Sunday, November 6, 2022

La fuerza de las cosas

  

Para el pensamiento moderno la materia ha sido, en  su mayor parte, una cosa pasiva, bruta o, peor aun, inerte en contraste con la vitalidad del reino orgánico. Esta división de lo sensible tiende a ignorar la fuerza y el poder de la materia.  Spinoza, Nietzsche, Darwin, Adorno, Bergson, Hans Driesch y Deleuze, entre otros, no quieren nada de esto... ellos prefieren  la idea de una materia vibrante.

 

¿Pensar que la materia tiene una vitalidad intrínseca es, realmente, una idea  tan extravagante? Según Jane Bennett vitalidad, en este contexto, significa la capacidad de las cosas... los comestibles, las mercancías, las tormentas, los metales, etc. ... para impedir o bloquear la voluntad o los objetivos de los humanos o actuar como quasi-agentes o fuerzas con trayectorias, inclinaciones o tendencias propias. Si consideramos esta fuerza de las cosas, dice, es muy posible que los análisis de los eventos políticos  podrían cambiar ¿Podrían, por ejemplo, los modelos de consumo cambiar si en lugar de ver desechos, basura,  desperdicio o reciclaje, vemos, en su lugar,  una pila creciente de materia viva y potencialmente peligrosa?

 

La  idea de que la materia es inerte nos impide ver, oír, olfatear, degustar o sentir  el amplio alcance de los poderes no humanos que circulan alrededor y dentro de los cuerpos humanos y que son los que pueden ayudar o destruir, enriquecer o empobrecer nuestra vida. La creencia en una  materia inanimada no ayuda al surgimiento  de una forma de producción y consumo ecológicamente sostenible.

 

La línea que va de Hegel a Marx ha sido fundamental  en el desenmascaramiento del poder humano y las hegemonías  sociales. Lo que no debiéramos olvidar, sin embargo, es que  junto a esta línea también existe la de la fuerza  material de los cuerpos naturales y los artefactos tecnológicos.  Por mucho tiempo hemos venido creyendo que  la política es una construcción exclusivamente relativa al dominio humano.  En contra de este reflejo narcisista no estaría mal considerar la contribución de otros agentes no humanos en esta empresa para contrarrestar el antropocentrismo dominante que  ha sido característico hasta ahora y abrir nuevas perspectivas en la visión del mundo.     El binario vida/materia persistentemente ha estado presente en el desarrollo de las ciencias naturales, pero últimamente la bioingeniería ha venido mostrando que esta línea entre lo orgánico y lo inorgánico es bastante problemática como ya sabía  Spinoza... “cada cosa, en tanto  su propio poder le permita, tiende a perseverar en su propio ser”. Este poder es esa curiosa habilidad que tienen las cosas inanimadas para animar, actuar y producir efectos dramáticos y sutiles... un conejo muerto, el polvo en la piedra, un vaso de plástico, una muñeca de trapo, la tapa de una botella, el papel de un viejo  cambucho... ¿no será que el enjambre mental que ellos producen en nuestro cerebro es un ejemplo de la materialidad vital que existe en ellos mas allá del puro significado cultural que cada uno de estos objetos posee? Esto recuerda nuestra mente infantil que llenaba el mundo con todo tipo de seres animados, lo que no es tan  primitivo si facilita un sendero que lleve mas allá de la división materia/vida,  que es el principio dominante de la adultez.

 

¿Pueden los cuerpos inorgánicos tener vida? ¿puede poseer vitalidad  la materia? ¿hay vida en un mineral, en un metal? 

 

Según Manuel De Landa la capacidad de auto organización de la materia inorgánica posee una amplia gama de alternativas para generar estructuras que son diferentes de las simples fases de transición. Incluso las mas humildes formas de materia y energía  tienen el potencial de la autoorganización que va mas allá del tipo relativamente simple involucrado en la creación de cristales, lo que sugiere que la materia inorgánica es mucho mas variable y creativa de lo que habíamos creído. El impresionante poder humano, por ejemplo, puede presentarse como evidencia de la vitalidad material de nuestra propia constitución.  Los minerales de nuestros huesos, los metales de nuestra sangre, la electricidad de nuestras neuronas son materiales vivos y auto organizados, mas que  medios mecánicos o pasivos bajo la dirección de algo no material como el alma o la mente.  Visto desde la perspectiva de la evolución la eficacia de los minerales es fácilmente visible... los tejidos blandos, como músculos y nervios que por 5000 millones de años fueron supremos, repentinamente  experimentaron en ese punto una  mineralización que hizo posible la emergencia de los huesos, un nuevo material, en la constitución de los seres vivos. Mineralización es el nombre de la agencia creativa de los huesos que dieron origen a nuevas formas de control de los movimientos que libero  a los animales  de las limitaciones previas poniéndolos en movimiento para conquistar los dominios del aire, el agua y la tierra. En el lento y largo tiempo de la evolución los  minerales juegan un poder activo y los seres humanos, con toda sus capacidades y auto dirección, aparecen como su producto... minerales que caminan y hablan.

