Sunday, March 2, 2025

El toque inesperado

 

La larga y oscura sombra de la desgracia tarde o temprano nos cubre. Todos encaramos la perdida y el sufrimiento inevitable de una u otra manera. Y cuando llega el momento... ¿como lo soportamos? ¿como lo integramos en nuestra vida? ¿como podemos seguir viviendo? La incertidumbre de lo que pueda pasar es algo que no podemos evitar y a primera vista, a pesar de lo obvio, la fuente de mayor vulnerabilidad es la perdida de la vida. Lo ignoremos o no, sigue siendo la piedra angular de nuestra vida. La idea de no estar aquí es, en mayor o menor medida, la que genera la angustia. Y esto simplemente porque, en ultima instancia, no somos creaturas del momento sino seres para quienes el futuro importa ya que los compromisos mas importantes de nuestra existencia son proyectos que orientan y le dan sentido a nuestras acciones. La muerte corta nuestra relación con quienes llenan nuestra vida y aniquila los proyectos que la definen. Y es la consciencia de esta vulnerabilidad la que nunca nos abandona... ¿como, entonces, copamos con el acecho de esta larga y siniestra sombra?      

 

Los sabios de la antigüedad han ofrecido guías que supuestamente nos hacen invulnerables al dolor y la tragedia de la vida.

 

En la visión budista, por ejemplo, todo cambia, se disuelve y se convierte en otra cosa. No hay permanencia, solo su apariencia y lo único que existe es el constante  flujo cósmico. Las cosas que nos rodean, como la mesa y la silla en la que ahora me siento, pueden  a primera vista aparecer como una realidad permanente. Pero una mirada mas cuidadosa revela algo bien diferente. La mesa y la silla no siempre existieron. Antes de ellas había madera y antes de eso había tierra y nutrientes. Además no siempre estarán aquí. Con el tiempo se romperán y se convertirán en otra cosa. Lo que llamamos mesa y silla es solo un momento en un proceso mas grande de cambio. Y esta es la verdad de todas las cosas. Y lo inquietante es que lo que vale para ellas también vale para nosotros. No siempre hemos estado aquí y no siempre estaremos. Somos como la onda en el mar. Mientras la ola se levanta, parezco tener una existencia independiente. Sin embargo, soy solo un movimiento del mar y mi muerte no es nada mas que un choque de agua contra el agua del mar. Mi verdad es que soy del mar y como ola parezco independiente de el solo por un momento. En ultima  instancia lo que existe es solo el devenir, lo que el budismo llama Uno o el Vacío, del cual somos parte. Cuando fallamos en ver el Vacío, creemos ser seres independientes, algo que existe fuera del flujo que es el Uno y nos apegamos a cosas que en realidad son solo momentos pasajeros y es su desaparición lo que nos lleva al sufrimiento y desesperación. Si sufrimos es porque anhelamos. Si acabamos con el anhelo y apego a las cosas acabaremos con el sufrimiento. Quien mantiene la doctrina de la vacuidad no se siente atraído por las cosas de este mundo porque ellas no tienen base e, incluso, la muerte no le molesta ya que es solo parte del proceso del Ser, del Uno o del Vacío. El Nirvana define el momento en que logramos la invulnerabilidad al sufrimiento y la vía para lograrlo es la meditación. Y, al igual que el budismo, el Taoismo proclama que todas las criaturas surgen de misteriosos procesos del universo para luego volver a ellos. Todo lo que hay son manifestaciones temporales que salen y retornan a lo que les dan origen y este proceso es el Dao, o El Camino, que de alguna manera da origen a todo lo que existe. En una versión mas contemporánea podemos pensar en el Dao en términos del medio ambiente. Nazco y tengo mi existencia en esta Tierra. Finalmente moriré y regresare a la Tierra. De una u otra forma desapareceré y me convertiré en parte del proceso de cambio que caracteriza nuestro planeta. Y este es el Dao y su comprensión nos permite aceptar el universo como el proceso que es. Le decimos que si a todo sin perseguir las ilusiones de permanencia que las trampas ideológicas nos llevan a creer. Cuando desconectamos nuestros engranajes emocionales de los engranajes del mundo pasamos finalmente del sufrimiento a un lugar de imperturbabilidad.

 

