Sunday, July 9, 2023

La disyuntiva del progreso

 

En uno de los episodios de Star Trek, “De este Lado del Paraíso”, la tripulación es infectada por esporas que producen una felicidad incalculable y hacen que abandonen el Enterprise, a excepción del capitán Kirk. Las esporas que habían salvado a los colonos de la radiación de Berthol, en Omicron Ceti III, también proporcionaron salud y felicidad perfecta. En lugar de estar muertos, los granjeros trabajaban alegremente la tierra para producir los alimentos que necesitaban y vivían  maravillosamente bien. La respuesta de Kirk es interesante... “No estamos destinados a esto. Ninguno de nosotros. El humano se estanca si no tiene ambición ni ganas de ser mas de lo que es. Elías Sandoval, el líder de la colonia, afirma que tienen todo lo que necesitan. “Excepto un desafío”, responde Kirk, así que adiós a las esporas. Tal vez no estamos destinados al paraíso. Tal vez estamos destinados a abrirnos paso luchando, arañando nuestro camino hacia arriba, arañando cada centímetro del camino. Una vez libres de las esporas, incluso Sandoval estuvo de acuerdo... “aquí no hemos hecho nada. Sin logros, sin progreso. Tres años desperdiciados”. 

 

La cosa, entonces, es que vivir en un mundo sin dificultades no es una opción, porque solo luchando podemos progresar y vivir a la altura de nuestro potencial... ¿cierto?

 

Cierto. El avance en tecnologías, conocimientos, economías y desarrollos sociales han permitido transformar la vida humana a una escala en que solo algunos miles de años atrás era totalmente inimaginable. Los desafíos y dificultades de la vida han producido como respuesta la creación de mundos distintos, surgidos de la pura imaginación, dando a luz algo que nunca antes había existido. Aprendimos a usar el fuego, cruzamos los océanos, construimos pirámides, creamos dioses, descubrimos la ley de la gravitación, desciframos el code genético y ahora la mecánica cuántica penetra  los misterios del átomo. Y que mas increíble que el viaje a la luna y mañana a las estrellas. Y esto es solo el comienzo... Que animal mas fantástico.

 

Tan fantástico que ahora los transhumanistas, mas radicales que Nietzsche, han empezado a promover un movimiento de lo humano a lo non-humano. Sus especulaciones acerca del futuro son como para dejarnos sin aliento. Consideremos solo lo siguiente... actualmente existen diversas prótesis como miembros artificiales, corazones, ojos, en forma de sensores comunicativos, y oídos. Y ahora imaginamos extremidades artificiales capaces de responder a los impulsos del sistema nervioso central en la misma forma en que lo hacen las extremidades estándares. Órganos principales como el corazón, los pulmones e hígado pueden ser  igualmente artificiales. Tal humano imaginario esta a un paso de distancia de posibilidad biológica actual. La sangre aun corre por las venas de este futuro ser, su cerebro todavía funciona de la misma manera, ingiere alimentos similares a los que hoy ingerimos y tiene los mismos impulsos... pero ¿en que punto este animal fantástico deja de ser humano?

 

La manipulación y control de la naturaleza es un negocio temible. Como nada es gratuito en este mundo, el progreso humano paradójicamente también  trae destrucción de sistemas ecológicos, cambios climáticos,  extinción nuclear y, como si esto no fuera poco, la posibilidad de una IA fuera de control, entre otros desastres que ya están en la sala de espera. Estos escenarios catastróficos, naturales o causados por el humano, pueden resultar en una devolución radical e, incluso, la eliminación total de nuestra especie. Hemos llegado al punto en que un sistema global, un omnipresente pan capitalismo que abarca todos los continentes y todos los ámbitos de la vida social, esta creando cada vez mas un intenso conflicto con los ritmos mas profundos de la biosfera y la atmosfera. Todo este sistema, junto con su estructura aparentemente irreversible, hoy esta en juego.

 

Para muchos críticos, el tema crucial es el desarrollo o progreso  tecnológico, que lo ven como un proceso que se ha vuelto autónomo, alienado y cosificado. Otros en cambio  ponen  el énfasis, no tanto en el daño que la sociedad industrial  inflige a los trabajadores, como notaba Marx, sino en la contradicción entre el potencial liberador de la tecnología, especialmente debido a la automatización, y su actual forma destructiva.

 

Y esta es la ruta que  siguen los ecologistas. El productivismo, la producción por si misma, la acumulación infinita e irracional de mercancías independiente de las autenticas necesidades sociales, constituye el pecado original de la modernidad industrial y es la causa del daño catastrófico causado al equilibrio de la naturaleza. Desastres ecológicos modernos como el agotamiento de la capa de ozono, la contaminación del aire y el agua, la acumulación de productos de desecho, la destrucción de bosques, la exterminación de especies biológicas y botánicas, no son accidentes o errores, sino que siguen necesariamente la pseudoracionalidad del productivismo. Hay una contradicción irreducible entre la lógica moderna de la inmediata rentabilidad y el interés general y a largo plazo de la especie humana, entre la ley del lucro y la salvaguardia del medio ambiente, entre las reglas del mercado y la supervivencia de la naturaleza y el animal humano.

