Las ruedas
Ardientes
Del
Sol
Incendiaron
Mi
Horizonte
De
Ayer.
Su
Calor
Lo
Mato.
Nieves.
Simone de Beauvoir, en el Segundo Sexo, describe como, después de tener relaciones sexuales, el hombre siente que el cuerpo de la mujer esta plano y flácido y la mujer siente, en paralelo, que el cuerpo del hombre es generalmente poco atractivo, por no decir ligeramente ridículo. Algo que con cierta frecuencia la farsa teatral usa para hacernos reír... ¿pero, es eso a lo que por ultimo queda reducida la relación sexual?
En el momento en que todos hablaban de relaciones sexuales, Jacques Lacan respondió diciendo que realmente no existe tal cosa. En el sexo, cada individuo esta en gran medida solo. Naturalmente, el cuerpo del otro tiene que ser mediado, pero al final, el placer siempre será tu placer. El sexo separa, no une. El abrazo sexual es una representación imaginaria. Lo que es real es el placer que te aleja del otro. Lo real es narcisismo, lo que une es imaginario. Por tanto no hay relación sexual. Pero agrega... si no hay relación sexual en la sexualidad, el amor es lo que llena la ausencia de relación sexual.
No hay que confundir esto, sin embargo, con quienes proclaman que el amor es solo un disfraz de las relaciones sexuales, un lienzo imaginario pintado sobre la realidad del sexo. El amor, si precisamos las cosas, es solo el camuflaje del deseo, algo que la imaginación construye para dar un barniz al deseo sexual. Este es realmente lo único que existe. Por tanto olvídate de todo eso y simplemente hazlo. Para Lacan, por el contrario, el amor es el intento de acercarse al ser del otro. En el amor el individuo va mas allá de si mismo, mas allá del narcicismo. En el sexo, uno esta en relación consigo mismo a través de la mediación del otro. El otro le ayuda a descubrir la realidad del placer. En el amor la mediación del otro es suficiente en si misma. Tal es la naturaleza del encuentro amoroso. Uno va a tomar al otro, a hacerlo existir uno, tal como es. El amor no puede ser, y de hecho no es, un mero manto para el deseo sexual o una estrategia química sofisticada para asegurar la supervivencia de la especie que, por ultimo, no vale la pena que exista, como decía Schopenhauer.
A primera vista, entonces, pareciera ser que el amor es lo que la imaginación emplea para llenar el vacío creado por el sexo. El sexo por esplendido que sea, y ciertamente lo es, termina en un cierto vacío. De ahí que requiera de una constante repetición. Hay que empezar una y otra vez. Pero luego el amor descubre de que algo existe en ese vacío, de que los amantes están unidos por algo mas aparte de esa relación que no existe. El deseo, primero, se centra en el otro, de una manera un tanto fetichista, en objetos particulares del cuerpo de la pareja. El amor, en cambio, se centra en el ser mismo del otro, en el otro tal como ha irrumpido en nuestra vida. Una irrupción que completamente trastoca nuestra existencia. Y por eso no es extraño que Zizek diga que el amor es una catástrofe, una enfermedad loca que arruina la vida, pero que en algún sentido descubre el verdadero ser que hace que la vida valga la pena de ser vivida. Es la clásica imagen de Eros disparando la flecha de Cupido que, cuando uno menos lo espera, cuando uno va tranquilamente viviendo la vida día a día, el disparo del amor llega justo en medio del corazón. La idea aquí es que uno no encuentra el amor sino que el amor nos encuentra de súbito, cuando uno no siente su necesidad. Y es por eso que aparece como un desastre porque de pronto rompe y trastoca completamente el equilibrio de nuestra vida. Cuando uno esta enamorado las cosas que solían dar alegría ahora dejan de tener el mismo atractivo porque la atención esta constantemente dirigida hacia esa otra persona. Es algo así como pasar de estar bien a no estar bien, a menos que uno este con esa persona. Es lo que comúnmente llamamos infatuación o amor ciego, que todavía no entra necesariamente en el ámbito del amor. La diferencia es que la infatuación es relativamente segura, no tienes que actuar sobre ella, algo que permite mantener el amor alejado, como cuando, por ejemplo, alguien se enamora de una celebridad o de una persona que mantiene a distancia. Aquí uno puede disfrutar la idea del amor sin tener necesariamente que actuar sobre el y correr la posibilidad de ser rechazado. El amor, en cambio, es lo que interrumpe la unidad y seguridad de la infatuación al revolucionar fundamentalmente la manera en que uno estructura la vida interior. Llevábamos, por ejemplo, una vida en la que las coordinadas que nos guiaban nos aparecían claramente, sabíamos lo que teníamos que hacer, sabíamos que era lo correcto y que no lo era y sabíamos como gobernarnos. Y de pronto esta revolución interna coloca todo de patas arriba y empezamos a vivir entre ese nebuloso estado en el que ya no somos y aun no sabemos que vamos a ser.
