Sunday, November 26, 2023

El peligro de la ignorancia

  

Hay un montón de buenas razones, al igual que excusas, para no saber algo... toma demasiado tiempo, es muy complejo, se requiere mucho estudio, no es muy interesante  y, después de todo, no es divertido. Pero, igualmente, también  podríamos decir que no hay muy buenas justificaciones para pretender no poner atención o interés acerca de cosas que abrumadoramente contienen  amplia evidencia independientemente de cual sea nuestra opinión, nuestra ideología o lo que la “social media” y los medios corporativos puedan decir. 

 

Considera simplemente los siguientes casos, entre muchos otros...

 

Cuesta mucho menos dinero y es mas efectivo prevenir el crimen proporcionando vivienda, nutrición, educación, atención medica, jubilación e ingresos garantizados, que intentar disuadir el crimen a través del encarcelamiento y el uso de las fuerzas armadas.

 

No hay falta de dinero o escasez de recursos necesarios para satisfacer las necesidades humanas. Al elegir prescindir de los multimillonarios o los presupuestos militares mas grandes, también podríamos prescindir de la pobreza o el hambre que afecta desproporcionadamente a las naciones mas pobres.

 

El clima y los eco sistemas de la Tierra se están derrumbando rápidamente como lo vemos y sufrimos a diario y de ninguna manera los gobiernos y los pueblos del mundo los están abordando seriamente.

 

Mantener, construir y proliferar las armas nucleares es y siempre fue una locura absoluta que de ninguna manera es justificable y genera el grave riesgo de acabar con toda la vida de este planeta.

 

No es cierto que podamos y debamos seguir ampliando las economías en un planeta finito. Tal sistema económico necesita cambios radicales para el sostenimiento a largo plazo de los eco sistemas que sostienen la vida.

 

Cada persona es valiosa  y el prejuicio contra cualquiera es estúpido. No hay razón para vencer el sexismo pero no el racismo, ni para vencer el racismo, pero no la xenofobia. Necesitamos acelerar el rechazo de todo prejuicio que origina conflicto y dolor.

 

La muerte es dolorosa y trágica y no hay consolación, Dios o dioses, ni espíritus, ni fuerzas místicas, ni nada poderosamente poderoso que la pueda remediar, a pesar de las atrayentes fabulas del sacerdote. Es nuestro último destino y con el nos perdemos en la nada.

 

El pretender que todo esto es falso nos coloca directamente en contra de nuestros intereses... y, a pesar de ello, continuamos afirmando estas creencias. Somos libres, pero por todos lados, desde Italia a Argentina, vemos sujetos dóciles y disciplinados al servicio de la mantención y reproducción del ensamblaje corporativo y religioso que favorece el privilegio económico y político en detrimento de su propio bien estar y existencia. Esto es curioso y ha sido por mucho tiempo uno de los enigmas en la teoría política. Spinoza, en su Tratado Teológico Político, se preguntaba porque la gente lucha por su propia servidumbre como si fuera su propia salvación. Luego, el continua diciendo que los hombres y mujeres  creen que son libres, precisamente porque son conscientes de sus voliciones y deseos. Pero, acerca de las causas que los han determinado a desear y querer, no piensan en ellas, ni siquiera en sueños, porque las ignoran.  Mas tarde, Marx describe estas causas como ideología. La identidad del sujeto moderno se impone desde fuera y aceptada desde dentro. El yo y el súper yo son producidos por un grupo de instituciones, practicas y discursos y no, como se creía, características inalterables y universales. 

 

Sin embargo, esto por si solo, no puede explicar la existencia de la tiranía y la servidumbre. Según Deleuze y Guattari lo asombroso no es que unos roben o que otros se vayan a la huelga de vez en cuando, sino que todos los que se mueren de hambre no roben como practica habitual y todos los que son explotados no estén continuamente en huelga.  Según ellos, lo profundo del análisis de Wilhelm Reich en “La Psicología de Masas del Fascismo”,  fue su negativa a aceptar la ignorancia o ilusión por parte de las masas como explicación del fascismo. Las masas no eran inocentes engañadas, sino que bajo un cierto conjunto de condiciones, querían el fascismo, y es esta perversión del deseo de las masas lo que debe tenerse en cuenta.  Hoy día, con Donald Trump y sus imitadores, vemos a un tipo de tirano que busca mantener activamente su propia ignorancia, no solo la de la multitud. Pero, criticar a Trump es demasiado fácil y, ciertamente, autocomplaciente. Explicar a Trump y a los que adoptan su modelo a seguir, en términos de la ignorancia del votante,  no es suficiente... ¿Qué significa, entonces, el que las masas quieran el fascismo?

 

Tanto Marx como Freud, cada uno a su manera, insistían en que nuestros pensamientos conscientes están determinados por impulsos y fuerzas inconscientes. En Marx, nuestros pensamientos están determinados por nuestra consciencia de clase. En Freud, por nuestros deseos  inconscientes. La naturaleza de la relación entre estas dos instancias inconscientes, es decir, la economía política en Marx y la economía libidinal en Freud, se ha formulado generalmente en términos de “introyección” y “proyección”. Los individuos introyectan sus intereses de clase, de cultura y de su medio social, que pasan a determinar su consciencia, que luego proyectan en la economía política. Lo que esto implica es que los impulsos y deseos,  incluso los inconsciente que parecen ser lo mas individual de uno, ya son parte de la infraestructura... ¿como se explica esto?

