incluso las sociedades de cazadores y recolectores dedicaban su energía a reproducir su estructura formal que era su valor primordial, hasta que sus contradicciones internas o un enemigo externo las destruyeran. Ciertamente lo inútil existía, pero su función se limitaba  principalmente a rituales religiosos, festivales o ritos de iniciación que estaban circunscritos a un tiempo y lugar especifico. El  capitalismo, por el contrario, introduce un exceso inútil en cada rincón de su funcionamiento y transforma la sobreproducción en la fuente y centro de todo valor mediante el sacrificio del bien social en contraste con todas las sociedades pre modernas que tenían en común su devoción al bien. Una devoción tan extendida que Aristóteles la toma como punto de partida para su trabajo sobre la política. No concibe que haya otro principio organizador distinto del bien, aunque se cuida de no prescribir  cual es este bien... “Todo estado es una comunidad de algún tipo y toda comunidad se establece con miras a un bien, pues todas actúan siempre para obtener lo que consideran bueno”. Hoy día el objetivo no es reproducir las cosas tal como están, sino producir y adquirir mas de lo que ya se tiene o necesita. Un mas que nunca se auto limita, sino que continua indefinidamente, mas allá del bien, a no ser que encuentre una fuerza o barrera externa que la limite, como la competencia, la clientela limitada o el agotamiento de los recursos naturales, algo que siempre ocurre. A diferencia de toda otra organización económica el capitalismo democratiza el exceso al permitir que todos participen en el.

 

¿No será que este exceso es justamente la marca de su éxito? ¿Exceso que le permite continuar existiendo a pesar del peligro existencial que contiene? Por supuesto que obtenemos placer  en los momentos en que realizamos el deseo y adquirimos el objeto. Pero el problema es que este placer siempre es fugaz y desaparece a medida que uno se acostumbra a tener el objeto. El disfrute del exceso, en cambio, es sostenible. Lo paradójico de este disfrute es que no se produce mediante la adquisición del objeto, sino a través de su ausencia. Y esto es lo que hace el capitalismo. Organiza a todos y todo en torno a un exceso inútil. La promesa de un futuro mejor es en realidad la promesa de un futuro de puro exceso sin ninguna mezcla de carencia. Y es esto lo que le permite su continua reproducción. Es el derroche, lo que va mas allá de lo necesario, lo que genera plusvalía en el universo capitalista. La Coca Cola es la mercancía arquetípica. Al ser un diurético deshidratante, lejos de calmar la sed, da mas sed. Su valor deriva de su ausencia total de valor de uso. Un puro exceso con un valor de uso negativo. Obviamente existen bienes que simplemente cumplen su función, como el calefactor básico que calienta la habitación en invierno o la escoba que usamos para barrer el suelo. Pero estos objetos no son el motor de la sociedad capitalista. Los bienes útiles existen al margen del mercado del exceso. Para tener éxito en el capitalismo es necesario producir mas de lo que la sociedad necesita. El capitalismo practico es el capitalismo fracasado como lo vemos con las tiendas de barrio que son victimas de los exceso de Amazon. Solo produciendo residuos uno puede reproducirse como capitalista. El hecho de que la basura este hoy esparcida por todo el planeta, penetrando montañas y mares, es el resultado necesario de la forma en que el capitalismo genera valor. Y esto es bien difícil de evitar... ¿por que?

 

El asunto es que rehusamos a vincular el exceso con la carencia, que es lo que impulsa la producción de tanto desperdicio. La promesa del capitalismo es que el exceso de la mercancía puede curarnos de nuestra carencia. Si encontramos la mercancía adecuada o si acumulamos lo suficiente podremos lograr la plenitud que siempre esta en el horizonte, pero un horizonte que siempre se aleja  cuando mas nos acercamos a el... mientras mas tenemos, mas queremos. La menesterosidad  que nos constituye nos hace descartar una mercancía, sea barata o inmensamente cara, tan pronto como delata su insuficiencia. Buscar sin encontrar es el camino capitalista. La “castración simbólica”, la carencia constitutiva que nos define como seres humanos, sirve de motor al sistema. Para el consumidor comprar una mercancía trae consigo la promesa de un disfrute excedente, mientras que para el capitalista promete plusvalía. Para ambos la mercancía es la promesa de escapar de la “castración simbólica”. Pero cuanto mas se acumula, mas se carece de la satisfacción que la mercancía promete. La imagen del puro exceso siempre esta fuera del alcance del sujeto.