Es en este sentido en el que el amor es un desastre, pero un bello desastre que abre la puerta hacia un mundo diferente. Un mundo que se vive desde el punto de vista de dos y no de uno. Como dice Badiou, un mundo que se vive, se desarrolla y se siente desde el punto de vista de la diferencia y no de la identidad. Un proyecto que incluye no solo el sexo, pero mil cosas mas. Digamos, la construcción de un mundo desde un punto de vista descentrado y distinto al de mi mero impulso de sobrevivir o reafirmar mi propia identidad. Dos figuras, dos posturas interpretativas diferentes que inicialmente separa y disloca. El amor siempre implica Dos, escena que interrumpe lo Mismo a favor de lo Otro. Y esta es una riesgosa y nueva manera de experimentar y ver la vida. En la concepción romántica del amor, el amor se enciende, consuma y consume simultáneamente en el encuentro, en ese momento mágico que se siente como si estuviéramos fuera del mundo tal como realmente es. Algo así como un milagro o intensidad existencial que nos saca de nuestro lugar. Cuando las cosas suceden de esta manera, sin embargo, no estamos presenciando la “escena de Dos”, sino la “escena de Uno”. Una interpretación artísticamente hermosa, pero que existencialmente es bien deficiente. Un mito artístico poderoso, ciertamente, pero no una genuina filosofía del amor. No podemos reducir este solo al encuentro y relación introspectiva de dos personas porque el amor es una construcción a través del tiempo. Después de todo el amor ocurre en el mundo. Lo notable no es el éxtasis del comienzo, por muy maravilloso que sea, sino su tenacidad. Renunciar ante el primer obstáculo, el primer desacuerdo serio, la primera pelea es solo distorsionar el amor. La experiencia amorosa verdadera es la que triunfa duraderamente, a veces dolorosa y trágicamente, sobre los obstáculos erigidos por el tiempo. De lo que surgió como una mera casualidad se extrae algo que perdura y persiste. En breve, un compromiso, una fidelidad, algo que el filosofo francés André Gorz, editor de “Les Temps Modernes”, resume maravillosamente en la carta a su esposa Dorine... “Pronto tendrás ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, pesas solo cuarenta y cinco kilos y, sin embargo, estas bella, graciosa y deseable como siempre. Ya llevamos cincuenta y ocho años viviendo juntos y te amo mas que nunca. En el hueco de mi pecho puedo sentir de nuevo ese vacío devastador que solo puede ser llenado por el calor de tu cuerpo contra el mío”. Frente a esto las historias románticas guardan silencio.
