Sunday, February 2, 2025

La desaparición del sujeto

 

La verdad no es que haya desaparecido, sino que, al parecer, todavía no ha aparecido. Si crees que  tu  existencia depende de tu habilidad de verte a ti mismo como único, auto suficiente,  distinto de los demás y como  poseedor de tus propias decisiones,  pensamientos y autocontrol y libre de las estructuras es, según los nuevos magos teóricos del posmodernismo, una creencia ilusoria, una pura  fantasía de la ideología liberal y humanista.

 

Esto no debiera sorprendernos demasiado porque ya a principios del siglo pasado Freud y luego el psicoanálisis describieron   como los sujetos habitan precariamente una gama de posiciones, adoptando a veces roles  particulares debido a su historia personal o a la acción de otros, lo que muestra  que no estamos completamente en control. Foucault fue un paso mas allá, al considerar que el sujeto, digamos tu y yo, somos  un simple efecto de poder. La tendencia en general en el posestructuralismo es la de ver al sujeto como el efecto de una estructura en lugar de verlo cómo su fuente u origen. El sujeto no habla y no es el origen del sentido, sino  quien habla es la Ley y la Cultura. La deconstrucción posmoderna de las grandes narrativas no dejo intacta la mas grandiosa de todas ellas, la del Sujeto mismo. Si las pretensiones de verdad objetiva son una narrativa que debe ser disipada, igualmente la subjetividad es un mito. Si se cuestiona el fundamento objetivo y singular, también debe cuestionarse el Sujeto singular y unificado.

 

Algo parecido encontramos también  en el análisis ideológico marxista del siglo pasado  al restarle importancia al sujeto al enfocar su interés primordialmente en grupos o clases de individuos y por su interés en la construcción de la subjetividad individual a través de las acciones de instituciones como el estado. Sin embargo, a pesar de ello, el análisis ideológico todavía conserva la noción de sujeto individual  capaz de resistir  las presiones ideológicas y controlar sus acciones. La teoría del discurso, en cambio, tiene mucho mas dificultad para localizar, describir y dar cuenta del sujeto individual que resiste al poder. Si el sujeto es solo el efecto de discursos dominantes... ¿de donde, entonces, podría venir la resistencia al poder?  ¿Será esta la razón de que las revoluciones fallan?  

 

Si consideramos que el individuo no existe antes que la sociedad y que esta no es un contrato entre individuos plenamente constituidos, entonces la idea de que el Sujeto debe su existencia enteramente al orden social, de que es un efecto social contingente, entonces la idea de que la subjetividad es parcial, en lugar de ser universal, se nos aparece mucho mas probable. Aquellos que la sociedad se digna ennoblecer como “Sujetos”  resultan ser una casta estrecha y particular de individuos que excluye otros sectores como las clases bajas, las mujeres, los no europeos, los pueblos originarios     y otros. Que el sujeto esta históricamente y socialmente  limitado es incuestionablemente cierto.

 

¿Pero, se sigue de esto que el sujeto es meramente una ilusión o que el estatus de la subjetividad debe ser abolida?  Si recordamos bien, Marx criticó al Sujeto burgués por sus limitaciones, pero no pretendía abolir por completo al Sujeto histórico. El reemplazo la vieja pareja individuo/esencia humana en la teoría de la historia por nuevos y apropiadamente impersonales conceptos como fuerzas de producción, relaciones de producción, infra estructura, súper estructura, etc. pero sin la intención de borrar la agencia humana, sino resaltar las barreras para su plena realización.

 

Es esta creencia de una agencia humana reprimida por el sistema la que esta en cuestión. Si consideramos que el Sujeto no existe antes que la sociedad... ¿como entonces nos convertimos en sujetos? Si tengo ciertas opiniones políticas, si me comporto de cierta manera, si tengo ciertas preferencia de comida y un numero de prejuicios ¿como llego a tener esas opiniones, comportamientos y preferencias?

 