 

La mercancía, además, pareciera tener un poder mágico, algo que se genera automáticamente por el mero funcionamiento del propio sistema capitalista. Alguien invierte en la producción de una mercancía con dinero y la mercancía genera mas dinero del que la persona invirtió.  Invierto, por ejemplo, unos pocos dólares en acciones de Toyota en el momento oportuno y poco después acabo ganando varios miles de dólares. Desde la perspectiva capitalista esta creación de valor es una experiencia cuasi religiosa... algo surge de la nada. La creencia de que la mercancía por si misma produce valor en virtud de la propia inversión y del intercambio que se deriva de la inversión inicial, lo que Marx denomina fetichismo de la mercancía, oculta  el sacrificio de los trabajadores que crean la sobreproducción de la mercancía. Lo que la teoría de la plus valía de Marx muestra es como el valor que el trabajador crea el capitalista se lo apropia sin compensarlo. El capitalista siempre vende la mercancía a un precio superior al del material y la obra invertida en la producción. Es este excedente el que va al bolsillo del capitalista que, en verdad, no puede actuar de otra manera. Sin maximizar la rentabilidad no solo lo pone por detrás de los demás, sino que destruye su viabilidad. Si Apple decidiera pagar un salario decente a lo largo de su cadena de suministro permitiría a otra corporación intervenir y vender a un precio inferior al del nuevo iPhone de Apple, por ejemplo, cuyo costo se dispararía gracias a la decisión de actuar éticamente. El ejecutivo que aprobara tal plan se convertiría rápidamente en un ex ejecutivo.

 

Ahora bien...  comprar lo suficiente para mantener el funcionamiento económico depende de que los trabajadores gasten mas de lo que pueden ganar, dado que los salarios deben ser lo suficientemente bajos para que el productor se beneficie de ellos ¿como, entonces, el capitalismo se las arregla para mantener el exceso? Con la introducción de la deuda universal, a diferencia de otros sistemas económicos, que toca al trabajador, al capitalista y al Gobierno por igual. Sin la deuda el exceso de la maquinaria capitalista no podría funcionar  porque el sistema no podría agregar nuevos sujetos en su universo. La deuda permite comprar una casa, un auto, un iPhone y todo aquello que no se necesita. Es el financiamiento del puro exceso que el capitalismo necesita para reproducirse. Pero, y aquí esta la trampa, la deuda exige que el deudor quede encadenado al proceso de producción capitalista a lo largo de toda su vida. La deuda solo funciona en este sistema en la medida en que no ha sido pagada. Dentro del capitalismo solo se puede estar libre de deudas excepcionalmente. Si todos lo hicieran las compañías de tarjetas de crédito y las automotrices quebrarían, el sector inmobiliario moriría y la sociedad capitalista en su conjunto se hundiría. Quienes no tienen deudas en la sociedad capitalista pasan a ser los parásitos del sistema como ilustra el chiste en donde el sujeto cuenta que “hoy le di mi billetera, mi auto e incluso mi casa a un indigente. Decidimos intercambiar lugares. No imaginas lo bien que se siente estar finalmente libre de deudas”.

 

A pesar de que estamos rodeados de imágenes de puro exceso, como dice McGowan, nos encontramos, sin embargo, inmersos cada segundo en lo que no tenemos. Este descontento no es producto del fracaso del capitalismo como sistema, sino su éxito, que obliga a seguir comprando. 

 

Al final, ningún sujeto capitalista alcanza lo que la mercancía promete, lo que inevitablemente origina descontento. Y la gente no se queda de brazos cruzados ante el fracaso del capitalismo en cumplir su promesa, sino que, de cuando en cuando, se rebela. Pero la rebelión, incluso bajo la bandera marxista, fracasa porque la autoridad en la sociedad capitalista es indiscernible. Es imposible reconocer quien dirige el negocio. Las autoridades estatales son visibles, pero no controlan la economía capitalista, razón por la cual sospechan que estos lideres estatales no son las verdaderas figuras de autoridad. Si ellos no lo son la gente asume, por tanto, que alguna autoridad oculta o algún grupo minoritario, debe ser culpable.

