Sunday, November 22, 2020

El escéptico

 

¿“Ver para creer”? o ¿“Creer para ver”? Por supuesto ver... si no le creo a mis ojos ¿a quien le voy a creer? Con frecuencia, como el mundo me aparece es como actualmente es. Si miro a través de la ventana y veo nevar, por ejemplo, es porque realmente esta nevando. Y si hay alguna duda puedo salir y sentir su suave frialdad en mi mano... ¿cierto? Si... pero ¿qué tal si solo estas soñando que ves la nieves a través de la ventana? Raro, pero posible. Una victima de la decepción. En el sueño miras el mundo en forma normal, pero el mundo delante de tus ojos es una pura apariencia o visión dentro de tu sueño sin que te des cuenta de que es solo un sueño. Dentro de el todo aparece  auténticamente real. No hay formas internas para discernir entre el sueño y las percepciones.

  

 Hace ya cientos de años atrás el filosofo chino Chuang Zhou introdujo la hipótesis del sueño... ¿soy un ser humano que esta soñando que es una mariposa o soy una mariposa que esta soñando que es un ser humano? Esta idea de que la realidad es una ilusión tiene una larga historia que al parecer comienza con el budismo y llega hasta  nuestros días en la cultura popular con las películas “The Truman Show”, “Inception”, “Existenz” y “The Matrix”. Esto es lo que en filosofía se denomina “hipótesis escéptica radical” y que, en su formulación mas acabada, la encontramos en las “Meditaciones” de Rene Descartes con su hipótesis del sueño y el demonio maligno.

 

 El  experimento mental  de el “cerebro en un frasco” de Hilary Putnam es la versión contemporánea del demonio maligno. Imagina que una noche, mientras duermes, eres anestesiado por un científico maligno y tu cerebro es removido y puesto en un frasco lleno de nutrientes químicos antes de ser conectado con alambres a una maquina  que lo estimula para que sigas sintiéndote como siempre te has sentido y observando el mundo como lo has venido observando todos los días. Tu cerebro en este caso no notaria ninguna diferencia. Todo seguiría  ocurriendo de manera usual sin que tuvieras ninguna conciencia de que eres solo un cerebro en un frasco. La historia platónica de la caverna es la metáfora clásica dentro de la historia de la filosofía que se ha venido repitiendo de diferentes formas hasta hoy. Apariencia y realidad, ignorancia y conocimiento son los contrastes filosóficos que Platón dramáticamente retrata  con los pobres humanos que creen que  las sombras reflejadas en la muralla son la autentica y ultima realidad.

  

El escéptico, en verdad, no esta diciendo que esto es lo que realmente te ha ocurrido. Lo que argumenta es simplemente  que tu no puedes saber con todo rigor si en este momento tu eres un cerebro en un frasco. Tus sentidos, al seguir funcionando igual que antes, no son capaces de indicarte la diferencia, lo que indica que ellos no son confiables. Cualquiera que los use como criterio de verdad puede ser cuestionado escépticamente en forma general con la mera posibilidad de que las apariencias puedan ser engañosas.

 

 ¿Podemos aceptar coherentemente  el escepticismo radical que afirma que no sabemos mucho acerca del mundo con absoluta seguridad? Esto no es solo un enigma para filósofos, sino que también una cuestión que tiene consecuencias practicas bien importantes si consideramos, por ejemplo, que no sabemos con seguridad  si nuestros amigos son nuestros amigos, si los políticos son honestos, si Dios existe o si los recuerdos del pasado realmente ocurrieron.

 

 En realidad  no tenemos buenas razones epistémicas para creer en ninguna de estas cosas y es imposible descartar completamente la hipótesis escéptica radical. Nuestras experiencias subjetivas puede que no nos revelen el mundo físico tal como es. En el mejor de los casos, al igual que las fotografías, pueden o no ser exactas, lo que implica que cada experiencia potencialmente puede ser errónea. Incluso si la experiencia es exacta no nos permite conocer el mundo directamente. Una brecha  siempre existe entre la experiencia subjetiva y el mundo externo. Lo que en realidad observamos es una imagen en nuestra mente y a partir de ella inferimos indirectamente que estas imágenes internas corresponden a la realidad externa. No vemos directamente, por ejemplo,  la ardilla en el árbol. La vemos a través de una apariencia  subjetiva que surge dentro de nosotros y a partir de ella llegamos a la creencia de la presencia de la ardilla en el árbol. Como las fotografías estas pueden ser o no ser exactas, lo que indica que potencialmente la experiencia puede ser errónea. La cuestión entonces es esta... ¿pueden las experiencias internas o ideas, lo que hoy llamamos datos sensoriales, ser ilusorias? Incluso, si hay un mundo externo ¿son estas una buena guía para suponer que el mundo es como creemos que es? Si no tenemos buenas respuestas el mundo puede ser bien diferente de lo que pensamos que es. Nuestras creencias empíricas, en ultima instancia, pueden ser perpetuamente falibles.

 

 Según el dogmatismo algunas o la mayoría de nuestras creencias acerca del mundo tienen contenido objetivo porque ellas representan exactamente sus propiedades. Para Hume, sin embargo, la imperfección del entendimiento humano es tal  que somos incapaces de justificar nuestras creencias a través de las inferencias inductivas, el mundo externo o, incluso, nuestra si mismidad.

