Sunday, December 22, 2024

El loto y la ciencia

 

En el Manifiesto Comunista Marx expreso que... “Todo lo que es solido se disuelve en el aire...” imagen que evoca  una era capitalista en donde las costumbres, practicas, tradiciones e instituciones en las que la gente había confiado dejan de existir o permanecen solo como parodias monetizadas de si mismas. Esta disolución que Marx vio en su época, sin embargo, va mucho mas allá de lo meramente social y alcanza el centro mismo de la materia de la que todo depende.

 

El pensamiento budista, ese que los intelectuales occidentales nunca han considerado seriamente, hace ya mas de dos milenios, mucho antes que la física quántica, afirmaba que el vacío es la naturaleza ultima de todas las cosas. Todos los fenómenos del mundo y todo lo que vemos a nuestro alrededor carece de existencia permanente, intrínseca o autónoma. Un vacío que no debemos confundir con  la nada  que es solo un concepto definido en relación a la existencia. No tiene en si misma la mas mínima realidad. Si algo aparece es porque el potencial para manifestarse ya estaba eternamente  presente. Y si ya estaba presente el problema de la creación deja de ser tal al eliminar la idea de origen.

 

En el corazón del budismo yace la idea de la interdependencia, similar al concepto de inseparabilidad en física quántica, que cuestiona el sentido común que nos hace pensar que las cosas tienen un significado real, una independencia objetiva y una identidad intrínseca. Una mirada analítica mas cercana, sin embargo, nos indica que esta manera de ver los fenómenos es una construcción mental. Las cosas no existen por si mismas sino en relación con otras. Un evento solo puede ocurrir porque depende de otros eventos o, como ellos dicen, debido a una codeterminación o causalidad mutua. El mundo es un vasto flujo de eventos vinculados entre si en donde cada uno de ellos se refleja en los otros. Toda la realidad, podríamos decir, esta presente en cada una de sus partes. Hoy día no es raro, por ejemplo, que respiremos núcleos atómicos del incendio de 1666 que desbasto la ciudad de Londres o algunas de las moléculas del ultimo suspiro de Sócrates. Cuando un organismo vivo muere y se desintegra sus átomos se liberan de nuevo al medio ambiente y se integran en otros organismos. Nuestros cuerpos contienen alrededor de mil millones de átomos que alguna vez pudieron pertenecer a los dinosaurios que poblaron el planeta 248 millones de años atrás o a los bosque que una vez existieron en la Isla de Pascuas. Comprender la interdependencia es comprender el vacío, que no significa que las cosas no puedan funcionar, sino que que carecen de una realidad absoluta. La ultima naturaleza de los fenómenos, como dice el Dalai Lama, es la unión de apariencia y vacío.

 

Si esta manera de considerar el vacío como la ultima realidad fundamental nos parece extraña, no lo es tanto para la física cuántica. Desde la Grecia antigua el concepto de átomo ha sido una de las piedras angulares de la ciencia. Si una catástrofe hiciera desaparecer el conocimiento científico, el único concepto que debiéramos preservar, dice el científico Richard Feynman, es el de que “todas las cosas están hechas de átomos, pequeñas partículas en perpetuo movimiento”, idea que se remonta al siglo VI a.C. cuando Leucipo y Demócrito introdujeron la noción de que toda la materia esta compuesta de partículas eternas e indivisibles, idea que, después de un largo paréntesis debido a su reemplazo aristotélico con la teoría de los cuatro elementos... tierra, aire, fuego y agua... vuelve a  resurgir en 1869 cuando el químico ruso Dmitri Mendeleyev organizo los elementos según su peso atómico en lo que hoy llamamos tabla periódica basada en la convicción de que cada elemento químico consta de solo un tipo especifico de átomos. Y muy luego, la historia le dio la razón.

 

Y esta idea, la de que la materia consiste de átomos contiguos, esta en acuerdo con la física moderna y, por extraño que parezca, con la idea del vacío del budismo. Ahora sabemos que los átomos son, casi completamente, puro vacío. El núcleo representa el 99.9 por ciento de la energía de un átomo, pero su masa ocupa solo una milésima de una billonésima parte de su volumen. Ocupa el mismo espacio que un grano de arroz en un estadio de futbol. El resto esta ocupado por una nube de electrones. Si la materia nos parece continua es porque nuestros ojos no pueden ver el nivel atómico. Todo lo que nos rodea, la mesa, la silla y las paredes, por ejemplo, está compuesto casi completamente por el vacío. La única razón de que no podemos atravesar las paredes es porque los átomos están unidos por la fuerza electro magnética. 

 

Esta teoría atómica no refuta la idea budista del vacío como ultima realidad aunque, por ahora,  la teoría estándar sostiene que los quarts son las ultimas partículas indivisibles a nivel atómico porque explican exitosamente las propiedades de los cientos de partículas conocidas. Si así fuera, si realmente fueran las ultimas partículas indivisibles, tendríamos nuevamente una visión cosificada de las partículas, lo que no es del todo claro porque ellas solo viven una minúscula fracción de segundos, no aparecen en la materia que nos rodea y nacen durante las colisiones entre partículas en aceleradores. Y, para peor, no sabemos si realmente existen o son solo entidades teoréticas. Nunca hemos visto uno y de acuerdo a los experimentos no existen independientemente. Sin embargo, a pesar de ello, algunos físicos piensan que ciertas partículas serian eternas si se las dejara a su suerte, si no fueran bombardeadas por otras partículas. De los cientos de partículas conocidas solo unas pocas serian inmortales, como el electrón, el fotón y el neutrino, mientras permanezcan encerradas dentro del núcleo. Si no fuera así nuestros cuerpos se desintegrarían en un cuarto de hora. Cierto. Pero esto no significa que no cambien. Cuando un fotón solar inter actúa con la materia, digamos cuando un rayo de sol alumbra esta mesa, pierde parte de su energía que se convierte en calor. Su naturaleza ha cambiado e, incluso, hasta puede perder toda su energía y desaparecer. Aquí topamos con el limite de la inmortalidad. Todo, incluyendo las partículas, es contingente y, tarde o tempano, todo desaparece de acuerdo con la segunda ley de la termodinámica que establece que el universo tiende, con el tiempo, a la desintegración o desorden.