 

Esta sospecha paranoica es la que ofrece un blanco para la ira que garantiza el funcionamiento del sistema. A diferencia del fervor revolucionario proletario, esta paranoia es compatible con el capitalismo. No solo un trastorno psíquico, sino un paso político falso que lleva al sujeto paranoico directamente a los brazos de un líder populista autoritario.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


Sunday, November 2, 2025

Disidentes estéticos


Los pintores

Ambulantes

Dejan

Tras

De

Si

Sus murales,

Bicicletas

Eclepticas

Y

Disidencias

Estéticas

Pintadas

En

Cunetas

De

Pueblos

Fantasmales.

 

Nieves.


Sunday, October 26, 2025

¿Y para que filosofía?

 

La filosofía ha venido perdiendo el lugar privilegiado que  hasta no hace mucho tuvo. No mas en la enseñanza secundaria, ausente en la discusión publica y con un lugar cada vez mas pequeño en la academia. Después de todo, para que queremos mas palabras, mas abstracciones sin conexión con el sentido común y lo que la gente hace. Lo que necesitamos, se dice, es acción practica, no mas conceptos... ¿se  acabo la filosofía? La respuesta de los científicos contemporáneos es que la filosofía llego a su fin. Los problemas filosóficos gradualmente  se han venido convirtiendo en problemas científicos...  cuestiones ontológicas ultimas como ¿el  universo tiene limites en el espacio y el tiempo? ¿esta preso del determinismo o hay espacio para la contingencia? son cuestiones que hoy trata la cosmología cuántica. Las ultimas cuestiones antropológicas... ¿existe el libre albedrio? ¿hay agencia humana? ahora son cosas discutidas por la ciencia evolutiva del cerebro. Incluso la teología tiene su lugar en la ciencias del cerebro que intentan traducir las experiencias espirituales y místicas  en procesos neuronales... ¿que le queda, entonces,  a la filosofía? Solo algunas  reflexiones epistemológicas acerca de los descubrimientos científicos.

 

¿Por qué, entonces, algunos todavía se toman el trabajo de ocuparse de ella? Y... ¿qué perderíamos si omitimos las preguntas que la filosofía plantea?

 

Es bien difícil dar una definición de filosofía que no sea controversial. Para salir del paso el filosofo ingles Bertrand  Russel una vez dijo que la filosofía es aquello que se enseña en las universidades en los departamentos de filosofía... ¿y que es lo que supuestamente estos departamentos enseñan? Según el lugar  común  ellos tratan con esas preguntas tremebundas como... ¿cual es el sentido de la vida, de donde venimos o cual es el fin de todo lo que hay?... cuestiones vagamente inquietantes que tienen que ver con el mundo y nosotros y que, por muy ocupados que estemos,  nos siguen intrigando. Pero, por muy común que sea esta creencia, habría que decir que esta  es una descripción bastante vaga de lo que la filosofía es. 

 

Todos tenemos ideas y opiniones acerca de la naturaleza, la sociedad y el mundo en que vivimos. Lo que distingue a las ideas  filosóficas  es que ellas no están confinadas a la rutina familiar y a los patrones  habituales de pensamiento. Ordinariamente procedemos de acuerdo a ciertas presuposiciones, conceptos, principios, estándares y creencias fundamentales que  justifican nuestras acciones y, en ultima instancia, nuestra vida. Es el suelo que nos sostiene, el trasfondo desde el cual pensamos y actuamos y que ordinariamente no cuestionamos porque lo damos por sentado. Pero, en uno de esos raros momentos, podemos tomar cierta distancia de las ideas  dominantes y pensar y evaluar críticamente las creencias, principios y presuposiciones  en los cuales basamos nuestros razonamientos. Podemos preguntar, por ejemplo, si las creencias que tenemos acerca del mundo son confiables, si lo que vemos, sentimos o escuchamos es realmente como nuestros sentidos dicen que son. Es aquí cuando, en lugar de movernos dentro de los marcos de pensamientos familiares, los empezamos a cuestionar... y esta seria  una forma de entender  que es lo que distingue la reflexión filosófica. Una reflexión que trata de clarificar y evaluar críticamente los términos mas elementales en base a los cuales pensamos y actuamos y de la que resultan nuevas visiones, teorías y marcos conceptuales acerca del mundo que serán, a su vez, el foco de nuevos cuestionamientos. La filosofía a través del tiempo ha sido una continua serie de críticas, disputas y argumentos que dura mas dos mil quinientos años sin una respuesta final.   

