Sunday, July 7, 2024

Las técnicas apocalípticas

 

Sin lugar a duda la bomba atómica y el calentamiento global son, de hecho, las tecnologías del fin del mundo. No necesariamente en el sentido de que hayan aniquilado la Tierra, pero si en el de que son capaces de hacerlo. Evidentemente hasta ahora ni la guerra nuclear ni el cambio climático realmente han puesto fin al mundo, aunque las tecnologías nucleares y fósiles ciertamente están asfixiando, aplastando, destruyendo y aniquilando el mundo. Y es esta continua degradación la que, queramos o no, nos confronta con la posibilidad de la total destrucción de nuestra capacidad de continuar en el mundo.

 

Las mitologías del fin del mundo no son extrañas en la historia humana. Hay teologías del fin del mundo como los apocalipsis judíos y cristianos, los mitos del  Diluvio y las versiones cósmicas del fin del mundo provocada por la caída de meteoritos o cometas gigantes. Todas ellas contienen un destino fatal frente al cual nada podemos hacer. En la versión de las tecnologías del fin del mundo, en cambio, este es provocado parcialmente, no por poderes cósmicos, sino por los propios humanos, lo que indica que, a lo menos en principio, es posible evitarlo.

 

Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en 1945 causaron no solo una destrucción sin precedentes sino también un trastorno metafísico. A partir de ese momento sabemos que somos capaces de destruir toda la especie humana y la totalidad del mundo viable. El cambio metafísico concierne especialmente a las nociones de historia y mundo en donde la posibilidad de su fin las hace aparecer por primera vez como totalidades. Hasta entonces, dice la profesora y autora finlandesa Susanna Lindberg, el mundo aparecía dividido en planetas, conocidos de forma abstracta a través de la ciencia y el mundo de la vida, de la que se puede tener una experiencia directa. La idea de la destrucción atómica es la primera experiencia de la totalidad del planeta como morada de la humanidad, que no había aparecido antes de la bomba. Antes de su explosión la totalidad del mundo se entendía generalmente en el sentido de “humanidad” y los pensadores prestaban poca atención a otros seres vivos. La  destrucción nuclear hizo pensar una nueva visión del fin de la historia. Por primera vez este fin fue entendido como un “apocalipsis desnudo”, una aniquilación total después de la cual no hay futuro ni promesa de “otro comienzo”. Aquí nos encontramos, finalmente, con un pensamiento concreto y ateo del fin del mundo, uno humanista y existencialista que se centra en las consecuencias éticas y morales del peligro atómico. La bomba presupone un proceso tecnológico extremadamente complicado y una sociedad organizada según principios militares e intereses civiles que plantea, obviamente, la cuestión de la responsabilidad humana.

 

Ciertamente, pero... ¿qué humano? ¿quién es esa “humanidad” que se supone responsable? Si miramos las cosas, la destrucción de Hiroshima y Nagasaki no fue hecha por la humanidad, sino fue una decisión de Harry Truman. Incluso, si contamos todo el Proyecto Manhattan y el mando militar de Estados Unidos es evidente que un numero relativamente pequeño de individuos destruyo un gran numero de personas indefensas. Es la omnipotencia de una minoría sobre masas impotentes lo característico de la era nuclear ¿qué responsabilidad tienen las masas? La distancia entre quienes deciden y quienes sufren los efectos de estas decisiones  es inmensa y por eso que su uso nunca es democrático. Por supuesto que hay gente que activamente resiste y lucha en contra de la destrucción nuclear, pero su arsenal continua multiplicándose y proliferando mas que nunca en posesión de poderes que no son muy democráticos. 

 

A diferencia de la Bomba, que es un evento singular que provoca un acontecimiento único, el calentamiento global es un fenómeno lento e imperceptible cuyas líneas generales son confusas. La explosión atómica termina el mundo con un golpe espectacular. El calentamiento global, en cambio, es un deterioro y destrucción progresiva del mundo tal como lo conocemos que, a pesar de  implicar una problemática diferente, tenemos que interpretarlo también como un hecho tecnológico. Por supuesto no es un objeto o sistema que haya sido construido intencionalmente por los seres humanos, como la Bomba. Pero, aunque lo interpretemos como una red enorme de efectos involuntarios de la actividad humana sobre la naturaleza, todavía lo podemos considerar un hecho tecnológico porque tal fenómeno  no existiría sin la actividad tecno industrial de nuestra especie. Y es este entrelazamiento de naturaleza y técnica el que re articula y revela el mundo de una manera completamente nueva. La amenaza nuclear describe el mundo en términos de una concentración de fuerza y poder en un solo punto. La amenaza global amplia el mundo hasta abarcar toda la biosfera. Si el peligro nuclear ve el mundo como humanidad, el calentamiento global lo revela como un mundo compartido por los humanos, los animales, las plantas y todos los seres vivos. 

 

Podría decirse, entonces, que la tecno naturaleza es “nuestra naturaleza”, aunque esto no significa, como dice Lindberg, que la conocemos o dominamos, como creen algunos transhumanistas. La tecnología, en realidad, se ha vuelto parcialmente desconocida, de la misma manera que la naturaleza solía serlo. La tecno naturaleza tiene un lado desconocido e impredecible. Se da y se retira como la antigua physis y en este sentido es profundamente ambivalente... por un lado es el dominio de la claridad y funcionalidad tecnológica y, por otro, es la poseedora de un fondo de elementos insondables.