Cuando Anaxágoras se entero de la muerte de su hijo reacciono diciendo que “siempre supe que mi hijo era un mortal”. Una imagen que resume lo que creemos que es el Estoicismo. Aunque esta creencia es coherente con el estoicismo, la resignación frente a un cosmos indiferente, o incluso cruel, es errónea. Para los estoicos el universo es completamente racional. Nada sucede que no pueda suceder. La reacción de Anaxágoras, lejos de ser un ejemplo de resignación, fue un modelo de aceptación e incluso de afirmación de un universo racional. Una idea que para nosotros es, en el mejor de los casos, ajena. No hay nada racional en donde reina el mal, ya sea natural o humano. Hay por todos lados tragedias, accidentes, injusticias, guerras, explotaciones y crueldades sin sentido. Creer en un universo racional a esta altura de la historia se nos aparece como un acto de ignorancia en lugar de una sabiduría filosófica. El estoicismo, sin embargo, aborda este problema desde otro ángulo. En lugar de enfocarse en el mal, se dirige al problema de la vida... ¿como podemos vivir en un mundo de dolor y sufrimiento? Si el universo es racional, entonces no nos pondrá ante tareas que no podamos superar para vivir una buena vida. Y si es así... ¿como podemos vivirla?  O mejor aun... ¿qué podemos controlar? Hay una infinidad de cosas que no podemos controlar. Pero lo que si podemos controlar es nuestra relación con el mundo. Y la buena vida consiste solo en las cosas en las que tenemos dominio y aceptar lo que sucede mas allá de nuestra voluntad. Como dice Epictetus... “no busques que las cosas que suceden sucedan como deseas. Desea mas bien que las cosas que suceden sean como son y tendrás un tranquilo fluir de vida”. Y según Marcos... “todos morimos y somos olvidados. Así es como funciona el universo. Su racionalidad debería alejarnos de la resistencia a la muerte”. La tranquilidad estoica, entonces, es un logro que consiste en abandonar el deseo de que las cosas sean de cierta manera y aceptarlas tal como son. Y esta es la apuesta filosófica de los estoicos.

 

Pero la vida, por ultimo, a pesar de los estoicos, es la búsqueda del placer... ¿cierto? Si pensamos en Epicuro ciertamente así es. No hay nadie que de alguna manera no busque el placer, aunque, según Epicuro, no cualquiera. Solo ese que nos trae serenidad, libre de preocupaciones e inquietudes innecesarias. Podríamos decir ese que nos trae la alegría de vivir en este momento particular y que requiere muy poco para ser experimentado. Es el disfrute del acto mismo de vivir. Todo placer es bueno, pero no significa que todos los placeres deben perseguirse, especialmente aquellos que terminan en frustración. Solo busquemos los que valen la pena de perseguir, solo aquellos deseos que son necesarios y surgen del grito de la carne... “no tener hambre, no tener sed, no tener frio. Porque si alguien tiene estas cosas y confía en tenerlas en el futuro, podría contender incluso con Zeus por la felicidad”. Pero... ¿qué pasa con la muerte? ¿no es ella la que pone fin a nuestros placeres? La muerte no debería ser una preocupación. “Acostumbra a creer que la muerte no es nada para nosotros. Somos criaturas de sensaciones y cuando morimos perdemos toda sensación. Por tanto no tenemos nada que temer en la muerte. No habrá nadie ahí que sienta placer o dolor. Cuando existimos la muerte aun no esta presente y cuando la muerte esta presente, no existimos”. Por tanto no hay nada que temer. La muerte no puede ser una perdida para la persona que muere, ya que esa persona ya no esta allí.

 

Hay algo tremendamente atractivo en todas estas visiones filosóficas, especialmente en el epicureísmo... ¿quién no va a querer tener una vida llena de serenidad y felicidad, invulnerable al terror de la muerte? Y, sin embargo, las cosas son bien diferentes cuando llega el momento. Como dice el filosofo Todd May, el invulnerabilismo es en ultima instancia demasiado desvinculado emocionalmente del mundo como para que cualquiera de ellos sea una visión filosófica que pueda guiar nuestras vidas. Personalmente es preferible una existencia menos serena en lugar de adoptar una vida invulnerable. Si miramos el mundo vemos que esta lleno de injusticias y ninguna de estas doctrinas ofrecen una guía de cómo enfrentarlas. El mensaje pareciera ser... “No te preocupes acerca del mundo, preocúpate solo acerca de ti mismo”. E incluso aquí es problemático, especialmente en relación a la muerte. Y mas importante, de la muerte de quien es parte y sentido de nuestras vidas... ¿Por qué, entonces, tendríamos que negar la pena y la tristeza que nos deja? Podemos recuperarnos, pero en el fondo no hay sustituibilidad aquí. Llegar a ser invulnerable es un proyecto. Y de hecho puede ser de ayuda en Asuntos Pequeños, cuestiones que no tienen grandes consecuencias. Pero no todos los asuntos son pequeños. Hay Asuntos Grandes frente a los cuales es difícil, sino imposible, mantener nuestra tranquilidad y, tal vez, ni siquiera queremos hacerlo. La vulnerabilidad es nuestro estado natural. Eventualmente vamos a tener que sufrir fracasos, perdidas, enfermedades, depresiones y ansiedades. Frente a todo esto... ¿querríamos ser personas que no se lamentan por perdidas importantes? Sufrir en el caso de Asuntos Grandes es una expresión no solo de quienes somos, sino de lo que queremos ser. Es el precio que pagamos por importarnos la vida y el bienestar de quienes amamos. Algo bien diferente de la serena compasión budista que mantiene un desapego emocional. Y la aceptación estoica tiene sus limites. Es una tregua con el mundo que el mundo a veces rompe. La contingencia de las cosas y la tristeza que la acompaña es parte ineludible de nuestra vida. Si hay algo que permite continuar en esos momentos es que, con suerte, hay alguien con quien compartir la experiencia.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


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