 

Como algunos autores han notado, todos estos análisis a menudo regresan a los temas favoritos de la tradición romántica, pero dándoles un nuevo  significado en relación a las realidades especificas de finales del siglo XX. A menudo todo el conjunto de estructuras sociales pre-modernas y pre-capitalistas sirven como puntos de referencia o ejemplos de un modo alternativo de vida que ponen el énfasis en un universo comunitario regido por valores cualitativos, en contraste con las calamidades del presente. De ahí el interés, especialmente por parte de los antropólogos, por las llamadas culturas primitivas, las mas alejadas de la modernidad en el tiempo o en el espacio, como las civilizaciones prehistóricas o los pueblos “salvajes” que aun viven en la actualidad y que recuerdan una sensibilidad rousseauniana.

 

¿Por qué estas culturas arcaicas atraen tanto a los adversario de las sociedades burguesas modernas? Uno podría decir que en tanto mas la modernidad progresa tecnológicamente y desarrolla su propia lógica implacable  mas suscita como reacción la búsqueda apasionada de un modelo social que este en el polo opuesto de la civilización contemporánea. Como notaba el antropólogo Pierre Clastres,  los seres humanos en las sociedades primitivas siempre han sido tomados como el lugar de diferencia absoluta en relación con las sociedades occidentales... un mundo sin jerarquías, gente que no obedece a nadie, indiferentes a la posesión de riqueza, lideres que no lideran, culturas sin moral porque desconocen el pecado, sociedades sin clase, sin explotación y sin patria.

 

¿No es todo esto el redescubrimiento del viejo sueño de la “Edad de Oro” en los albores de la historia humana? Como escribe el sociólogo francés Alain Caillé, la imagen del paraíso perdido o la del dorado tal vez no sea exclusivamente mítica como generalmente se supone. Todos los estudios etnográficos coinciden en mostrar que en las sociedades primitivas el promedio de tiempo de trabajo no excedía mas allá de cuatro horas al día. La mayor parte del tiempo se dedicaba a dormir, jugar, conversar o celebrar ritos. Capaces de limitar sus necesidades, estas sociedades no tenían interés en acumular y en lugar de aumentar su producción, prolongaban el tiempo dedicado al ocio. 

 

Y es el escritor belga Raoul Vaneigem, ex líder de los situacionistas,  el que lleva esta narrativa hasta sus ultimas consecuencias. Es solo en la civilización paleolítica, dice, que encontramos una simbiosis perfecta entre los seres humanos y la naturaleza. Una harmonía de las pasiones, fuente de la solidaridad y el disfrute de uno mismo y de los demás.

 

Es de aquí, podríamos decir, de donde proviene la memoria colectiva de una felicidad original, la nostalgia  de una comunidad armoniosa que hoy sigue siendo fuente de inspiración en una sociedad donde las leyes del intercambio mercantil transforman la vida en una rutina miserable. La idealización de esta fantasía arcaica obviamente esta sujeta a critica. Pero el hecho es que estas comunidades primitivas, este desvío a través del pasado, es una herramienta poderosa y subversiva para criticar la civilización occidental moderna. Si bien no son una solución a las catástrofes de la modernidad y su obsesión por el progreso, constituyen sin embargo una fuente de auténticos valores humanos que no han perdido su atracción.  

 

En la mitología occidental Adam y Eva vivían en el Edén, libres de necesidades, enfermedades  y de la muerte. Pero, al transgredir la orden divina y cometer el pecado de comer el fruto del árbol prohibido provocan la caída del ser humano al ser expulsados del idílico jardín. El fruto prohibido simboliza la consciencia que destruye  la unidad original. Es el fruto del conocimiento de los opuestos que marca la transición del eterno estado inconsciente propio de la modorra animal al ámbito de la vida consciente marcada por el tiempo y el espacio. Es sacrificar el pasivo confort por los peligros que implica el arriesgarse en los laberintos misteriosos del mundo y luego, del universo. Desde el punto evolutivo esto puede verse como un avance y crecimiento. En todo caso este fue un pecado que trajo el nacimiento del ego y su caída en el sufrimiento, el conflicto y la incertidumbre.  En esta teleología cristiana, la ultima destinación es el Paraíso, si actúas de acuerdo con las reglas del Libro, en donde nos espera la felicidad y la vida eterna.

 

No del todo mal... ¿cierto?... Cierto, excepto por una cosa... Al comienzo y al final de la historia tenemos el buen vivir y la felicidad. Entremedio el dolor y sudor de nuestra frente  para ganarnos el pan de cada día. Estas calamidades, sin embargo, han agudizado nuestra mente y obligado a caminar mas allá de nuestros limites y crear  nuevos senderos y mundos fantásticos, a pesar de que, paradójicamente, también nos pueden llevar a la extinción.

 

¿Ha valido la pena todo este esfuerzo? ¿Es la historia, solo la historia de nuestra miseria? ¿O es la historia del descubrimiento y apertura de   nuevos horizontes?  La cosa es esta... al comienzo tenemos el Edén y al final el Paraíso. El problema es que en ellos nada pasa.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


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