 

El papel de las ciencias ha cambiado enormemente entre el proyecto Manhattan y el Panel Internacional de Cambio Climático de las Naciones Unidas. En el primero, la autoridad de los científicos era indiscutible, sujetos  capaces de dominar el átomo y ponerlo en uso de maneras sorprendentes. El PICC, en cambio, es constantemente cuestionado debido a sus incertidumbres y desacuerdos. Y, sin embargo, así y todo, la humanidad nunca ha hecho nada tan científico como este proyecto colectivo que evalúa los trabajos de miles de investigadores con el fin de recopilar toda la información posible sobre el calentamiento global. Desacuerdos, deficiencias, incertidumbres y debates pertenecen a la progresión normal de la ciencia, que en lugar de invalidar sus resultados, confirman que las afirmaciones efectivamente han sido probadas. Los detractores del PICC, los que se denominan climato escépticos, no son científicos que representan un punto alternativo, sino en su mayoría son solo representantes de los monopolios fósiles.  

 

Este cambio de estatus de los científicos también se refleja en el problema de la responsabilidad  entre científicos y técnicos. Los participantes del Proyecto Manhattan todavía eran tecno científicos capaces de construir armas fabulosas y participar en un programa de guerra. Los integrantes  del PICC participan en un proceso mucho mas difuso. No fabrican maquinas infernales, sino que revelan un fenómeno que es imperceptible, abstracto e incomprensible para muchos. El calentamiento global tiene un origen tecnológico e industrial, pero los científicos que prueban su existencia no son los mismos que los técnicos que contribuyen a su desarrollo. Como nota Lindberg, a diferencia de los científicos los técnicos que construyeron la cultura de combustibles fósiles y que utilizaron toda la ciencia disponible para hacerlo, no estuvieron conscientes de sus efectos dañinos o decidieron no prestar atención a ellos. En todo caso el fenómeno en si, así como sus causas y las responsabilidades que provoca, es tan complicado que uno no puede producir, comprender y tomar responsabilidad por ello individualmente, sino solo colectivamente.

 

El hecho tecnológico del calentamiento global nos presenta, entonces, un mundo diferente al de la Bomba, hecho que hizo posible por primera vez  imaginar la extinción de la especie humana. El PICC no va tan lejos, pero indica cambios radicales de los ecosistemas, incluida la extinción de un gran numero de especies y sistemas ecológicos. La humanidad, en este escenario, no esta amenazada de extinción inmediata, pero sin duda  tendrá que adaptarse a cambios sociales, políticos, tecnológicos e incluso biológicos. En breve, no se trata del fin del mundo, sino su transformación. Pero, la cosa es esta... ¿en que momento esta transformación se convierte en una degradación e incluso en una extinción? Nada en el PICC profetiza  un apocalipsis, pero indica algunas  tendencias de reconfiguración y posibles estrategias de ajuste. La perspectiva ya no es la amenaza de una aniquilación repentina sino la de un lento deterioro del ser en el mundo ¿En que momento, podríamos preguntar, el ser en el mundo se vuelve insoportable? Se ha dicho muchas veces que los humanos y el planeta se adaptan a todo... ¿cuándo ese todo se vuelve demasiado?

 

Esta pregunta por el demasiado, según Lindberg, es la medida de la responsabilidad del calentamiento global. La Bomba invita a pensar, siguiendo una línea de ética tradicional, en términos de responsabilidad personal, basada en la idea de la existencia de un sujeto autónomo, que siendo libre y consciente de si mismo, es responsable de sus acciones. El concepto de responsabilidad personal, en cambio, funciona mal en el contexto del  cambio climático. Este es un fenómeno mucho mas difuso que la Bomba y tiende a disolver la responsabilidad personal. Los responsables del calentamiento global no son individuos o personas, como un presidente que ordena presionar un botón rojo, sino enormes masas de población que no solo están pasivamente expuestas, como en una catástrofe nuclear, sino contribuyendo activamente al aumento de CO2 simplemente por vivir sus vidas. Todos los que hemos tratado de vivir responsablemente con el clima, junto con todos los esfuerzos de los activista ecológicos, no hemos logrado en lo mas mínimo  disminuir el rápido aumento del CO2 en la atmosfera. Lo personal es político, pero no lo suficientemente político. E incluso el Estado que asume su responsabilidad  a través de legislaciones y tratados internacionales, tampoco es suficiente.  

 

Ciertamente que los mayores responsables son las multinacionales que eluden el papel de sujetos responsables. Pero, así y todo, ni siquiera ellos son los únicos responsables, porque operan en un sistema o estructura   económica que depende de su actividad. Es esto lo que obliga a inventar, dice Lindberg, una nueva figura de responsabilidad, algo así como una “responsabilidad impersonal de un mundo común”, un mundo compartido no solo por algunos, sino por todos, aunque no tengamos nada en común, fuera del simple hecho de estar en el mundo y solo podemos estar en el mundo si hay uno. El desafío, por tanto, es comprender que significa una responsabilidad impersonal, que no es menos, sino mas que la responsabilidad personal. La gravedad de la situación llama por un estado de madurez, como decía Hannah Arendt en otro contexto, algo que nos convierta en “padres” de todos los que vendrán después de nosotros, en lugar de ser “hijos” de todos los que nos precedieron... ¿puede esto ser posible? Si miramos la actual situación política del mundo, las posibilidades son bien escasas.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


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