El amigo evangelista, frente a nuestro descarado ateismo, responde… “Supongan que ustedes encuentran un reloj…” Aaah! El argumento del reloj…
Que el mundo fue creado por una realidad súper natural o una divinidad celestial es una de las creencias más persistentes en la historia de la especie humana que muy pocos resisten. Y el argumento más popular en su favor es, sin duda, el del Gran Diseño. El Universo, y en especial los seres vivos, son realidades demasiado complejas para que hayan surgido por azahar o simples mecanismos naturales. Cuando la ciencia erodó las creencias basadas en la tradición, la revelación y los libros sagrados los hombres de buena voluntad se volcaron a ella en la búsqueda de evidencias de la existencia de un Ser Supremo. La sola observación de la Naturaleza ahora es capaz de proveer las evidencias científicas de la existencia de Dios.
El archidiácono anglicano Williams Paley en su obra “Teología Natural” de 1802 usa brillantemente la analogía del relojero para probar el caso. Imagina, dice, que encuentras una piedra y un reloj cuando cruzabas el páramo. Mientras consideramos a la piedra como una simple parte de la naturaleza, nadie cuestionaría que el reloj es un artefacto diseñado por alguien para decirnos la hora. Pero, los objetos de la naturaleza, como el ojo humano, también nos ofrecen evidencias de ser seres diseñados. Si el complejo funcionamiento interno del reloj necesita un diseñador inteligente, la complejidad de un órgano natural como el ojo, el sistema solar o el universo necesitan con mayor razón un diseñador.
Su versión contemporánea la encontramos en el principio antropico que establece que las constantes y leyes físicas del universo están exactamente sincronizadas para que exista la vida. Pequeños cambios en las características básicas del universo hubieran hecho la evolución de la vida imposible. El universo es como es porque si fuera diferente no podría producir la vida y nosotros no estaríamos aquí para especular acerca de su ser. Las condiciones que observamos son las condiciones necesarias para nuestra presencia como observadores. Sus propiedades básicas están exactamente afinadas para este fin. Y la prueba esta en la literatura de la cosmología moderna en donde encontramos con frecuencia aserciones como estas…
En los primeros milisegundos de su existencia el promedio de expansión del cosmos tuvo que estar cuidadosamente afinado para evitar colapsarse o expandirse demasiado rápido. De lo contrario, la formación de galaxias hubiera sido imposible.
Si la fuerza nuclear hubiese sido mas fuerte el Big Ban hubiera quemado todo el hidrogeno y el helio y no hubiera habido agua ni estrellas estables con una larga vida. Por el contrario, si hubiese sido mas débil igualmente hubiera destruido el hidrogeno y los neutrones formados mas temprano no habrían decaído en protones.
Si la fuerza nuclear hubiese sido 1% más fuerte o más débil no hubiese sido posible la creación de suficiente carbón en el interior de las estrellas. Un aumento del 2% hubiera bloqueado la formación de protones, sin los cuales no hay átomos, o los protones se hubiesen ligados en di protones y las estrellas se hubiesen quemados varios billones de billones mas rápido que el sol. Una disminución del 5%, en cambio, hubiera desvinculado el deuterón haciendo imposible que las estrellas se quemaran.
Con una fuerza electromagnética ligeramente más fuerte la luminiscencia estelar hubiera disminuido considerablemente y las estrellas hubieran sido demasiado frías para impulsar la evolución de la vida. Ligeramente más débil hubieran sido demasiado calientes.
La fuerza de gravedad necesita ser aproximadamente 10 seguido de 38 ceros veces mas débil que la fuerza electromagnética para que las estrellas ardan establemente por varios billones de años. Si hubiese sido 10 seguido de 33 ceros veces mas débil, las estrellas hubiesen tenido un billón de veces menos masa y se hubiesen quemado mucho mas rápido.
Si la diferencia de masa del neutron-protón no hubiese sido exactamente dos veces el de la masa del electrón, entonces todos los neutrones hubieran decaído en protones o todos los protones se hubieran transformado irreversiblemente en neutrones. De una u otra manera no hubiera habido los diferentes átomos que son la base de la química y la biología.
Algunas de estas aserciones pueden estar erradas, pero la mayoría han adquirido el estatus de hechos bien establecidos y es a partir de estos hechos que los proponentes del creacionismo científico concluyen que la distribución de la materia en los primeros momentos del Big Ban y la forma que las leyes físicas tomaron sugiere la actividad creadora de Dios que impone su necesidad sustancial en la evolución del cosmos. No hay otra explicación.
