Sunday, June 11, 2023

El Papa y el Diablo

 

A fines de diciembre del 2022 el papa Francisco les señalo  a los burócratas del Vaticano  que tuvieran cuidado con el diablo que acecha entre ellos, advirtiéndoles que es un “demonio elegante que trabaja en personas que tienen una forma rígida y  santa de vivir la fe católica. Al vivir en el corazón de la Iglesia Católica, dijo,  podemos caer fácilmente en la tentación de pensar que estamos seguros, mejores que los demás, y que ya no necesitamos conversión. Sin embargo, estamos en mayor peligro que todos los demás, porque estamos acosados por el “demonio elegante”, que no hace una entrada ruidosa, sino que viene con flores en la mano. 

 

No es la primera vez que el Papa habla del diablo, alias Satanás, el Acusador, el Maligno, el Tentador, el Seductor, el Enemigo o, simplemente, el Demonio. Sus tweeds sobre el Malo son legiones. Este es un jesuita inteligente que se sumerge en aguas teológicas profundas, lugar donde muy pocos clérigos católicos modernos quieren ir. Y con razón... aparte de la cuestión de si el diablo es un ente real o una metáfora, el problema del mal constituye el obstáculo intelectual mas grande en la creencia religiosa, una trampa teológica de la que no es muy fácil escapar. Ya se presente como una dificultad lógica o como una de evidencia, el problema surge del conflicto entre la creencia en un Dios  omnipotente y benevolente, creador del mundo y la existencia del sufrimiento y el mal existente en la vida.

 

Si Dios es perfecto... ¿dónde, entonces, ubicamos el mal en el orden de las cosas? ¿como explicamos los horrores de la historia humana, especialmente los del siglo XX, como el holocausto? Si Dios es  todo poderoso... ¿por qué no interviene para impedirlos? Lactantius y Epicuro ya argumentaban que el problema del mal ha servido para negar la existencia de Dios. En la mas popular versión clásica de Pierre Bayle...

 

“Dios desea eliminar el Mal y no puede.

O el puede o no quiere hacerlo.

O el no quiere y no puede.

O el quiere y no puede”.

 

Si el no quiere y no puede, es débil... luego no es Dios.

Pero, si el quiere y puede... que es la naturaleza de Dios... ¿de donde, entonces, proviene el Mal? Aquí hay tres proposiciones que no pueden coexistir simultáneamente... El Mal existe. Dios es benevolente. Dios es omnipotente. De cualquier forma que las ordenemos, es imposible mantenerlas unidas. Una tiene que desaparecer. Pero, si desaparece, terminamos con una herejía.

 

Los filósofos medioevales, a excepción de San Agustín, consideraban  que este era un tema menos urgente y en su mayoría creían que no había sufrimiento sin sentido. Según Aquinas, por ejemplo,  existe una conexión directa entre la cantidad de sufrimiento que uno lleva en la vida y el grado de gloria que uno disfrutara en el mas allá, lo que en el modernismo no causo mucho entusiasmo.  Es en el Renacimiento en que la crueldad, especialmente la física,  surge como una preocupación dominante en los tratados morales. En la tradición teológica occidental el foco, introducido por San Agustín,  ha sido en la defensa del libre albedrio, del acto no coercionado, intencional, voluntario y autónomo  otorgado a los humanos, y su mal uso, algo que lógicamente Dios no puede prevenir, pero que es, de todas maneras,  una perfecta expresión de su benevolencia. La fuente de todo mal esta en el pecado de alejarse de Dios, iniciado por Satanás y luego seguido por Adán y Eva.  Dios puede crear criaturas libres, pero no puede causarlas ni determinarlas a hacer solo lo que es correcto. Si El lo hace, entonces no son significativamente libres.    

 

Esta defensa proporciona ampliamente un adecuado argumento teológico y ciertamente ninguna de los otras defensas que se han desarrollado se acercan ni remotamente  a la coherencia y fuerza lógica del libre albedrio.

 

Y, sin embargo, según algunos críticos, esta defensa es invalida.  Los  actos de libre albedrio, argumentan,  no son sin causa, sino productos  del carácter del agente. La cadena de causas conduce a una volición  determinada por algún impulso o inclinación basada en el carácter del sujeto que ha sido moldeado por el entrenamiento, el condicionamiento,  la educación o el inconsciente.  Como Freud demostró, no siempre estamos en conocimiento de las fuentes mas profundas de nuestras propias acciones. Es bien difícil, por no decir imposible,  tener en cuenta todos los factores que legítimamente  podrían tener una influencia causal sobre cualquier evento particular. El  determinista no afirma que puede, de hecho, demostrar que el evento x fue causado por tal o cual cadena compleja y virtualmente infinita de eventos previos, sino solo que en principio, si supiéramos todos los eventos de la cadena, podríamos haber predicho X.