  

Esta imperfección adquiere posteriormente  un nuevo significado en Kant. La mente, dice, en lugar de reflejar pasivamente una realidad independiente, activamente procesa y organiza la experiencia en la construcción del conocimiento. Es la intuición y los conceptos del entendimiento los que estructuran los datos sensoriales. Y es esta idea la que pasa al pensamiento contemporáneo, especialmente en la fenomenología y el pos modernismo. A pesar de sus diferencias todas ellas comparten la idea de que no hay objetos, eventos, leyes o seres que no se correlacionen con un punto de vista o, mejor aun, con un acceso subjetivo. No hay realidad en si misma, existiendo absolutamente, independiente de categorías, de la época, de la cultura o del lenguaje. En otras palabras, solo tenemos acceso a la correlación  que existe entre objetividad y subjetividad, entre pensamiento y ser y nunca a ninguno de ellos considerado aparte del otro, porque el pensamiento no puede salir de si mismo para comparar el mundo tal como es con el mundo que se nos aparecen en la experiencia o el pensamiento. No puede distinguir lo que es función de nuestra relación con el mundo y lo que pertenece solo al mundo porque hacerlo seria auto contradictorio. Podemos decir que somos capaces de pensar lo que es independiente del pensamiento, pero por el mero hecho de pensarlo lo transformamos en correlato. Desde el momento  en que pensamos una propiedad que pertenece al mundo en si mismo, estamos pensando el mundo y su propiedad y al pensarlo lo transformamos en un ser para nosotros. No hay conocimiento de algo que este mas allá de nuestra relación con el mundo. Por muy independiente que  pensemos que una realidad sea sigue siendo una realidad para nosotros que la concebimos como una forma de representación en sentido kantiano, o como un acto de la subjetividad, como dicen los fenomenólogos, o como una forma de lenguaje específico, según los filósofos analíticos. En otras palabras el conocimiento, nuestro acceso a la realidad, siempre esta mediatizado por nuestros órganos sensoriales, nuestros conceptos teóricos o por los aparatos técnicos de observación, lo que  hace imposible volver a los tiempos del dogmatismo metafísico. El conocimiento del ser en si sin residuo humano es bastante dudoso a esta altura de la historia y esta duda solo puede ser resuelta con un mejor argumento, si es que algún día lo encontramos.

 

 ¿Significa que deberíamos suspender nuestras creencias, no tener opinión de ninguna cosa sustantiva porque no estamos seguros de lo que realmente hay ahí o si lo que hay ahí realmente existe? Esto es justamente lo que el Pirronismo helénico recomendaba. No te preocupes, decían, si no puedes encontrar como el mundo realmente es porque,  de todas maneras, nunca lograras  ese conocimiento.

 

 ¿Quiere decir, entonces, que todo da lo mismo? ¿qué no deberíamos preocuparnos por la exactitud, la verdad y los hechos? Aquí uno podría preguntarse... ¿no será que todo esto es una buena excusa para evitar cualquier responsabilidad?... “no te puedo llevar al doctor porque no se si tu o cualquier otra cosa realmente existe”.

 

 La verdad de las cosas  es que en el contexto de la vida diaria no le damos mucha atención a si la realidad es o no es. En la actitud practica en donde negociamos nuestro encuentro con la gente y el mundo de los objetos las cuestiones epistémicas no tienen mucho peso.  Otra cosa es cuando adoptamos una actitud teorética, cuando nos colocamos, por decirlo así, fuera de nuestra mente y nos miramos desde “arriba”. Es desde este retiro reflexivo, carente de toda convicción, desde donde la ideología y la visión del mundo predominante empiezan a aparecer bien precarias. El conocimiento de la realidad ya no se nos aparece tan  simple como pensábamos.

  

Según un dicho de la tradición Zen “antes del alumbramiento acarreamos agua y cortamos leña. Después del alumbramiento acarreamos agua y cortamos leña”... ¿quiere decir que nada ha cambiado? Aparentemente pareciera que nada ha cambiado y, sin embargo, nada sigue siendo igual. El cambio se produce en el interior del individuo y solo este sabe de su transformación. Las acciones exteriores pueden ser las mismas de antes... seguimos acarreando agua y cortando leña y la vida continua. Pero ahora hay en ellas una riqueza interna y una mejor comprensión de uno, del mundo y del entrelazamiento de las cosas. La sensibilidad escéptica  puede proveer algo similar. Podemos continuar sabiendo lo que sabíamos, pero no de la misma manera.     

 

 El escepticismo es una de las mas autenticas expresiones de la reflexión humana. Sin el perderíamos un aspecto  importante del pensar. Es, en verdad, el inicio del pensar filosófico y la rebelión social. Hoy nos provee un escape de la cultura contemporánea que contenta y controla la mente del consumidor con la producción masiva de música y  diversión visual que gratifica permanentemente sus sentidos. Metafóricamente el ciudadano contemporáneo vive en la caverna platónica, atrapado en el pensamiento convencional, las normas sociales, la publicidad corporativa y las imágenes de la pantalla que ocultan realidades bien desagradables. El escepticismo peligrosamente pone la duda en el centro de nuestras creencias mas confortables. Nos separa de nosotros mismos y nos obliga a buscar el camino de vuelta. Es el gusano en la manzana.

 

 Nieves y Miro Fuenzalida.


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