A esta altura probablemente ya hayas visto un “Predictor”. Pero, si no, se trata de un pequeño dispositivo parecido al control remoto para abrir la puerta del automóvil. Sus únicas características son un botón y un emisor de luz verde que parpadea si presionas el botón. Específicamente, parpadea un segundo antes que presiones el botón. La mayoría dice que cuando lo prueban por primera vez, se siente como si estuvieran jugando un juego extraño en el que el objetivo es presionar el botón después de ver el destello. El problema es que cuando intentas romper las reglas, descubres que no puedes. Si intentas presionar el botón sin haber visto el destello, este aparece inmediatamente. Si esperas que aparezca, con la intención de no presionar el botón después, el destello nunca aparece. No importa lo que hagas, la luz siempre precede a la pulsación del botón. No hay forma de engañar al Predictor. La implicación inmediata es que el Predictor demuestra que no existe el libre albedrio...
Este es el comienza del pequeño cuento de ciencia ficción “What’s Expected of Us” del autor Ted Chiang, que sigue el ejemplo de Benjamín Libet que, en los 80’s del siglo pasado, demostró que la actividad neurológica inconsciente que lleva a la decisión consciente del sujeto para mover su mano empieza aproximadamente medio segundo antes que el sujeto sintiera que había decidido moverla. Es decir, la decisión para actuar es posterior a la iniciación del acto. Los estudios mas recientes con el uso de “MIR machine” han confirmado los hallazgos de Libet. La sensación de agencia llega después de que el cerebro ya se ha comprometido a realizar la acción. Es lo que llamamos determinismo.
¿Como esto es posible? Según la ciencia de los últimos siglos el comportamiento siempre ocurre porque algo que lo precedió lo causo... ¿significa entonces que el experimento de Libet constituye el fin del libre albedro?
No por si solo. Cuando nos enfocamos, no en el sujeto, sino en las causas previas llegamos a la conclusión de que la intención proviene de la biología interactuando con el medio ambiente.
Cuando trabajamos con la noción de que cada aspecto de la conducta tiene causas previas podemos decir que la conducta ocurrió debido a la acción de las neuronas en esta o aquella parte del cerebro en el segundo anterior, y minutos antes esas neuronas se activaron por un pensamiento, un recuerdo, una emoción o un estimulo sensorial. Y en las horas o días anteriores a la conducta, las hormonas en la circulación moldearon esos pensamientos, recuerdos y emociones y alteraron la sensibilidad del cerebro a determinados estímulos ambientales. Y en los meses anteriores o años anteriores, la experiencia y el entorno cambiaron el funcionamiento de esas neuronas, haciendo que algunas generaran nuevas conexiones y se volvieran mas excitables o provocando lo contrario en otras. Y si retrocedemos décadas tenemos que reconocer que durante la adolescencia todavía se estaba construyendo una región cerebral clave, moldeada por la socialización y la cultura. Y mas atrás, la experiencia infantil moldea la construcción del cerebro al igual que el entorno fetal. Y si, incluso, vamos aun mas atrás tenemos que tener en cuenta los genes que heredamos y sus efectos en el comportamiento... ¿de donde, entonces, viene la intención? De la biología interactuando con el entorno un segundo antes de la acción. Pero también de un minuto antes, una hora, un año, un milenio. Si bien es cierto que a veces parece que somos libres de hacer lo que queremos, nunca somos libres de querer lo que queremos.
Todas estas son variables sobre las que tenemos poco o ningún control. No somos nada mas ni nada menos que la suerte biológica y ambiental que nos ha tocado. Por supuesto no se puede refutar el libre albedrio basado en el resultado científico de una sola variable genética, neurológica o sociológica. Pero, y esto es lo increíblemente importante, si se juntan todos los resultados científicos, de todas las disciplinas relevantes, no hay lugar para el libre albedrio. Una mera fantasía que colocamos en nuestra vida. Para probar su existencia habría que demostrar que algún comportamiento simplemente ocurre de la nada. La verdad es que no hay ninguna neurona que inicie algún acto sin ser influenciada por otra neurona o por algún evento biológico previo. Esta acción sucedió, en realidad, debido a lo que vino justo antes, lo cual sucedió debido a lo que vino justo antes de eso y así sucesivamente. Como decía el Buda, nada viene de la nada.
No para Sartre. Nuestra inmersión en las estructuras físicas, biológicas, históricas y sociales, dice, no socaban nuestra libertad y esto no es lo único que determina nuestras intenciones. La libre elección es nuestra realidad y es esta la que nos condena a ser libres, queramos o no. Elegimos, pero no elegimos ser libres... “si pretendemos que el humano no es libre, la idea misma de opresión perdería todo sentido”.
Ciertamente... pero ¿como la libertad es posible dada la inmersión del para si en el en si? La cosa según Sartre es decidir si hay casos para los cuales no existe una causa previa o si no hay acción sin causa.