 

Ver la filosofía  solo como doctrinas para aprender o repetir pierde lo que en ella es mas importante.... la posibilidad de pensar diferentemente.  La reflexión critica pregunta si tenemos buenas razones para mantener una creencia, si estas razones son adecuadas o relevantes, o si hay otras consideraciones que ponen en duda  la creencia. Un ejercicio intelectual que permite  evaluar argumentos y teorías para ver si vale la pena mantenerlos. Pero, lo cierto es que no es tan fácil  cuestionar nuestras creencias a la luz de nuevas experiencias, ya que son justamente estas creencias las que proveen el marco de referencia que permite evaluar las nuevas experiencias.

 

Esta es la cosa... si proveemos razones y argumentos para justificar una creencia en particular, cada una de esas razones  provienen de premisas que en si mismas  no han sido argumentadas  y  no pueden ser argumentadas sin caer en un circulo vicioso.  Es cierto que ellas pueden ser justificadas  en otra parte, pero, al final,  no es posible  justificar racionalmente cada uno de nuestros pensamientos... ¿en base a que podríamos hacerlo? La única forma seria ubicarnos fuera  de nuestras creencias y principios en base a los cuales procedemos.  Pero, si fuéramos capaces de hacerlo, no tendríamos principios ni creencias con que proceder, lo que significa que en nuestro pensamiento siempre habrá un trasfondo  de creencias y principios en los cuales nos basamos para razonar y argumentar  que  permanecen fuera del alcance de la justificación racional.

 

Algunos filósofos argumentan que la razón en si misma es la base que  provee los primeros principios que permiten  organizar nuestro pensamiento y críticamente evaluar y justificar  todas nuestras  creencias excluyendo aquellas que no tienen fundamento  racional.  Esta racionalidad vista como ultimo punto de apoyo es, por supuesto, mas compleja que la noción de razón como una secuencia silogística. De lo que aquí estamos hablando  es de la razón elevada a principio absoluto al que todo lo otro tiene que ajustarse. El problema con esto  es que este principio racional  al ubicarse mas allá de cualquier cuestionamiento  se transforma en un pensamiento dogmático.   El énfasis en la razón como la única base legitima del conocimiento ha sido, a través de la historia de la filosofía,  objeto permanente  de criticismo al ignorar o devaluar  otros factores como los sentidos, los sentimiento, las emociones o los deseos. Las recientes criticas a la visión  modernista de una sociedad racional no están dirigidas a la racionalidad en su sentido mínimo, no cuestionan los principios lógicos, sino las nociones mas complejas de la racionalidad del  Siglo de las Luces  que solo acepta lo que conforma con su estándar y es intolerante de todo aquello que cae fuera de el. Para la escuela de Frankfurt, por ejemplo, la critica esta dirigida a la racionalidad tecnológica que considera  la eficiencia como el único criterio para organizar las practicas sociales y para Foucault el foco es la visión de una organización social racional que impone nociones de conductas normales y define un amplio rango de  conductas como anormales o pervertidas. En ambos  casos el objetivo de la critica es liberarnos de una forma de pensar que nos aprisiona para  tratar algo distinto. 

 

Hegel hacia notar algo similar al afirmar que la historia del pensamiento y la cultura aparece como un diseño cambiante de magnificas ideas liberadoras que luego, inevitablemente, se transforman en una camisa de fuerza que crean su propia destrucción al originar nuevas ideas emancipadoras que, paradójicamente, nos vuelven a esclavizar... ¿cuándo exactamente la filosofía de Badiou o Deleuze va a dejar de ser vibrante  para devenir en el nuevo dogma que, a su vez, tiene que ser reemplazado?

