La pandemia trae de vuelta el
interés por el vegetarianismo a la luz de los contagios provenientes de los
mercados de animales salvajes y las factorías de la carne.
Así, por ejemplo, un comercial
con el retrato de una vaca pastando dice
que “ahora tu puedes mirarla directamente a los ojos”… mas abajo hay una hamburguesa de
soya. El mensaje implícito es que ahora
tu puedes comer sin que nadie
tenga que morir ¿No es esto una buena nueva?
Bueno… podría serlo… excepto, por
un pequeño detalle. No importa lo que hagamos, siempre alguien muere para que alguien viva.
El cultivo de la soya, como hace notar la
escritora y activista ecológica Lierre Keith, es una faena agrícola y la
agricultura es la practica mas destructiva
que el humano pueda ejercer en contra
del planeta. Si la selva tropical es destruida en beneficio de la cría de
ganado, el mono cultivo destruye la corteza orgánica de la tierra. Una vez Norte América estuvo
cubierta de forestas tan tupidas que una ardilla podía teóricamente viajar de
Maine a Texas sin tocar el suelo. Hoy día
el panorama es bien diferente. El 98% de las praderas de Norte América
han desaparecido junto con el 99% del
humus original de Canadá. Todo en beneficio del grano.
Los textos históricos cuentan
que la civilización se origino cuando el
hombre descubrió como crecer su alimento. De allí emanaron nuevos
flujos que cuidamos y destruimos,
admiramos y despreciamos. El arte, la
mitología, la religión, la filosofía, la retorica, la ciencia. También la
esclavitud, el militarismo, el patriarcalismo, la división de clases, el
imperialismo, el hambre, la destrucción de
otras criaturas y la devastación del sistema de soporte vital del planeta. El
daño que la agricultura ha producido es social y político. El excedente, que en
la cultura de la caza y la recolección no existía, es el objetivo principal del cultivo de la
tierra. El almacenamiento de este superávit
requiere de tecnología y
materiales para construir depósitos, ejércitos para custodiarlo y organizaciones
jerárquicas para decidir como ser distribuido. Con la agricultura el poder
empieza a concentrarse en pequeños grupos. Quien controla el excedente controla el resto. 80% de la población mundial
eran esclavos o siervos hasta el año
1800. Si hoy día no hay esclavos, a lo
menos oficialmente, el abismo que separa a los ricos de los pobres es cada vez mas grande. La historia humana es el registro de las
marcas que este animal fantástico, intoxicado de sueños sublimes y pesadillas toxicas, ha ido dejando a través
del tiempo.
Mesopotamia, la tierra de los dos ríos, un día no tan lejano estuvo llena de
frutas y orquídeas. La explotación agrícola la transformo en un basto terreno estéril donde solo quedan los
remanentes de los canales de riego. La
civilización de los valles del rio hindú encontró el mismo destino. Si India,
Paquistán, Rusia, Australia, América o el
sub Sahara de África todavía no sufren la misma suerte es solo cuestión de
tiempo. Los que vivimos en centros urbanos no tenemos idea lo que la agricultura
es y no vemos la destrucción que causa. Una cucharada de tierra contiene mas de
un millón de organismos vivos y cada uno de ellos come. Un metro cuadrado de
tierra fértil contiene miles de diferentes especies de animales. Los botánicos
dicen que allí se pueden encontrar hasta 120 millones de nematodos, 100 000 ácaros, 45 000 colémbolos, 20 000 gusanos enchytraeid y 10 000 moluscos. Mientras mas cavamos mas vida
encontramos. Los ácidos húmicos descomponen la planta y la almacenan en su interior. Cuando reciben
la señal del sistema ecológico la
liberan en forma de nutrientes que mantienen
la fertilidad del suelo. Comer, excretar,
comunicar, intercambiar es lo que mantiene el planeta vivo. La foresta, las
praderas y los humedales están cubiertos
con una multitud de plantas trabajando junto con la micro fauna y los animales
pequeños y grandes. La vida sostenida por billones de criaturas microscópicas
produciendo oxigeno y biomasa. A esto se le llama polyculture perenne y es la forma como la
naturaleza se construye, protege y reproduce.