 

Frente a esto el apologista cristiano tradicional no puede buscar consuelo  en la noción de que las elecciones humanas que exhiben libre albedrio son, en principio, impredecibles, ya que si Dios al estar fuera del espacio y el tiempo  puede, no solo predecir, sino que saber de antemano todo lo que sucede y todo lo que sucederá en el mundo, incluyendo los actos contingentes.  Por tanto, este mundo cristiano esta totalmente  predeterminado.... ¿como, entonces, podríamos atribuirle libre albedrio al humano?  Aquí la cosa se vuelve bien turbia. Según Tomas  Aquinas  la voluntad de Dios es “la causa universal de todas las cosas y no puede sino lograr su efecto”. El insiste, sin embargo, que ni la providencia de Dios ni su actividad predestinadora impone la necesidad sobre todas las cosas. Algunas suceden por necesidad y otras por libre elección de agentes racionales.  Si Dios quiere una cosa, tiene que ser. Pero no se sigue que las cosas elegidas por libre albedrio son elegidas por necesidad, porque Dios quiere que estas cosas surjan de forma contingente.   

 

Y cuando consideramos los males naturales, aquellos que no son atribuibles al abuso humano del libre albedrio, y que son de una enorme amplitud,  las teodiceas ortodoxas tradicionales muestran aun una mayor debilidad, considerando la afirmación de San Agustín de que antes de Adán y Eva no habían males. Pero, para negar que hubieron males antes de la llegada de los humanos habría que repudiar los trabajos y hallazgos de la geología moderna, la arqueología y la biología, algo que la teodicea  no puede hacer, si quiere mantenerse como una disciplina racional. 

 

El problema en este debate, en todo caso,  es que tanto defensores y críticos suponen que el libre albedrio no puede definirse excepto en referencia a la cuestión del determinismo versus indeterminismo y, dado que este es un tema indecidible, es bien difícil determinar cualquier conclusión.

 

Lo que la crítica del libre albedrio ilustra, entonces,  es que su refutación no puede llevarse a cabo si continua defendiendo el tipo de nociones tradicionales  de omnipotencia y providencia divina, de que Dios, como único creador de todo lo que existe,  puede determinar por su propio poder y voluntad todos los hechos que en el acontecen, lo que lo transforma inevitablemente en el ultimo responsable  de los males del mundo.

 

Dado esto no es sorpresa, entonces, que varios pensadores hayan introducido en la tradición cristiana  la noción de un Dios limitado, limite que el mismo Dios impone libremente  a su propio poder para hacer posible el libre albedrio y la responsabilidad moral.  El precio a pagar es que Dios deja de ser omnipotente. Para elegir moralmente, según el argumento va, el mundo debe incluir necesariamente los males morales y naturales. No hay elección moralmente significativa si no hubieran  malas consecuencias como el dolor o la muerte. Por tanto debemos vivir en un mundo donde el  mal existe. Desde  el momento  que las opciones son libres, lógicamente  nadie, ni siquiera Dios, puede impedir la inmoralidad y maldad.  A pesar de  que estos surgirán, Dios considero bueno crear tal mundo porque en el existe la posibilidad de la redención. Un mundo en el que Dios garantice que no habrá mal, seria un mundo sin libre albedrio, la vida de un autómata incapaz de sufrir, pero también incapaz de amar. Para elegir  racional y autónomamente lo que es moralmente significativo debemos experimentar el mal y sus consecuencias, como también lo que es bueno y sus consecuencias para entrar finalmente en el Reino de Dios. La segunda ley de la termodinámica, sin embargo,  sugiere que finalmente la historia  humana y el cosmos no van hacia la satisfacción, sino hacia la muerte.   

 

El problema con un Dios limitado, un Dios que no es Omnipotente, según la mayoría de los teólogos, es una herejía  y una desviación totalmente inaceptable de la fe cristiana. Si Dios no es Omnipotente, entonces, es solo un semi Dios y... en tal caso... ¿quién quiere un Dios de segundo orden?

 

Nieves y Miro Fuenzalida.

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