 

Hacer filosofía, dice el escritor australiano Christopher Falzon, es por sobre todo filosofar, tomar cierta distancia y pensar críticamente acerca de las cosas en lugar de simplemente aceptarlas. Cuestionar nuestros pensamientos que con el tiempo se transforman en artículos de fe, mostrar sus limites  y su  incapacidad para tratar con ciertos hechos, consideraciones o dogmas y así abrir otros senderos para pensar diferentemente. Reflexión critica es evaluar racionalmente ideas y posiciones recibidas y determinar si hay suficientes evidencias para mantenerlas... ¿por que esto es importante?... porque en lugar de ser productos pasivos de nuestro ambiente nos permite defendernos en contra de la manipulación y control mental de la publicidad, de los medios de comunicación masiva, de la presión política y cultural de la propaganda, de los mensajes seductivos de los gurúes y demagogos. Es decir,  permite desarrollar cierta independencia intelectual y abrirnos al hecho de que no hay respuestas definitivas.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


Sunday, October 19, 2025

Las camas academicas


Mi

Amigo,

El diccionario,

Me invito

A

Recorrer

Sus calles

Silenciosas

De

Palabras

Que

Dormían

En

Sus camas

Académicas

Oficiales.

A

Las disidentes

No

Las admiten. 

 

Nieves.


Sunday, October 12, 2025

¿Auto destrucción?... No, por favor.

 

Según el pensamiento de Albert Camus hay verdaderamente un solo problema filosófico serio, y este es el suicidio.

 

¿No es bien enigmático el hecho de que el mayor rival en contra de uno es uno mismo? ¿de que inconscientemente perseguimos nuestra propia destrucción? Desde esos pequeñas actos que nos crean problemas personales hasta las crueldades colectivas mas inimaginables el  impulso destructivo siempre ha estado presente en la historia humana como si fuera una característica esencial de nuestro ser, según diría un metafísico clásico. Y, a pesar de su permanencia, todavía se nos presenta como un misterio sujeto a interminables controversias.... ¿hay, en realidad, algo así como un instinto de muerte?

 

Sigmund Freud pensaba que si. Inicialmente el concibió el aparato psíquico como un sistema homeostático dotado de cantidades de energía  regulado por la búsqueda del placer y la evitación del dolor. Operando según el “principio del placer”, el objetivo básico del sistema es la liberación de la tensión de las excitaciones acumuladas para mantener el equilibrio de las energías psíquicas. El “principio de la realidad”, bajo cuya operación las tensiones podrían tolerarse durante un tiempo para ser descargadas posteriormente, condiciona el funcionamiento del principio del placer, pero en ningún caso se aparta de su lógica básica. Posteriormente, sin embargo, la suposición del principio del placer y lo que se derivaba de el  ya no explicaban satisfactoriamente las observaciones realizadas en la practica clínica. En ocasiones el sistema psíquico parecía comportarse precisamente en contra de lo esperado, reintroduciendo e incrementando deliberadamente las tensiones energéticas, como en los sueños, los recuerdos traumáticos recurrentes, el masoquismo, la compulsión repetitiva  y la tendencia de los pacientes a obstruir el tratamiento al recrear las perdidas y decepciones mas dolorosas que son algo contrario al placer...  ¿Por qué, entonces, si el placer es el objetivo de la vida psíquica, deberían repetirse experiencias específicamente dolorosas y traumatizantes? ¿No será que junto al principio del placer existe un segundo principio básico, una fuerza desestabilizadora y disruptiva que no tiende al equilibrio y la armonía, sino al conflicto y la desintegración? ¿Una pulsión primordial hacia la muerte?  Son estas cuestiones las que luego llevaron a Freud a postular una teoría que instala la contradicción en el corazón mismo del proceso psíquico. Toda agresión y destructividad en los seres humanos, proclamo, es autodestructiva. No una reacción de defensa, no una disposición innatamente brutal, sino la expresión de una pugna interna del humano consigo mismo. Esta extraña y radical hipótesis del impulso a la muerte, de una pulsión que va mas allá del principio del placer, equivale a afirmar que el verdadero objetivo de la vida es morir y que el ciclo vital de todos los organismos es solo una ruta indirecta a la muerte. Una tendencia a regresar a un estado inorgánico para reducir las tensiones hasta alcanzar un estado mínimo absoluto.