 

En esta visión los humanos son materia vital. Esto no significa que no haya diferencia entre mineralización y humanidad. Toda la idea, dice Bennett, es que no es necesario describir estas diferencias como si los humanos fueran el centro ontológico o la cúspide de la jerarquía. En su lugar seria mas adecuado considerarlos como una colección particularmente rica, vibrante y compleja de materiales. Visto de esta manera la diferencia entre sujetos y objetos se minimaliza y el estatus de la materialidad compartida de las cosas se eleva.  La conciencia de que todos los cuerpos están cogidos en una vasta red de relaciones puede inspirar una mayor sensibilidad hacia la materia... dañar o destruir una sección de la red muy bien puede implicar daño hacia uno mismo.

 

Las cosas, entonces, nunca actúan solas. Su eficacia depende de su colaboración con muchos otros cuerpos y fuerzas, digamos, de una red o ensamblaje en donde la agencia, en lugar de concentrarse en los cuerpos humanos, se distribuye  a través de un campo ontológicamente heterogéneo. Los párrafos  de un escrito, como dice Bennett,  por ejemplo, surgen de la complicidad de muchos entes... memorias, textos, intenciones, bacteria intestinal, la luz del sol matinal, la taza de café, el azúcar en el cerebro, el teclado plástico de la computadora, la madera de la mesa, la calefacción que tempera la sala, la música de la radio, entre muchas otras.  

 

En las ultimas décadas la globalización  ha expandido el escenario humano como nunca antes obligando a crear nuevos conceptos en donde los modelos organicistas ya no funcionan muy bien. El  concepto de ensamblaje de Deleuze seria mas apropiado para designar el agrupamiento de diversos elementos. En el no hay una cabeza dirigente o tipo de material para determinar consistentemente la trayectoria y el impacto del grupo.  Lo propio del ensamblaje es su habilidad para que algo pase... un huracán, la caída de la bolsa de comercio, el terrorismo, la revolución, el surrealismo, un apagón de luces... que es algo distinto a la suma de las fuerzas vitales de cada cosa material considerada sola.  Junto a la fuerza vital de cada ente hay también una efectividad o agencia que es propia del agrupamiento como tal. Pero, la cosa es esta... como cada miembro del ensamblaje posee un pulso energético ligeramente fuera del ensamblaje, este nunca es un bloque solido, sino un colectivo abierto, una suma no totalizable con una vida finita.  Los miembros de un todo abierto nunca se funden en un cuerpo colectivo, sino que cada uno preserva algo de su propio ímpetu. La red eléctrica, dice Bennett, es un ejemplo típico de ensamblaje con su agrupamiento de  partes humanas... sociales, políticas, legales, lingüísticas...  y no humanas...electrones, arboles, fuego, plásticos, campos electromagnéticos...  suficientemente próximos y coordinados para producir diferentes efectos. El gran apagón del 2003, que afecto a Estados y Provincias de Estados Unidos y Canadá, muestra que siempre hay alguna fricción entre las diferentes partes  de un ensamblaje y en este caso la disonancia de las partes, humanas y no humanas, fue tan grande que la cooperación entre ellas se hizo imposible.  Lo que esto sugiere es que la agencia es algo que se distribuye a lo largo de un continuo. Aquí mas que  un agente detrás del apagón hubo un hacer y un efecto producido por un ensamblaje de humanos y no humanos, una unión de actuantes en donde la noción de culpabilidad no se ajusta muy bien. Es bien difícil precisar cual es la fuente de la agencia singular que hace que un evento particular ocurra.

 

¿Por qué ensamblaje y no estructura? Porque la noción de estructura  no reconoce lo suficiente  la fuerza de las cosas. Una estructura puede actuar solo negativamente, como una restricción en la agencia humana o pasivamente, como un trasfondo o contexto habilitante. La acción o agencia le pertenecen solo a los humanos aunque estos son constituidos socialmente, inmersos en un medio sociocultural y ecológico que define sus fines y limita sus acciones. La estructura no tiene agencia  propia, solo la efervescencia de la agencia del individuo  actuando solo o junto a otros. Las estructuras hacen una diferencia, pero ellas no son materia vibrante.  

 

¿Toda esta idea del ensamblaje significa abandonar la responsabilidad del individuo, de los funcionarios oficiales o de los lideres políticos? ¿Nadie es realmente culpable? La autonomía y la total responsabilidad moral parecieran hacer mutis por el foro cuando se enfatiza un ensamblaje de cosas, acciones  y seres humanos. Pareciera que la materia vibrante muestra al individuo como un ser incapaz de tener plena responsabilidad de sus acciones.  En un cierto sentido, dice Bennett, es cierto que una agencia  confederada atenúa la culpabilidad, pero esto no implica abandonar el proyecto de identificar las fuentes de los efectos dañinos.  Lo que hace es ampliar el radio de los lugares  en donde buscar por estas  fuentes. Los humanos y sus intenciones participan en los resultados finales, pero no son los únicos actuantes en un ensamblaje. La responsabilidad ética de un ser humano reside en su respuesta al ensamblaje en el que participa... ¿me separo de un ensamblaje cuya trayectoria puede ser dañina?

 

La furia moral y política es indispensable en un mundo en donde los lideres políticos gobiernan en el interés de la minoría económica  como lo mostro la furia francesa en contra de Macron. La furia, la rabia y el enojo no desaparecerán y, por supuesto,  no debieran desaparecer del campo social. Pero, solamente la condenación y el rechazo moral o político  no es suficiente. Necesitamos también  cultivar la habilidad para discernir las capacidades agenticas de un ensamblaje y producir, tal vez,  la guía apropiada para un mundo vital.

 

Nieves y Miro Fuenzalida


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