Althusser, desprendiéndose del lado humanista de Marx, enfatiza la idea de que la creación del Sujeto es producto de una imposición desde fuera, de instituciones como la familia, la iglesia, la escuela, el estado, los medios de comunicación e, incluso, de parte de uno mismo que inscriben en uno una identidad dada, idea que retoma Foucault en su relato histórico de la formación del Sujeto moderno modelado por la prisión, las escuelas y los hospitales que disciplinan los cuerpos a través de técnicas de vigilancia y entrevistas. Una institución educativa, por ejemplo, constituye un bloque de capacidad, comunicación y poder. La actividad que asegura el aprendizaje y la adquisición de aptitudes o formas de comportamiento se desarrolla por medio un conjunto de comunicaciones reguladas por lecciones, preguntas y respuestas, ordenes, exhortaciones, signos codificados de obediencia, marcas de diferenciación del valor de cada persona y de los niveles de conocimiento, además  de toda una serie de procesos de poder tales como encierro, vigilancia, premio y castigo y jerarquía piramidal. El poder, según esto,  produce realidad, dominios de objetos y rituales de verdad. El individuo y el conocimiento se producen a través de el. A nivel operativo la maquinaria del poder es operada por personas que actúan consciente e intencionalmente. Pero, a nivel estructural, es la maquinaria la que dicta las reglas, las  técnicas, la racionalidad, los  fundamentos y los objetivos del poder, sin respeto por la autonomía de las subjetividades o individualidades. En este nuevo siglo las tecnologías digitales, por ejemplo, tienen el potencial de despojar a los humanos de su autoridad y traspasarla a la inteligencia artificial.  La voluntad humana, que se supone nos define, impulsa a desarrollar tecnologías que pueden controlar y rediseñar la voluntad. Una vez que tengamos ese control, la voluntad  pasaría a ser solo otro producto diseñado. En ese momento... ¿podríamos decir que la voluntad y experiencia humana son la fuente suprema de autoridad y significado? 

 

Judith Butler, igualmente, escribe que el poder se nos impone y, debilitados por su fuerza, llegamos a internalizar o aceptar sus términos. El poder, que primero aparece como externo, presionado sobre el sujeto, empujando al sujeto a la subordinación, asume una forma psíquica que constituye la identidad propia del sujeto. Es la internalización del discurso del poder lo que crea el Sujeto. La sujeción consiste precisamente en esta dependencia fundamental  de un discurso particular.  

 

La creencia modernista de que somos los autores de la historia, capaces de colocarnos por encima de los eventos corrientes y racionalmente dirigir nuestras conductas hacia el futuro se aparece  como una ficción bastante dudosa, especialmente  si miramos como hoy la historia se orienta directamente hacia el abismo, fuera de control  y de que, incluso, carecemos  del deseo de desviarla hacia rutas mas seguras.

 

La critica de la subjetividad, como vemos,  al comienzo se mueve tentativamente. Pero luego, al ver que  hay poca resistencia, se precipita hacia delante, empujando mucho mas fuerte, hasta que la débil perspectiva de ayer se convierte en la perspectiva establecida de hoy. Así llegamos a la idea de que puesto que no hay nada pre determinado o natural sobre el yo, cualquiera de sus decisiones o características podrían  ser  fabricación de las estructuras, las tecnologías o los aparatos del poder.

 

El dilema de si es realmente el yo quien  decide no carece de sentido. El tener una plena  comprensión de las fuerzas que nos dan forma nos permite  colocarlas bajo la luz del pensamiento critico. Lo que nos revela, sin embargo, puede percibirse como un peligro nihilista al descubrir que si no somos la fuente del yo, que es lo que hace que la vida valga la pena, podemos perder la adherencia a los principios y valores fundamentales que nos dan sentido, porque ahora los percibiremos como algo  impuesto desde fuera.       

 

Si el yo es un artefacto del poder, incluso cuando creía que resistía con éxito al poder... ¿quiere decir entonces que somos conejillos de india humanos en el gran laboratorio social  en el que los poderes facticos experimentan con juegos, medios, lenguaje y herramientas de represión fascista?

 

Esta es la paradoja... la subjetividad parece mas o menos establecida hasta que ella  se detiene a si misma para preguntarse como puede ser que el sujeto, tomado como condición e instrumento de la agencia, sea al mismo tiempo  el efecto de la subordinación, entendida como la privación de la agencia. La pregunta obvia que esto  plantea es ... ¿desde donde, entonces, habla el critico? Por supuesto, no desde una posición libre de las ideas,  practicas y presiones institucionales que esta analizando. El critico, según Foucault, no pretende hablar desde una posición de “verdad”. Es perfectamente consciente del hecho de que el mismo, como sujeto, solo puede hablar dentro de los limites impuestos por los entramados discursivos que circulan en su época. Pero esto no quiere decir que no sea posible ser critico. Solo quiere decir que hay límites para lo que se pueda pensar y, en particular, que hay limites para lo que se pueda clasificar como “cognoscible”.

 

El hecho es que, a pesar de que nuestro destino colectivo no contiene ninguna promesa de liberación de los efectos de los aparatos de poder, la gente se rebela, siendo así como la subjetividad entra en la historia... las mujeres arriesgan su seguridad luchando en contra del poder patriarcal, el homosexual en contra de la humillación y discriminación, el convicto arriesga su vida para protestar del castigo injusto y uno que otro  pueblo rechazan el régimen que los oprime. Sin embargo, esto no asegura el mañana prometido.

 

Lo que esta narrativa posmodernista sugiere es que la persona es el punto en donde distintos discursos convergen, en lugar de ser la expresión de una esencia o centro interno. La identidad personal, mas que ninguna otra cosa, es una interpretación basada en una subjetividad culturalmente construida. Esta noción nos libera del esencialismo. Pero... también nos libera de nuestra propia autonomía.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


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