 

A pesar de sus ocasionales dudas y vacilaciones, Freud se convenció cada vez mas del valor fundamental de la hipótesis del instinto de muerte que paso a ser parte crucial en su construcción teórica. Sin embargo, el concepto no fue bien recibido por sus críticos y discípulos. Ernest Becker, por ejemplo, expreso lo que puede ser considerado la opinión mayoritaria dentro y fuera de la comunidad analítica... “Las tortuosas formulaciones de Freud sobre el instinto de muerte pueden ahora relegarse con seguridad al basurero de la historia”... Pero no para Lacan que no solo enfatiza la noción del impulso a la muerte sino que la reinstala en el centro mismo de la teoría analítica, aunque no exactamente igual, al vincular la muerte con el deseo. 

 

Según una cita de Marx... “cuando Pedro desarrolla una actitud hacia Pablo similar a la que tiene hacia si mismo ¿empieza a ser consciente de si mismo?”. Segun Richard Boothby, en su concepción de la “fase del espejo” Lacan traslada de la etología animal a los seres humanos la importancia de la imago perceptual del otro miembro de la especie. Es durante  esta fase, entre los seis y dieciocho meses, cuando la formación psíquica del bebe humano se establece en los registros perceptuales. La función de la imago, tan decisiva para el comportamiento animal, adquiere aun una mayor importancia en los humanos debido a que los primeros meses de vida se caracterizan por un estado de incoordinación motora radical que evidencia una prematuridad especifica que causa el retraso de la mayoría de las funciones corporales que perduran durante los dos primeros años. Es a través de la imagen  de otra persona que el bebe adquiere el primer indicio de su integridad corporal y el primer grado de control y coordinación sobre sus propios movimientos. Es la imagen del otro lo que le permite  al recién nacido  relacionarse con una unidad ideal y organizar la confusión interna. La imagen, entonces, podría considerarse la forma mas fundamental de representación instintiva al movilizar vectores de impulso desde el caos de excitaciones del cuerpo infantil. Y, aunque esta capacidad coordinadora depende de la imagen de un ser externo, el jubilo de la fase del espejo consiste en que el infante comienza a comprenderse a si mismo como agente.

 

El hecho fundamental que este análisis revela es que las imágenes primitivas de la fase del espejo forman la base de la “identificación primaria”, y el ego, que surge a partir de esta identificación es, por tanto, esencialmente una formación imaginaria. Y como imaginario el yo primitivo exhibe las mismas características de permanencia e identidad que poseen las cosas del mundo. Identidad que mantiene intacta a lo largo de las diversas transformaciones evolutivas. Lo que me permite decir, por ejemplo, que yo soy ese pequeño que aparece en esa foto de mi lejana infancia.

 

Pero aquí hay un problema. El núcleo de nuestro ser no coincide con el ego. El sujeto y el yo no son lo mismo. Y la agresividad tiene su origen en el conflicto interno entre el sujeto y su propio yo y nada que ver con la violencia animal cuyos intentos se ven frustrados por circunstancias externas, ni tampoco con una estrategia defensiva utilizada cuando la unidad del yo se ve amenazada. Por el contrario. La agresividad es un impulso en contra de las restricciones que la forma imaginaria del cuerpo impone en la energía vital. Por eso no es extraño que la agresividad se vincule específicamente con fantasías de desmembramiento que violan la integridad corporal. Lo que Freud llamo instinto de muerte se relaciona entonces, según Lacan, con la estructura alienante del yo imaginario que nos transforma en individuos que viven fuera de si mismos.