¿No recuerda esto la noción hegeliano de “postular el presupuesto” que consiste precisamente en esta conversión retroactiva de la contingencia en necesidad, en conferirle la forma de necesidad a la realidad circunstancial en la que nos encontramos? Hegel es uno de esos filósofos que rompe radicalmente con las teodiceas metafísicas tradicionales. Según el no hay armonía celestial resonando en el sonido y la furia. Es solo cuando el tumulto se recolecta a si mismo en el pasado, cuando una vez que lo que tuvo lugar es concebido, podemos decir que el curso de la Historia se configura, cuando el ser se fija. La Historia se dirige hacia adelante solo para los que la miran hacia atrás. Es solo cuando se mira retrospectivamente cuando la Historia aparece como una progresión, como un despliegue temporal que actualiza alguna estructura conceptual atemporal pre existente. Es solo al final que hay una historia a ser contada que reconstituye el Significado de los procesos precedentes. El proceso del devenir retroactivamente engendra o proyecta su necesidad.
En una ontología materialista lo que se afirma, a diferencia de la metafísica tradicional, es la contingencia radical. Para el filósofo francés Meillassoux, por ejemplo, incluso la estabilidad de las leyes, lejos de indicar una necesidad subyacente, esta sujeta a la contingencia y su estabilidad, por no ser necesaria, puede cambiar en cualquier momento. La proclamación de la radicalidad total de la contingencia implica nada menos que la suspensión del principio de razón suficiente, porque el problema no es solo que nunca llegamos a conocer la cadena completa de determinaciones causales, como aspiraba el físico francés Simón Laplace, sino porque, suponiendo la legitimidad ontológica de la concepción del infinito de Cantor, la cadena causal es en si misma incompleta y al ser incompleta abre el espacio para la contingencia inmanente del devenir. Según Cantor cualquier set infinito tiene una cardinalidad determinada que otro set infinito puede exceder lo que lleva a la detotalizacion de lo posible. Es decir, lo posible no se puede totalizar. Lo que esta ontología entrega es un devenir caótico que no esta sujeto a un orden preexistente o, ni siquiera, a la ley de la probabilidad. No es posible totalizar el conjunto de posibilidades como en el dado en que sabemos que ofrece 1 en 6 veces la chance de que salga un 6. Y es la imposibilidad de la totalización la que permite la emergencia de algo nuevo, la realización de lo que no existía en el conjunto de posibilidades pre existentes. En otras palabras, si negamos la existencia de una estructura subyacente que contenga lo radicalmente nuevo como potencialidad eterna, la irrupción de lo nuevo solo puede provenir desde la “nada cuantica”. Es lo imprevisible que rompe el orden de lo posible. La inserción de una séptima chance en el momento de tirar el dado. La emergencia de lo sorprendente no actualiza una posibilidad esperando su oportunidad, sino que su actualización crea retroactivamente su propia posibilidad. La emergencia desde la “nada cuantica” de un fenómeno inexplicable por la cadena de razones suficientes ya no es, como en la metafísica tradicional, el signo de la intervención directa de Dios. Todo lo contrario, es el signo de su inexistencia, la prueba de que la naturaleza no esta asegurada por un orden Trascendente o un Poder que la regula. El milagro no es la intervención de Dios en el mundo, sino la emergencia de lo radicalmente nuevo que no tiene lugar en la red causal existente.
De lo que aquí se desprende es que si no hay estándar o determinismo absoluto ningún fenómeno es más improbable que cualquier otro. Por eso la sugestión del Principio Antropico en cosmología es errada. Empieza con la vida humana que solo pudo haber evolucionado dentro de un conjunto de precondiciones muy precisas y luego, mirando al pasado, no podemos sino sorprendernos como el universo fue equipado justamente con el conjunto apropiado de características para la emergencia de la vida. Este es un razonamiento que presupone una totalidad preexistente de posibilidades, un conjunto eterno de potencialidades que se despliegan temporalmente. El futuro ya estaba contenido en el pasado.
Toda esta abrumadora evidencia se disipa cuando consideramos la retroactividad radical de la noción hegeliana. Lo nuevo emerge de la “ nada cuantica” y retroactivamente postula o crea su propia necesidad. Un mismo conjunto de datos da origen a dos diferentes interpretaciones. En uno, la necesidad de la trascendencia, en el otro, la necesidad de la contingencia… ¿No confirma esto el “postulado hegeliano del presupuesto”?
Nieves y Miro Fuenzalida.