¿No es paradójico que para recordar necesitamos olvidar? Y olvidar bastante. Sin el olvido prácticamente no podríamos funcionar en nuestra vida diaria ¿Pero, quien cree esto?
El olvido, la mayor parte del tiempo, se presenta como el enemigo al que hay que combatir. De lo que se trata, y esto lo sabemos desde la escuela primaria, es de recordar hechos, tantos como sea posible. Si tememos mas que nada la enfermedad de Alzheimer es porque afecta nuestra memoria, que es lo que nos hace ser lo que somos ¿No será esta la razón por la cual nos aferramos desesperadamente a nuestros recuerdos? Ciertamente el polo negativo de la memoria es el olvido, por lo que ha recibido, en general, bien poca atención. En filosofía es solo Nietzsche el que ha tenido una aproximación positiva del papel activo y esencial que el olvido tiene en nuestra vida y nuestros pensamientos.
Por supuesto no se trata de olvidar y borrar todo el pasado. No tiene nada de bueno olvidar donde dejamos los anteojos o con quien estamos casados. El asunto es mas complicado. Según Nietzsche, un ser humano que no posea el poder de olvidar estaría condenado a ver el estado del devenir por todas partes. Tal sujeto ya no podría creer ni siquiera en su propio ser. El olvido, dice, es esencial para cualquier tipo de acción. Sin el nuestra mente estaría llena del flujo Heracliteano que nos impediría creer en una si mismidad o ser estable. Sin esta creencia nos seria imposible enfocarnos en una acción u objetivo singular. Todo seria fugaz y sin sentido. Para funcionar necesitamos olvidar la transitoriedad de las cosas.
Imaginemos… ¿como seria recordar absolutamente todo? Por ejemplo, cada una de las películas que hemos visto a lo largo de nuestra vida…. cada uno de sus personajes, cada drama, cada dialogo, cada nota musical, cada rostro visto en la sala, etc., etc. ¿Cómo seria nuestra vida?
El sicólogo ruso A. R. Luria nos da una idea de cómo podría ser. En su libro “La Mente de un Mnemonista” cuenta la historia de un paciente que recordaba todo. Cualquiera secuencia de palabras, números o símbolos abstractos que se le presentara, podía recordarlos sin error. Su memoria no tenia limites, no importaba que prueba se le presentara. El veía las figuras como imágenes en hojas de papel en las que podía ver todos los números o palabras que se le pusieran en frente. Era capaz de nombrarlos de atrás para adelante y de adelante para atrás, independientemente de cuan grande fuera la cifra. Podía visualizar todo. Aprovechando esta habilidad se hizo Mnemonista, un actor profesional de la memoria, al que los espectadores le presentaban largas listas de números y palabras que el repetía. Con el tiempo su incapacidad para olvidar lo empezó a disturbar. Según Luria, los rastros de un estimulo no inhibían los de otros estímulos. No se extinguían con el tiempo, ni tampoco se hacían mas selectivos con el paso de los años. Las imágenes de números y palabras se le presentaban a su mente sin inhibición y esto empezó a enloquecerlo. Era un tormento. Cada palabra evocaba imágenes que chocaban entre ellas creando un caos mental. El pobre hombre ni siquiera podía captar la esencia de una historia o argumento al no poder olvidar lo que no era importante.