Pero, después de todo... ¿no será que esta experiencia radical que la tradición histórica reconoce esta amenazada o, incluso, muerta, en un mundo en donde prevalece el individualismo egoísta narcisista y los valores del mercado? Esto es lo que justamente el filosofo coreano Byung-Chul Han teme. Hoy día, dice, el amor se esta convirtiendo en sexualidad y, por la misma razón, se lo esta sometiendo a un mandamiento de actuación. El sexo significa logro y rendimiento. Y la sensualidad representa un capital que se debe incrementar. El cuerpo, con su valor de exhibición, se ha convertido en una mercancía. Y cuando el Otro se percibe como un objeto sexual, la “distancia primordial” se erosiona. El Otro como objeto sexual ya no es un “Tu”. Es imposible tener una relación con el y la habilidad de experimentar al Otro en términos de su alteridad se pierde. El amor, en estas circunstancias, se convierte entonces solo en una formula para el disfrute y la generación de sentimientos placenteros. Ya no representa una trama, una narración o un drama, sino solo una emoción y una excitación intrascendente, incompatible con el alejamiento y la demora del Otro.
El filosofo humanista y sacerdote católico Marsilio Ficino, durante el Renacimiento italiano expreso que el amor es la “enfermedad erótica mas grave de todas”, un cambio que “quita al hombre lo que es suyo y lo transforma en la naturaleza de otro”. Bueno, don Marsilio, en realidad hoy no tenemos que preocuparnos mucho de eso. Gracias a los sitios de citas Meetic se puede conseguir “El amor sin azar” o, mejor aun, “El amor perfecto sin sufrir”. Nada de éxtasis, solo “Enamórate sin enamorarte”. Y los consejeros y entrenadores del amor ofrecen test de compatibilidad para evitar todo tipo de peligros. La elección de la pareja cuidadosamente buscada en el Internet con una foto, detalles de sus gustos, fecha de nacimiento y signo del horóscopo, toda una mezcla que ofrece una opción sin riesgo.
La herida y transformación que constituyen la negatividad del amor, hoy, a través de su creciente positivización y domesticación, esta desapareciendo por completo y en su lugar solo se busca la confirmación de si mismo en el Otro.
Nieves y Miro Fuenzalida.
Las palabras
De
Mis versos
Se
Descuelgan
De
Mi cuaderno
Como
Saltisbanquis
Del
Circo
Vital.
Quieren
Bailar
Tangos
Apasionados
Con
Los lápices
Y
Tomar
Un café
Con
Sus amigas
Las comas
Y
Sus amigos
Los puntos suspensivos
En
El gimnasio
De
La lirica
de
la imaginación.
Nieves.
La verdad no es que haya desaparecido, sino que, al parecer, todavía no ha aparecido. Si crees que tu existencia depende de tu habilidad de verte a ti mismo como único, auto suficiente, distinto de los demás y como poseedor de tus propias decisiones, pensamientos y autocontrol y libre de las estructuras es, según los nuevos magos teóricos del posmodernismo, una creencia ilusoria, una pura fantasía de la ideología liberal y humanista.
Esto no debiera sorprendernos demasiado porque ya a principios del siglo pasado Freud y luego el psicoanálisis describieron como los sujetos habitan precariamente una gama de posiciones, adoptando a veces roles particulares debido a su historia personal o a la acción de otros, lo que muestra que no estamos completamente en control. Foucault fue un paso mas allá, al considerar que el sujeto, digamos tu y yo, somos un simple efecto de poder. La tendencia en general en el posestructuralismo es la de ver al sujeto como el efecto de una estructura en lugar de verlo cómo su fuente u origen. El sujeto no habla y no es el origen del sentido, sino quien habla es la Ley y la Cultura. La deconstrucción posmoderna de las grandes narrativas no dejo intacta la mas grandiosa de todas ellas, la del Sujeto mismo. Si las pretensiones de verdad objetiva son una narrativa que debe ser disipada, igualmente la subjetividad es un mito. Si se cuestiona el fundamento objetivo y singular, también debe cuestionarse el Sujeto singular y unificado.