 

El deseo, se podría decir, es una fuerza colectiva y productiva. El inconsciente no es una especie de teatro donde se escenifican los deseos individuales, sino una maquina o fabrica que genera deseos constantemente y son estos los que producen lo social.  No es que el deseo sea el deseo de algo, sino que el deseo crea directamente sus objetos. Normalmente tendemos a pensar que el deseo se define por la carencia... si deseamos algo es porque nos falta. Pero, también podemos verlo de otra manera. Lo que deseamos, aquello en lo que invertimos nuestro deseo, es en una formación social y, en este sentido, el deseo es siempre positivo.  La carencia aparece solo en el nivel del interés, porque la formación social en la que hemos invertido nuestro deseo ha producido a su vez esa carencia. La diferencia entre interés y deseo es paralela a la diferencia entre lo racional y lo irracional. Una vez que se han definido los intereses dentro de los limites de una sociedad, lo racional es la forma en que las personas persiguen esos intereses y tratan de realizarlos. Pero, por debajo de eso se encuentran los deseos, que no deben confundirse con los intereses. Debajo de todo interés racional yace el delirio irracional. El capitalismo es racional, excepto el capital... el mercado de valores, por ejemplo,  es un mecanismo perfectamente racional, algo que se puede entender, aprender como funciona y como usarlo. Y, sin embargo, es una locura. Algo así como la teología. Todo en ella es bastante racional... siempre y cuando se acepte el pecado, la inmaculada concepción y la encarnación, todos ellos elementos irracionales.

 

¿Por que, entonces, tenemos tanto interés en invertir en un sistema social que constantemente nos reprime y pone en peligro la existencia misma de la especie? Porque nuestros deseos, afectos  e impulsos no son nuestros,

por decirlo así. Son parte de la infraestructura capitalista.  Aquí no estamos hablando de nuestros deseos o intereses conscientes, como tener un mejor trabajo, comprar una casa, etc., sino del estado de nuestros impulsos inconscientes. Alguien, por ejemplo, puede tener interés en convertirse en un gerente de negocios y para ello aplica a la universidad, escribe una tesis, ingresa al mercado laboral con la esperanza de conseguir un trabajo. De hecho el tiene un interés que persigue de manera racional. Pero ese interés existe solo dentro del contexto  de una formación social capitalista. Por debajo de sus intereses racionales, sus deseos e impulsos mayormente inconscientes están invertidos positivamente en el sistema que le permite tener ese interés particular. Es por esto que el deseo es siempre positivo. La carencia solo aparece al nivel del interés, porque la infraestructura en que hemos invertido nuestro deseo ha producido a su vez esa carencia. Si tal persona no consigue una posición de gerente, por ejemplo, es debido a la naturaleza competitiva del mercado laboral. Es a este nivel donde el marketing, la publicidad y la ideología dirigen su atención para manipular los intereses. Los deseos, en cambio, no son otra cosa que el estado de la multiplicidad de los impulsos, tendencias y afectos que nunca existen de forma libre e ilimitada, si no que siempre están compuestos por formaciones sociales, ya sean primitivas, esclavistas, feudalistas o capitalistas que los ensamblan y jerarquizan. Es en este sentido en que ellos forman parte de la misma infraestructura social y los que organizan el poder y su sistema de represión. No es sorprendente, por tanto, que suframos nuestra explotación y humillación voluntariamente.  

 

Hasta ahora no ha existido dentro del campo revolucionario una maquina social que no produzca un aparato estatal o un partido que no replique la represión institucionalizada. La cosa, entonces,  es esta...  si son nuestros  deseos los que organizan el poder y su sistema de represión... ¿será posible que el deseo sea capaz de organizar una maquina social que no reproduzca un sistema de explotación y represión, una maquina social verdaderamente revolucionaria? Según Deleuze y Guattari lo que es primario en toda formación social son sus líneas de fuga, sus movimientos de desterritorializacion que ya son movimientos de resistencia. El problema es que el capitalismo es un sistema que se filtra y escapa en todas direcciones pero, al mismo tiempo, previene, reprime, reterritorializa y bloquea continuamente las rutas de escape por todos los medios posibles.

 

Pero no es suficiente decir que las líneas de fuga o la desterritorializacion son los mecanismos primordiales de resistencia. Lo que seria  necesario es la creación de un  poder capaz de organizar y unir todos estos modos de escape. En ultima instancia entonces, por importante que sea,  no es suficiente la critica ideológica. A ella habría que sumar la economía del deseo, el nivel inconsciente de nuestros impulsos,  que la ultraderecha, desde Hitler a Trump, ha sido maestra en la manipulación y dirección de los  miedos, los odio y la rabia subterránea de las multitudes. En las elecciones contemporáneas a través de todo el mundo, por ejemplo, las luchas se dan ahora al nivel del deseo, es decir, de los afectos e impulsos.

 

El deseo no solo desea y construye su propia represión y servidumbre, sino que también es posible una nueva constitución o jerarquía de deseos o impulsos, lo que Deleuze llama un deseo “desterritorializado”, que por su propia naturaleza siempre amenaza cualquier conjunto social.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


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