Lo que este caso sugiere es que la abstracción depende del olvido, de la edición mental. Luego, si la sugerencia es correcta, uno podría preguntarse… ¿no será por esto que la búsqueda de alucinogénicos es el cuarto impulso humano mas intenso después del alimento, agua y sexo? Según el escritor de plantas, Michael Polland, la existencia de THC (tetrahydrocannabinol), el mayor ingrediente psicoactivo de la mariguana, plantea una serie de interrogantes… ¿Por qué la planta lo produce ? ¿Cuál es su beneficio? ¿Por qué los químicos que lo componen alteran la conciencia? ¿Sera esta su razón de ser? Probablemente no. A no ser que creamos en una secreta conspiración botánica a la New Age. La mejor explicación es la que ve el THC como una defensa de la planta en contra de los predadores, mas eficaz que la del veneno que en corto plazo se vuelve inefectivo al crear resistencias, como lo vemos con los pesticidas y antibióticos ¿qué mejor defensa, entonces, que una sustancia que hace olvidar a los predadores donde vieron la planta la ultima vez? Polland dice que el tiene experiencia con esto. Bueno, no exactamente el, sino su gato. Durante la temporada de jardín el crece hierba gatera para el pequeño felino. Cada tarde cuando cosecha algo para la cena lo deja entrar al jardín para que disfrute del pasto encantado. Lo curioso es que cada tarde tiene que mostrarle nuevamente donde esta la planta porque siempre lo olvida a pesar de la buena memoria que tiene para todo lo demás. La hierba, a pesar de que es bien diferente del THC, muestra cuan valioso puede ser para la planta un químico que hace olvidar al predador su ubicación.
En la mitad del siglo pasado la creencia de que el cannabis y otras plantas daban acceso a los secretos de la conciencia era un lugar común. Y, de alguna manera, ahora sabemos que tenían razón. El estudio del THC, en particular, ha abierto una puerta al funcionamiento de la mente que de otra manera no hubiésemos tenido.
Un importante momento de la neurología fue cuando R. Mechoulam aisló el THC. Dos años después en 1988, A. Howlet de la Universidad de San Louis, descubre receptores en el cerebro y otros lugares que el THC activa ¿No es extraño que tengamos receptores en sintonía con este químico? Según Howlet, estos receptores no están ahí para responder al THC en particular, sino que el cerebro produce otro químico, un cannabinoid endógeno, con el que estos receptores engranan. En 1992 Mechoulam descubre que este cannabinoid endógeno es un químico al que identifico con el nombre de anandamide. Mas tarde, otro cannabinoid, al que se le dio el nombre de 2AG, se agrego a la lista. Anandamide hace lo mismo y funciona en forma similar al THC, pero, como neurotransmisor, es de corta acción. Afecta la memoria de corto plazo, el dolor, la emoción, el apetito. Es sedativo y produce un leve deterioro cognitivo ¿Para que tenemos este arreglo cerebral? Básicamente, dice Howlet, para enfrentar la dureza de la condición humana. El efecto en la memoria de corto plazo, sin embargo, podría aparecer como un función mal adaptiva, pero, dice Mechoulam, realmente no lo es. Necesitamos cannabinoid para olvidar las cosas horribles que nos han pasado.
Una interesante investigación pareciera confirmarlo. Ratones, por ejemplo, que han recibido descargas eléctricas cada vez que escuchan un cierto tono, responden con miedo cada vez que el tono se repite. Cuando el mismo tono se le toca a ratones normales, la primera vez reaccionan con miedo, pero luego, después de un tiempo, si se le sigue tocando el tono ellos olvidan el miedo y continúan con sus cosas como si nada hubiese pasado. Los ratones pre condicionados, en cambio, que no pueden usar anandamide que produce el cerebro, no olvidan el miedo. Nunca se extingue. Entonces, la cosa es esta… si no tuviéramos anandamide no podríamos superar nuestras experiencias traumáticas o concentrarnos en lo que en este momento esta pasando. La habilidad para atender este momento depende en olvidar el 99% de la información que ahora estamos recibiendo. Estar aquí y ahora depende del olvido de una gran cantidad de información sensorial que constantemente estamos recibiendo y anandamide es clave en esta operación. No sorpresa, entonces, que el uso del cannabis, que tiene la misma propiedad que anandamide, haya sido universal durante toda la historia humana.
Los disturbios de la memoria inmediata parecieran ser algo común a todos los estados alterados de la conciencia en donde la atención se enfoca completamente en el presente. En la tradición espiritual el fin es “poseer toda la plenitud de la vida en un momento” o, como dice el Zen “despertar en este instante es darse cuenta que el infinito es lo finito en cada instante”. Y no podemos llegar ahí desde aquí sin olvidar y es el cannabinoid, sea interno o externo, el que media este proceso.
Nieves y Miro Fuenzalida.