Algo parecido encontramos también en el análisis ideológico marxista del siglo pasado al restarle importancia al sujeto al enfocar su interés primordialmente en grupos o clases de individuos y por su interés en la construcción de la subjetividad individual a través de las acciones de instituciones como el estado. Sin embargo, a pesar de ello, el análisis ideológico todavía conserva la noción de sujeto individual capaz de resistir las presiones ideológicas y controlar sus acciones. La teoría del discurso, en cambio, tiene mucho mas dificultad para localizar, describir y dar cuenta del sujeto individual que resiste al poder. Si el sujeto es solo el efecto de discursos dominantes... ¿de donde, entonces, podría venir la resistencia al poder? ¿Será esta la razón de que las revoluciones fallan?
Si consideramos que el individuo no existe antes que la sociedad y que esta no es un contrato entre individuos plenamente constituidos, entonces la idea de que el Sujeto debe su existencia enteramente al orden social, de que es un efecto social contingente, entonces la idea de que la subjetividad es parcial, en lugar de ser universal, se nos aparece mucho mas probable. Aquellos que la sociedad se digna ennoblecer como “Sujetos” resultan ser una casta estrecha y particular de individuos que excluye otros sectores como las clases bajas, las mujeres, los no europeos, los pueblos originarios y otros. Que el sujeto esta históricamente y socialmente limitado es incuestionablemente cierto.
¿Pero, se sigue de esto que el sujeto es meramente una ilusión o que el estatus de la subjetividad debe ser abolida? Si recordamos bien, Marx criticó al Sujeto burgués por sus limitaciones, pero no pretendía abolir por completo al Sujeto histórico. El reemplazo la vieja pareja individuo/esencia humana en la teoría de la historia por nuevos y apropiadamente impersonales conceptos como fuerzas de producción, relaciones de producción, infra estructura, súper estructura, etc. pero sin la intención de borrar la agencia humana, sino resaltar las barreras para su plena realización.
Es esta creencia de una agencia humana reprimida por el sistema la que esta en cuestión. Si consideramos que el Sujeto no existe antes que la sociedad... ¿como entonces nos convertimos en sujetos? Si tengo ciertas opiniones políticas, si me comporto de cierta manera, si tengo ciertas preferencia de comida y un numero de prejuicios ¿como llego a tener esas opiniones, comportamientos y preferencias?
Althusser, desprendiéndose del lado humanista de Marx, enfatiza la idea de que la creación del Sujeto es producto de una imposición desde fuera, de instituciones como la familia, la iglesia, la escuela, el estado, los medios de comunicación e, incluso, de parte de uno mismo que inscriben en uno una identidad dada, idea que retoma Foucault en su relato histórico de la formación del Sujeto moderno modelado por la prisión, las escuelas y los hospitales que disciplinan los cuerpos a través de técnicas de vigilancia y entrevistas. Una institución educativa, por ejemplo, constituye un bloque de capacidad, comunicación y poder. La actividad que asegura el aprendizaje y la adquisición de aptitudes o formas de comportamiento se desarrolla por medio un conjunto de comunicaciones reguladas por lecciones, preguntas y respuestas, ordenes, exhortaciones, signos codificados de obediencia, marcas de diferenciación del valor de cada persona y de los niveles de conocimiento, además de toda una serie de procesos de poder tales como encierro, vigilancia, premio y castigo y jerarquía piramidal. El poder, según esto, produce realidad, dominios de objetos y rituales de verdad. El individuo y el conocimiento se producen a través de el. A nivel operativo la maquinaria del poder es operada por personas que actúan consciente e intencionalmente. Pero, a nivel estructural, es la maquinaria la que dicta las reglas, las técnicas, la racionalidad, los fundamentos y los objetivos del poder, sin respeto por la autonomía de las subjetividades o individualidades. En este nuevo siglo las tecnologías digitales, por ejemplo, tienen el potencial de despojar a los humanos de su autoridad y traspasarla a la inteligencia artificial. La voluntad humana, que se supone nos define, impulsa a desarrollar tecnologías que pueden controlar y rediseñar la voluntad. Una vez que tengamos ese control, la voluntad pasaría a ser solo otro producto diseñado. En ese momento... ¿podríamos decir que la voluntad y experiencia humana son la fuente suprema de autoridad y significado?