Si prestamos atención, descubrimos que toda acción es intencional, tiene un fin y el fin se refiere a una causa. La cuestión esencial, dice Sartre, se encuentra mas allá de la compleja organización causa-intención-acto-fin. Lo que debemos preguntar en realidad es como una causa se constituye como tal dentro de situaciones que no hemos elegido. Las acciones ciertamente tienen causas, pero son causas de un tipo especial. Si somos libres a pesar de las estructuras fácticas en las que estamos inmersos es porque estas carecen del poder de enunciar su propio significado. Lo dado se aprecia solo a partir de algo que todavía no existe. Mi facticidad puede surgir como adversa solo si elijo un proyecto con respecto al cual la existencia de ese dado es instrumentalmente relevante. Una montaña, por ejemplo, puede presentarse como un obstáculo si obstruye mi camino en medio del valle o una valiosa ayuda si quiero treparla para contemplar el paisaje. En si misma es neutra y solo se manifiesta como resistencia o no a la luz de mi proyecto. Nunca nos encontramos con la facticidad bruta, esta siempre esta teñida por nuestros programas de vida libremente elegidos. La resistencia que la libertad encuentra en el mundo, lejos de ser un peligro para la libertad es, por el contrario, lo que permite que esta exista. La libertad y la facticidad están inextricablemente entrelazadas. Fuera del contexto factico la libertad pierde todo significado. La libertad solo puede darse en seres finitos con un poder limitado, ya que la libertad es elección. Y toda elección supone eliminación y selección... “Toda elección es una elección de finitud”. Ella sirve de base para mi elección, pero no es suficiente para determinar mi elección. Ni siquiera en el estado de esclavitud.
¿Realmente? La resistencia ciertamente es una cosa, pero las barreras absolutas son otra... ¿Podríamos decir, por ejemplo, que un esclavo encadenado, impedido de realizar cualquier proyecto significativo, es libre? Obviamente no. Pero, para ser justos, Sartre no esta hablando del concepto empírico de libertad, de la capacidad de obtener los fines elegidos, sino de la libertad ontológica, de la autonomía de elección. Cualquiera sea la situación debemos preguntarnos... ¿qué debo hacer? ¿que es importante para mi? ¿qué defiendo? ¿cuales son mis valores? ¿quién soy? En suma... ¿qué quiero ser? Todas cuestiones relevantes tanto para el oprimido como para el opresor o el discapacitado. De una u otra manera, no importa quienes seamos, tenemos que elegir como constituimos nuestra situación.
Lo que queremos ser, entonces, es lo que finalmente organiza nuestros fines en una jerarquía coherente según la cual algunos se persiguen en beneficio de otros mas fundamentales que, a su vez, se persiguen en beneficio de aun otros mas primarios cuya fuente ultima es “la elección original”, aquella que permite, a lo menos en principio, explicar la vida personal. Si me levanto, por ejemplo, cuando el despertador suena es porque quiero llegar a la escuela y aprobar mis cursos para obtener mi titulo y así poder seguir la carrera que elegí y trabajar en lo que va a satisfacer mi vida. Desde un punto de vista puramente filosófico la realidad humana se identifica y define por los fines que se persiguen. Es por esto que Sartre dice que “la consciencia es lo que no es y no es lo que es”. El ser humano “no es lo que es” en el sentido que no es idéntico a lo que era en el pasado y “es lo que no es” en el sentido que aun no es lo que será en el futuro. El pasado es la solidificación del para-si, un ser en medio del mundo inundado por el en-si. No es que la consciencia se disocie de su pasado. Es solo que la consciencia presente es un para-si que nunca es idéntico con la consciencia pasada que se ha convertido en un en-si, es decir, en una realidad fáctica. Y el futuro es lo que tengo que ser y que aun no soy. El proyecto de un yo que va mas allá para convertirse en lo que es.
Muy bien. Pero... si vivimos en un mundo causal en donde nada surge sin una causa anterior como indica la ciencia... ¿como es posible un proyecto acausal? Y mas aun ¿de donde surge el proyecto original?
Lo que rompe la cadena causal, según Sartre, es la consciencia que rasga el ser-en-si-mismo, algo que tiene lugar cada vez que la consciencia se dirige hacia el objeto. Cuando la consciencia es consciente de algo, implícitamente es consciente de si misma como no siendo esa cosa. Cuando la consciencia percibe esta taza de café, por ejemplo, existe la aprehensión de la taza de café como el en-si que la consciencia no es. La taza de café existe, pero fuera de la consciencia. Por tanto, la consciencia es la nada en el sentido de no ser el ser-en-si y es consciente de su propia nada por medio de la autoconsciencia. El ser humano es el ser por medio del cual la nada viene al mundo.
En el cuento de Ted Chiang la gente,
después de perder el interés en el juego, no pudo evitar pensar en las
implicaciones de un futuro inmutable. Algunos se niegan a tomar decisiones y
dejan de participar en acciones espontaneas. Otros tienen que ser
hospitalizados porque ya no quieren alimentarse. El estado final es el mutismo
acinético. La capacidad de moverse permanece, pero la motivación desaparece.
Hasta no hace mucho la sospecha de que el libre albedrio no existe simplemente
no era dañina. Pero ahora... lo saben.
¿No es el caso de que, incluso si Sartre estuviera equivocado, cosa que no creemos, todavía necesitaríamos la ilusión del libre albedrio?
Nieves y Miro Fuenzalida.
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