 

¿Por qué alienante? Porque el efecto que surge de la imago en el humano  divide al sujeto. Es en el otro con lo que el sujeto se identifica y se afirma por primera vez, donde cede una parte de si mismo a otro. Lo que es alienante no es la relación del ego con otro ego, sino la alienación de uno mismo con uno mismo. En la visión de Lacan la agresividad narcisista es, ante todo, una respuesta, no tanto a un conflicto social, sino a uno interno. La agresividad original esta dirigida a uno mismo. Y es por esto que, como comenta Richard Boothby, el yo se manifiesta como defensa, como rechazo y es este rechazo lo que origina el inconsciente, como ya lo había indicado Freud... el inconsciente esta esencialmente  constituido, no por lo que puede evocar, extender, localizar, sacar a luz de lo subliminal, sino por aquello que es rechazado. La exclusión, entonces, es la fuerza primordial del yo. Pero no la única. La imagen del yo representa solo una fracción de las energías vitales del organismo. Su función unificadora siempre deja algo afuera. Y es este sobrante, esta parte de uno que se ha vuelto ajena, la que nos crea problemas porque su regreso se experimenta como una amenaza a la integridad de la identidad. Según  Julia Kristeva lo que se rechaza y se deja como residuo en la constitución del ego asume los aspectos de opacidad absoluta, de otredad misteriosa e impensable.

 

Desde una perspectiva lacaniana, segun boothby, lo que Freud llama instinto de muerte se ubica, entonces, en la tensión entre “lo real del cuerpo y lo imaginario  de su esquema mental”. La presión hacia la expresión y liberación de energías somáticas alienadas por la identificación imaginaria constituye una fuerza de muerte en la medida en que amenaza no tanto al organismo biológico como a la forma alienante de la unidad del yo que responde con mayor represión. El resultado inevitable es la proyección hacia el exterior del instinto de muerte que se expresa en la violencia, la agresión, el desmembramiento y la destrucción.   

 

Esta hipótesis de Freud en realidad  no surge del vacío sino que entronca con una larga trayectoria en el pensamiento filosófico, como comenta Boothby. Para no ir mas lejos en la dialéctica hegeliana encontramos la idea de que el carácter esencial de toda determinación del ser contiene implícitamente en si la sombra de su contrario. Todo ser para si esta condicionado por una relación interna con una alteridad que permanece implícita. Toda positividad se mantiene por una fuerza de negación interna. Como el Id freudiano, igualmente  la voluntad de Schopenhauer se presenta como una fuente de fuerza pura que motiva los proyectos de consciencia, pero que en ultima instancia opera fuera del horizonte de la consciencia. Y, como el mismo Freud reconoció, el termino Id, y algo muy parecido al concepto de instinto de muerte, también  es posible notar en Nietzsche cuando el se refiere a la tensión entre el mundo de las formas apolínicas y la fuerza infernal y amenazante del exceso dionisiaco que se vislumbra en el fondo de la existencia. Así como el psicoanálisis reconoce en la pulsión de muerte la necesaria deconstrucción de la forma alienante del ego, Nietzsche propone que el efecto catártico de la tragedia consiste en la forma en que se desmorona la identidad del individuo. Y, podríamos agregar, la inautenticidad heideggeriana es paralela al concepto lacaniana de alienación imaginaria. El “ser para la muerte” de Heidegger y el “impulso a la muerte de Lacan” no deben tomarse simplemente como el punto final de la vida, sino que mas bien se refieren a una transformación estructural de la existencia del sujeto.

 

Siguiendo a Lacan Deleuze y Guattari reconfiguran radicalmente la identidad personal a través de una política del deseo que resuena con la visión lacaniana. El cuerpo, dominio de las energías inconscientes, se caracteriza como un campo de fuerzas que no puede definirse sin considerar su multiplicidad. “No es el inconsciente el que  ejerce presión sobre la conciencia, sino es la agencia represiva de la consciencia y el ego las que aplican presiones y camisas de fuerza al inconsciente para impedir su escape”.  El rechazo de sus funciones normalizantes abre el camino a una reconstrucción esquizoide de las identidades modernas que liberan el movimiento del deseo, alejándolo de la imposición de las formas jerárquicas y las política paranoides y fascistas... ¿no es esto la reiteración del lema básico de Lacan... “Se fiel a tu propio deseo”?

 

Como Spinoza dijo... “ aun no sabemos lo que el cuerpo pueda hacer”.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


Sunday, October 5, 2025

De ponchos y de volantines

 

Los ponchos

Amarillos

De

Los  Otoños

Del

Norte

Vuelan

Solidariamente

Con

Los volantines

Bordados

De

Azul

de

Las Primaveras

Del

Sur. 

 

Nieves.