Sunday, November 9, 2025

Mas allá del Bien.

 

Según cuenta un chiste que anda dando vueltas un banquero llega a su oficina en Nueva York y abre la puerta de su nuevo BMW cuando un taxi pasa a toda velocidad y le destroza la puerta. El banquero furioso llama a la policía para denunciar el incidente. Cuando esta llega al lugar exige que detenga inmediatamente al taxista que destrozo su coche. El policía mira perplejo al banquero que continua gritando y le dice... “Señor, creo que usted tiene un problema muchísimo mas grave que la falta de una puerta”, señalando su brazo izquierdo, que también había perdido en el accidente. El banquero mira hacia abajo horrorizado y exclama “Dios mío, también perdí mi Rolex”. 

 

¿No es el caso que cuando la forma de la mercancía gobierna una sociedad, determina lo que las personas valoran, estructura como se relacionan entre si y define lo que parece significativo? La sociedad capitalista se reproduce, en verdad, no asegurando la perpetuación de rituales ni contando con mecanismos para que todo siga funcionando igual, sino dirigiendo su atención a la producción, dejando de lado la preocupación por la reproducción de la sociedad, que pasa a ser una preocupación secundaria. El objetivo es producir mas allá de lo que se necesita para sobrevivir. La sobreproducción pasa a ser el nombre del sistema. Sin este excedente inútil la sociedad capitalista no podría existir. Sin ganancias no hay impulso para continuar.

 

Como nota el teórico Todd McGowan el énfasis en la producción como medio de reproducción separa claramente la sociedad capitalista de los sistemas sociales existentes hasta la fecha. El Imperio Maya, la antigua sociedad china, la Republica Romana, la Europa Feudal, incluso las sociedades de cazadores y recolectores dedicaban su energía a reproducir su estructura formal que era su valor primordial, hasta que sus contradicciones internas o un enemigo externo las destruyeran. Ciertamente lo inútil existía, pero su función se limitaba  principalmente a rituales religiosos, festivales o ritos de iniciación que estaban circunscritos a un tiempo y lugar especifico. El  capitalismo, por el contrario, introduce un exceso inútil en cada rincón de su funcionamiento y transforma la sobreproducción en la fuente y centro de todo valor mediante el sacrificio del bien social en contraste con todas las sociedades pre modernas que tenían en común su devoción al bien. Una devoción tan extendida que Aristóteles la toma como punto de partida para su trabajo sobre la política. No concibe que haya otro principio organizador distinto del bien, aunque se cuida de no prescribir  cual es este bien... “Todo estado es una comunidad de algún tipo y toda comunidad se establece con miras a un bien, pues todas actúan siempre para obtener lo que consideran bueno”. Hoy día el objetivo no es reproducir las cosas tal como están, sino producir y adquirir mas de lo que ya se tiene o necesita. Un mas que nunca se auto limita, sino que continua indefinidamente, mas allá del bien, a no ser que encuentre una fuerza o barrera externa que la limite, como la competencia, la clientela limitada o el agotamiento de los recursos naturales, algo que siempre ocurre. A diferencia de toda otra organización económica el capitalismo democratiza el exceso al permitir que todos participen en el.

 

¿No será que este exceso es justamente la marca de su éxito? ¿Exceso que le permite continuar existiendo a pesar del peligro existencial que contiene? Por supuesto que obtenemos placer  en los momentos en que realizamos el deseo y adquirimos el objeto. Pero el problema es que este placer siempre es fugaz y desaparece a medida que uno se acostumbra a tener el objeto. El disfrute del exceso, en cambio, es sostenible. Lo paradójico de este disfrute es que no se produce mediante la adquisición del objeto, sino a través de su ausencia. Y esto es lo que hace el capitalismo. Organiza a todos y todo en torno a un exceso inútil. La promesa de un futuro mejor es en realidad la promesa de un futuro de puro exceso sin ninguna mezcla de carencia. Y es esto lo que le permite su continua reproducción. Es el derroche, lo que va mas allá de lo necesario, lo que genera plusvalía en el universo capitalista. La Coca Cola es la mercancía arquetípica. Al ser un diurético deshidratante, lejos de calmar la sed, da mas sed. Su valor deriva de su ausencia total de valor de uso. Un puro exceso con un valor de uso negativo. Obviamente existen bienes que simplemente cumplen su función, como el calefactor básico que calienta la habitación en invierno o la escoba que usamos para barrer el suelo. Pero estos objetos no son el motor de la sociedad capitalista. Los bienes útiles existen al margen del mercado del exceso. Para tener éxito en el capitalismo es necesario producir mas de lo que la sociedad necesita. El capitalismo practico es el capitalismo fracasado como lo vemos con las tiendas de barrio que son victimas de los exceso de Amazon. Solo produciendo residuos uno puede reproducirse como capitalista. El hecho de que la basura este hoy esparcida por todo el planeta, penetrando montañas y mares, es el resultado necesario de la forma en que el capitalismo genera valor. Y esto es bien difícil de evitar... ¿por que?

