En
tiempos coronarios, no estaría demás hacer la pregunta...
¿Qué pasa después de
la muerte? Alguna vez, o mas de una vez, nos hemos hecho esta pregunta, porque la
muerte es cosa seria. Según las estadísticas el promedio de mortalidad alcanza el 100%.
La
sobrevivencia de la personalidad humana después de la muerte biológica del
cuerpo ha sido una creencia persistente
a través de toda la historia y
parte fundamental del pensamiento religioso. Muchos cristianos, al igual que
Platón, creen que el alma es inmortal, a diferencia de Tertuliano que afirma la
resurrección del cuerpo en el día del Juicio Final. Es esta interpretación
literal de la resurrección de la carne a la que siguen los evangelistas, los fundamentalistas y los judíos
ortodoxos.
El que
haya o no vida después de la muerte es
un problema compuesto intelectualmente de elementos filosóficos y empíricos. El
concepto en si mismo no es lógicamente incoherente y la verdad o falsedad de la
proposición es preeminentemente una cuestión de hechos empíricos. La
probabilidad o improbabilidad de la creencia dependerá de si es respaldada o no
por la evidencia disponible en la psicología, fisiología, física, neurología o
las ciencias cognitivas que operan con el principio de que no hay actividad
mental en la ausencia de cerebro, sistema nervioso o estructuras físicas
análogas.
La
visión común es que cuando muera algo de mi sobrevivirá, que mi mente o mi alma
ira al cielo y todo lo que es esencial en mi, mi conciencia individual con
todos sus recuerdos, sus reacciones emocionales y disposiciones, existirá
eternamente. La muerte no acaba conmigo. Es solo un paso al otro mundo. Tan
firme es esta creencia que la podemos encontrar en todas las culturas del mundo
a través de toda la historia humana... ¿qué evidencias tenemos, entonces, para atrevernos a pensar que las experiencias
que asociamos con la mente, tales como el pensamiento, la memoria o los
sentimientos se acaban cuando la vida del cuerpo físico se extingue? El
argumento mas obvio es el siguiente...
La memoria, la personalidad, los
pensamientos, las emociones, la consciencia, en breve, todas las características que atribuimos al alma personal dependen del cerebro.
El cerebro no sobrevive la muerte del
cuerpo.
Luego... el alma personal no sobrevive la muerte del cuerpo.
La
evidencia a favor de la primera premisa es clave para resolver la pregunta
acerca de la sobrevivencia del alma.
Por décadas las victimas de accidentes
cerebrales y los estudios médicos de escaneos del cerebro han proporcionado una
detallada imagen de que partes del cerebro se activan en conjunción con estados
y habilidades mentales especificas. El
daño de una parte del cerebro destruye parte de nuestros pensamientos, elimina
habilidades cognitivas y altera capacidades personales y emocionales. Cuando
se restauran las funciones
electroquímicas del cerebro se renuevan las funciones mentales. Incluso las facultades mentales mas abstractas
pueden ser asignadas directamente a
funciones cerebrales, como muestran las disrupciones mentales causadas por
algunos desordenes cerebrales. Los pacientes que sufren del síndrome de
Capgras, por ejemplo, resultado de la lesión
en el lóbulo frontal, sienten que algunos de sus seres queridos han sido reemplazados
por un impostor. En el síntoma del delirio
de Fregoli, causado por daño cerebral, el sujeto cree que diferentes individuos
son en realidad una sola persona con múltiples disfraces. La lista es larga y
todos ellos indican claramente el origen físico del problema y la dependencia
en el cerebro de las diferentes capacidades mentales. Si una región del cerebro
se daña la capacidad mental correlativa desaparece... la memoria se pierde, los
afectos emocionales se abrevian. En todas las investigaciones llevadas a cabo
hasta hoy nunca se ha encontrado una función mental autónoma, independiente del
cerebro.
Esta
dependencia física la podemos ver en la vida diaria, sin que haya daño
cerebral. Cuando la química del cerebro se altera debido a las drogas, el
alimento, la privación del sueño, el ayuno, el café o el alcohol también cambian las formas de pensar. La
química cerebral afecta los pensamientos positivos o negativos, nuestra
irritabilidad o felicidad o nuestras capacidades cognitivas. Poco para comer o
beber y el pensar se vuelve mas lento o
negativo. Las drogas alucinogénicas inducen visiones de una realidad diferente.
Millones de personas toman todos los días medicamentos en contra de la
depresión y la angustia capaces de
producir cambios en sus creencias,
sentimientos y disposiciones. La
dependencia causal en todos estos casos
es innegable. La mente depende de las reacciones químicas y eléctricas
especificas del sistema nervioso. Pequeños cambios en estas reacciones causan
cambios en la mente y sus contenidos.