 

No diferente de la idea budista de impermanencia sutil. Sin cambio las cosas quedarían atrapadas en su forma actual y nada podría pasar. La causa de su destrucción para el budismo radica en su nacimiento mismo lo que descarta cualquier posibilidad de una ultima piedra fundamental o de una primera causa que posea una permanencia absoluta, sea Dios, una partícula elemental o, incluso, “las supercuerdas”, de las que hoy se habla, que prácticamente no tienen posibilidades de ser comprobadas experimentalmente. En su lugar lo que tenemos es una causalidad mutua  o co-emergencia, como dice el budismo,  similar al concepto de inseparabilidad en física cuántica. El mundo, en verdad, es un vasto flujo de eventos vinculados y condicionados entre si y la creencia de que las cosas preceden a sus relaciones es una mera ilusión. La forma de ser de los fenómenos es simplemente en relación de unos con otros, nunca en si mismos y es esta interdependencia la que actualmente permite que la realidad aparezca.    

 

La ciencia también  ha venido rebelando esta interdependencia, tanto a nivel macro cósmico como sub atómico. En 1998 Nicolás Gisin y sus colegas produjeron un par de fotones. Uno fue enviado a través de un cable de fibra óptica hacia el norte y el otro hacia el sur a seis millas de distancia. Una vez al final del cable eligieron  al azar una ruta corta o una larga la mitad de las veces y, curiosamente, ambos partículas  eligieron siempre la misma ruta... ¿como una “sabe”  instantáneamente lo que la otra esta haciendo, sin trasmisión de información, según el reloj atómico? Este es un problema si pensamos que la realidad esta fragmentada y localizada en cada fotón. El problema desaparece si admitimos que una y otra son parte de una realidad inseparable y no necesitan enviar ninguna señal porque constantemente permanecen en contacto. Otro fascinante experimento de física que muestra la interdependencia a nivel cósmico es el péndulo de Foucault. El físico francés Leon Foucault en 1851 colgó un péndulo del techo del Panteón de Paris. Una vez en movimiento el péndulo siempre cambiaba gradualmente de posición a medida que pasaba el tiempo. Si se colocaba de norte a sur, después de unas horas, oscilaba de este a oeste y en veinte cuatro horas daba un giro completo. Según Foucault, esto muestra que el movimiento es ilusorio. El péndulo siempre oscila en la misma dirección. Es la Tierra la que gira. La respuesta, sin embargo, fue incompleta. El movimiento absoluto no existe. Un movimiento solo puede ser descrito en comparación con un punto de referencia fijo. Si encontramos una estrella inmóvil entonces el péndulo orientado en su dirección siempre oscilara hacia ella. Si se mueve, entonces se alejara lentamente de la oscilación del péndulo. Comparada con el Sol, la galaxia Andrómeda, situada a 2 millones de años luz, se mueve mas lentamente, lo que indica que a mayor distancia el desplazamiento tiende a cero. Solo las galaxias mas distantes, situadas al borde del universo, a miles de millones de años luz, no se alejan desde el plano inicial de oscilación del péndulo. La conclusión es extraordinaria. El comportamiento del péndulo y lo que ocurre en la Tierra, no se basa en su entorno local, sino en las condiciones de las galaxias mas distantes o, en verdad, en todo el universo, lo que prueba la existencia de una cadena causal sin comienzo ni fin, que la teoría del Big Bang parece confirmar. El universo, según la teoría, nació del vacío cuántico o campo Higgs que no es un vacío tranquilo y pacifico, sino uno lleno de campos de energía, de fluctuaciones cuánticas, que pueden describirse como ondas de diferente índole. Un vacío lleno de partículas virtuales que al azar saltan a la existencia por una fracción de tiempo al tomar energía del vacío que devuelven inmediatamente al desaparecer, sin violar la ley de la conservación de energía. Si algo siempre sale del vacío es porque el vacío es inherentemente inestable lo que lleva a la hipótesis de un universo cíclico... un Big Crunch, lo opuesto al Big Bang, o, si no hay suficiente materia, una expansión continua hasta el fin de los tiempos quedando nuevamente en lugar del universo un inmenso vacío cuántico del que surja otro universo.

 

El punto de todo este largo relato es que la perspectiva cósmica enfatiza nuestra interdependencia. Los problemas ambientales que están destruyendo nuestra “casa”, junto con la pobreza, la guerra y la hambruna que  trascienden las barreras de raza, cultura o religión podríamos resolverlos si nos damos cuenta que nosotros somos interdependientes y que nuestra felicidad esta inextricablemente ligada a la de los demás. Obvio... ¿cierto? El asunto es que, por obvio que esto sea, la raza humana desde hace largo tiempo esta embarcada en la persecución de su propia autodestrucción.

 

Nieves y Miro  Fuenzalida.


No comments:

Post a Comment