 

El asunto es que rehusamos a vincular el exceso con la carencia, que es lo que impulsa la producción de tanto desperdicio. La promesa del capitalismo es que el exceso de la mercancía puede curarnos de nuestra carencia. Si encontramos la mercancía adecuada o si acumulamos lo suficiente podremos lograr la plenitud que siempre esta en el horizonte, pero un horizonte que siempre se aleja  cuando mas nos acercamos a el... mientras mas tenemos, mas queremos. La menesterosidad  que nos constituye nos hace descartar una mercancía, sea barata o inmensamente cara, tan pronto como delata su insuficiencia. Buscar sin encontrar es el camino capitalista. La “castración simbólica”, la carencia constitutiva que nos define como seres humanos, sirve de motor al sistema. Para el consumidor comprar una mercancía trae consigo la promesa de un disfrute excedente, mientras que para el capitalista promete plusvalía. Para ambos la mercancía es la promesa de escapar de la “castración simbólica”. Pero cuanto mas se acumula, mas se carece de la satisfacción que la mercancía promete. La imagen del puro exceso siempre esta fuera del alcance del sujeto.

 

La mercancía, además, pareciera tener un poder mágico, algo que se genera automáticamente por el mero funcionamiento del propio sistema capitalista. Alguien invierte en la producción de una mercancía con dinero y la mercancía genera mas dinero del que la persona invirtió.  Invierto, por ejemplo, unos pocos dólares en acciones de Toyota en el momento oportuno y poco después acabo ganando varios miles de dólares. Desde la perspectiva capitalista esta creación de valor es una experiencia cuasi religiosa... algo surge de la nada. La creencia de que la mercancía por si misma produce valor en virtud de la propia inversión y del intercambio que se deriva de la inversión inicial, lo que Marx denomina fetichismo de la mercancía, oculta  el sacrificio de los trabajadores que crean la sobreproducción de la mercancía. Lo que la teoría de la plus valía de Marx muestra es como el valor que el trabajador crea el capitalista se lo apropia sin compensarlo. El capitalista siempre vende la mercancía a un precio superior al del material y la obra invertida en la producción. Es este excedente el que va al bolsillo del capitalista que, en verdad, no puede actuar de otra manera. Sin maximizar la rentabilidad no solo lo pone por detrás de los demás, sino que destruye su viabilidad. Si Apple decidiera pagar un salario decente a lo largo de su cadena de suministro permitiría a otra corporación intervenir y vender a un precio inferior al del nuevo iPhone de Apple, por ejemplo, cuyo costo se dispararía gracias a la decisión de actuar éticamente. El ejecutivo que aprobara tal plan se convertiría rápidamente en un ex ejecutivo.

 

Ahora bien...  comprar lo suficiente para mantener el funcionamiento económico depende de que los trabajadores gasten mas de lo que pueden ganar, dado que los salarios deben ser lo suficientemente bajos para que el productor se beneficie de ellos ¿como, entonces, el capitalismo se las arregla para mantener el exceso? Con la introducción de la deuda universal, a diferencia de otros sistemas económicos, que toca al trabajador, al capitalista y al Gobierno por igual. Sin la deuda el exceso de la maquinaria capitalista no podría funcionar  porque el sistema no podría agregar nuevos sujetos en su universo. La deuda permite comprar una casa, un auto, un iPhone y todo aquello que no se necesita. Es el financiamiento del puro exceso que el capitalismo necesita para reproducirse. Pero, y aquí esta la trampa, la deuda exige que el deudor quede encadenado al proceso de producción capitalista a lo largo de toda su vida. La deuda solo funciona en este sistema en la medida en que no ha sido pagada. Dentro del capitalismo solo se puede estar libre de deudas excepcionalmente. Si todos lo hicieran las compañías de tarjetas de crédito y las automotrices quebrarían, el sector inmobiliario moriría y la sociedad capitalista en su conjunto se hundiría. Quienes no tienen deudas en la sociedad capitalista pasan a ser los parásitos del sistema como ilustra el chiste en donde el sujeto cuenta que “hoy le di mi billetera, mi auto e incluso mi casa a un indigente. Decidimos intercambiar lugares. No imaginas lo bien que se siente estar finalmente libre de deudas”.

 

A pesar de que estamos rodeados de imágenes de puro exceso, como dice McGowan, nos encontramos, sin embargo, inmersos cada segundo en lo que no tenemos. Este descontento no es producto del fracaso del capitalismo como sistema, sino su éxito, que obliga a seguir comprando. 

 

Al final, ningún sujeto capitalista alcanza lo que la mercancía promete, lo que inevitablemente origina descontento. Y la gente no se queda de brazos cruzados ante el fracaso del capitalismo en cumplir su promesa, sino que, de cuando en cuando, se rebela. Pero la rebelión, incluso bajo la bandera marxista, fracasa porque la autoridad en la sociedad capitalista es indiscernible. Es imposible reconocer quien dirige el negocio. Las autoridades estatales son visibles, pero no controlan la economía capitalista, razón por la cual sospechan que estos lideres estatales no son las verdaderas figuras de autoridad. Si ellos no lo son la gente asume, por tanto, que alguna autoridad oculta o algún grupo minoritario, debe ser culpable.

 

Esta sospecha paranoica es la que ofrece un blanco para la ira que garantiza el funcionamiento del sistema. A diferencia del fervor revolucionario proletario, esta paranoia es compatible con el capitalismo. No solo un trastorno psíquico, sino un paso político falso que lleva al sujeto paranoico directamente a los brazos de un líder populista autoritario.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


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