La agricultura, como dice
Keith, toma un pedazo de tierra y la despeja
de todo ser viviente hasta la
bacteria con el fin de replantarla con solo
un puñado de especies o con una sola planta como trigo, maíz, soya o arroz. Toda otra especie nativa es maleza
que debe ser eliminada y los animales
son muertos o desaparecen porque no hay donde ir. El grano mata los bosques,
seca los humedales y destruye la fertilidad del suelo. Esto es lo
opuesto a la polyculture. Es el reemplazo de un eco sistema natural por uno
artificial. El resultado es la
deterioración de la tierra. Los arboles, el pasto, los pájaros y los
animales desaparecen y con ellos la riqueza natural. La agricultura es
carnívora y lo que come son los ecosistemas. El arado expone el suelo al sol,
la lluvia y el viento y la irrigación seca los ríos y saliniza la tierra que termina consumiendo todas sus
reservas. 25 millones de acres de tierra
arable se pierden cada año a través del mundo que obliga a encontrar otros
suelos fértiles o aplicar fertilizantes
que provienen de energía fosilizada.
Cien años atrás los
científicos descubrieron que el nitrógeno era un factor esencialmente
limitante en el crecimiento humano y que
sin el el mundo seria afectado por el hambre. Alrededor de 1947 la tierra arable estaba agotando su fertilizante natural. Quien
salvo el momento fue Fritz Haber el
inventor del proceso que une el nitrógeno y el hidrogeno, base de la revolución
verde. Ahora somos mas de 6 billones de humanos. Sin la industrialización de la agricultura basada en la energía fosilizada
y la explosión de grano barato esto no hubiera sido posible. La cosa paradójica,
desde un punto de vista ecológico, es
que ahora la producción de un acre de
maíz requiere 50 galones de petróleo.
Desde que se acabo la tierra arable “nuestra comida es petróleo”. Fertilizante,
pesticida y energía para la
maquinaria necesaria para plantar,
cosechar, procesar y transportar el grano. Esta es la trama de la economía del
petróleo. Los campesinos del mundo, al no poder costear y competir con toda esta maquinaria, son
desplazados de sus tierras y la comunidad, al perder la autosuficiencia, cae en la miseria. La agricultura es una pirámide.
En la punta, las corporaciones del grano. En la base, los campesinos y sus
comunidades.
En lugar de sostenernos dentro
de una compleja red de relaciones, las
destruimos y tomamos la tierra solo para nosotros. ¿Qué ocurrirá con la industria agrícola y las factorías de la carne cuando la
producción de petróleo empiece a disminuir? ¿O, mas grave aun, cuando se agote?
La hamburguesa de soya no escapa a la dialéctica de la vida y la muerte… Pero esta dialéctica fatal no justifica la
explotación sádica de la industria de la
carne que es una negación ética, ecológica y nutricional. Una industria
que solo puede describirse como una cámara de tortura en beneficio del
lucro. La defensa del animal y los
ecosistemas se basa en la ética de una vida compartida. Los otros seres me
importan porque son la condición de mi existencia y yo soy la condición de su
existencia. Comemos y somos comidos. Todos somos predadores y presas, incluyendo los herbívoros. Según el orden del tiempo, a todos nos llega
el turno. Es esta conexión metabólica la que establece nuestra continuidad y
cercanía con la planta y el animal. No podemos
pretender ubicarnos fuera del sistema
natural. Por lo menos, no todavía. Nuestra animalidad no es el residuo de
un pasado primitivo. Es el constituyente clave de
nuestro ser que se cambia a si mismo con el tiempo. Si no fuera
por los millones de diferentes criaturas, la mayor parte invisibles al
ojo humano, que producen o degradan lo que nosotros no podemos, no estaríamos
aquí.
La vida ha evolucionado con la
cooperación de dos micro organismos que al unirse permanentemente inauguran nuevos niveles de
complejidad. Las nuevas especies que aparecen compiten por el alimento.
Cooperación y competencia… ¿Qué modelo elegimos? ¿Uno igualitario o uno jerárquico? Tenemos la elección de la muerte que destruye
la vida o la muerte que es parte de la vida. Ser cruel o agradecido. Dominar o
cooperar. Si alguien muere cada vez que comemos podemos elegir que lo que muera
sea un individuo y no una especie. Elegir seguir asaltando la tierra o ser
parte de lo que la protege. Elegir la
destrucción y crueldad que causan la industria agrícola y animal o reconocer que
toda cosa viviente merece nuestro respeto y que, de acuerdo con el orden del tiempo, a todos nos llega el turno. El tamaño de nuestro cerebro nos da
la posibilidad de elección.
¿Qué hacer, entonces? Lo mas obvia seria el desmantelamiento de toda la red de ordenes
jerárquicos y sistemas de poder que hacen imposible un mundo sustentable. El
problema es que por mas de 10 mil años
las masas explotadas no han sido capaces de cambiarlo.
Nieves y Miro Fuenzalida.
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