Judith Butler, igualmente, escribe que el poder se nos impone y, debilitados por su fuerza, llegamos a internalizar o aceptar sus términos. El poder, que primero aparece como externo, presionado sobre el sujeto, empujando al sujeto a la subordinación, asume una forma psíquica que constituye la identidad propia del sujeto. Es la internalización del discurso del poder lo que crea el Sujeto. La sujeción consiste precisamente en esta dependencia fundamental de un discurso particular.
La creencia modernista de que somos los autores de la historia, capaces de colocarnos por encima de los eventos corrientes y racionalmente dirigir nuestras conductas hacia el futuro se aparece como una ficción bastante dudosa, especialmente si miramos como hoy la historia se orienta directamente hacia el abismo, fuera de control y de que, incluso, carecemos del deseo de desviarla hacia rutas mas seguras.
La critica de la subjetividad, como vemos, al comienzo se mueve tentativamente. Pero luego, al ver que hay poca resistencia, se precipita hacia delante, empujando mucho mas fuerte, hasta que la débil perspectiva de ayer se convierte en la perspectiva establecida de hoy. Así llegamos a la idea de que puesto que no hay nada pre determinado o natural sobre el yo, cualquiera de sus decisiones o características podrían ser fabricación de las estructuras, las tecnologías o los aparatos del poder.
El dilema de si es realmente el yo quien decide no carece de sentido. El tener una plena comprensión de las fuerzas que nos dan forma nos permite colocarlas bajo la luz del pensamiento critico. Lo que nos revela, sin embargo, puede percibirse como un peligro nihilista al descubrir que si no somos la fuente del yo, que es lo que hace que la vida valga la pena, podemos perder la adherencia a los principios y valores fundamentales que nos dan sentido, porque ahora los percibiremos como algo impuesto desde fuera.
Si el yo es un artefacto del poder, incluso cuando creía que resistía con éxito al poder... ¿quiere decir entonces que somos conejillos de india humanos en el gran laboratorio social en el que los poderes facticos experimentan con juegos, medios, lenguaje y herramientas de represión fascista?
Esta es la paradoja... la subjetividad parece mas o menos establecida hasta que ella se detiene a si misma para preguntarse como puede ser que el sujeto, tomado como condición e instrumento de la agencia, sea al mismo tiempo el efecto de la subordinación, entendida como la privación de la agencia. La pregunta obvia que esto plantea es ... ¿desde donde, entonces, habla el critico? Por supuesto, no desde una posición libre de las ideas, practicas y presiones institucionales que esta analizando. El critico, según Foucault, no pretende hablar desde una posición de “verdad”. Es perfectamente consciente del hecho de que el mismo, como sujeto, solo puede hablar dentro de los limites impuestos por los entramados discursivos que circulan en su época. Pero esto no quiere decir que no sea posible ser critico. Solo quiere decir que hay límites para lo que se pueda pensar y, en particular, que hay limites para lo que se pueda clasificar como “cognoscible”.
El hecho es que, a pesar de que nuestro destino colectivo no contiene ninguna promesa de liberación de los efectos de los aparatos de poder, la gente se rebela, siendo así como la subjetividad entra en la historia... las mujeres arriesgan su seguridad luchando en contra del poder patriarcal, el homosexual en contra de la humillación y discriminación, el convicto arriesga su vida para protestar del castigo injusto y uno que otro pueblo rechazan el régimen que los oprime. Sin embargo, esto no asegura el mañana prometido.
Lo que esta narrativa posmodernista sugiere es que la persona es el punto en donde distintos discursos convergen, en lugar de ser la expresión de una esencia o centro interno. La identidad personal, mas que ninguna otra cosa, es una interpretación basada en una subjetividad culturalmente construida. Esta noción nos libera del esencialismo. Pero... también nos libera de nuestra propia autonomía.
Nieves y Miro Fuenzalida.