Esta relación causal la podemos ver en todo el reino animal, desde aquellos seres
tan simples que apenas califican como seres con cerebro hasta los humanos cuyos cerebros son los objetos
conocidos mas complejos del universo. En esta serie las habilidades cognitivas se correlacionan cercanamente con el tipo de
cerebro que las criaturas poseen. Mientras mas simples mas rudimentarias son
sus funciones. Solo en los cerebros mas complejos se da la lista de
características que tradicionalmente asociamos con la mente. Este mismo
continuo lo encontramos en la evolución de los humanos según la evidencia
arqueológica y antropológica que muestra una progresión constante en nuestras capacidades culturales, lingüísticas,
sociales, políticas y psicológicas, que claramente se correlacionan con el crecimiento
y desarrollo del cerebro durante su evolución histórica.
¿Existen
excepciones en la conexión entre mente y cerebro? La verdad es que pareciera
que ciertas fenómenos quedan fuera de este marco cognitivo... experiencias
fuera del cuerpo, apariciones, comunicación a través de médium, reencarnación, experiencias
cercanas a la muerte, telepatía, telekinesia. En todos estos casos es el
reporte de la gente acerca de sus experiencias
el que suministra los datos con los que el critico va a trabajar. Esta información es abundante y algunas de
ellas de alta calidad. Pero, no es tan claro que toda esta información pueda
probar la sobrevivencia después de la muerte. En 1960 Karlis Osis, un
parasicologista profesional, circulo un cuestionario entre 10 mil doctores y
enfermeras y cuidadosamente seleccionó y analizo 640 respuestas que proveían detalles
acerca de la muerte de 35 mil pacientes, incluyendo 1 300 ejemplos de apariciones. Según el
investigador y filosofo escoces R.W.Paterson la conclusión de este basto estudio es que ni las visiones
del lecho de muerte ni las experiencias cercanas a la muerte proporcionan suficiente base a la creencia de
la sobrevivencia de la conciencia después de la muerte del cuerpo. A pesar del
admirable trabajo de Osis y Haraldsson, Moody y Sabom, entre otros, demasiadas
ambigüedades y lagunas quedan sin resolver en sus hallazgos. Presumiendo que
uno podría sobrevivir sin un cuerpo biológico... ¿en que forma uno persistiría?
¿que actividades uno podría realizar y en que tipo de ambiente? ¿cómo una
entidad inmaterial podría afectar una material? Para influir en las actividades
del cerebro un alma descarnada tendría que introducir nueva energía en el mundo físico o
tomar prestada la energía ya existente en
el, sin violar las leyes fundamentales
de la física, como la conservación de la energía.... ¿Cómo esto podría ser? La
verdad es que no tenemos idea.
No tenemos problema en ubicar dentro del
cuerpo al corazón, al páncreas, a los pulmones o a el cerebro, pero cuando
llegamos al alma o la mente... ¿dónde la ponemos? A diferencia de todas las
otras entidades, al carecer de peso, medida y ubicación espacial, la mente es
un objeto inmaterial, una especie de entidad espectral que habita el cuerpo,
pero que no es parte de el. Según Descartes la conclusión es obvia... la mente
y los objetos materiales son sustancias totalmente diferentes y es esta
diferencia la que los dualistas usan para fundamentar la sobrevivencia
personal.
Podemos ver un rostro sin sonrisa... pero
¿podemos ver una sonrisa sin rostro? El
académico canadiense Raymond D. Bradley, a diferencia de Descarte, sostiene que
los cuerpos pertenecen a la categoría de las sustancias, en tanto que las
mentes pertenecen a la categoría de las propiedades o atributos, lo que implica
que estas solo pueden existir mientras su soporte físico exista. Según el filosofo austriaco Wittgenstein, famoso
por sus trabajos en la filosofía del lenguaje y la mente, no podemos sostener
creencias sustantivas acerca de entidades que yacen mas allá de toda posible
experiencia sensorial porque no hay manera de que la existencia de tales
entidades puedan estar al alcance de investigaciones empíricas.
Una
idea bastante popular es la de que no hay conflicto entre la ciencia y las
creencias en la inmortalidad del alma.
Las creencias espirituales, se dice, son elecciones personales, cuestiones de
valor o parte del dominio metafísico al que la ciencia no tiene acceso. Ciertamente, en este ámbito las almas
inmortales o mentes sin cerebro son lógicamente posibles en un sentido
abstracto. El problema es que esto no es suficiente para demostrar la creencia.
La posibilidad de que algo pudiera existir no implica la probabilidad de que
exista. Podemos concebir, por ejemplo, una variedad de posibilidades... es
posible que el Holocausto nunca haya
ocurrido, es posible que beber
sangre de toro da poder, es posible que el numero 13 sea mala suerte, es
posible que exista un árbol de oro en las selvas del Ecuador. La evidencia en contra de todas estas
pretensiones, sin embargo, es convincente, exhaustiva y completa. La posición
mas razonable es rechazarlas. No hay ninguna justificación para aceptarlas, ni para ser agnósticos
acerca de ellas. Igualmente, las observaciones de la conexión entre cerebro y
mente no sugieren ninguna excepción de tal manera que no hay ninguna
justificación para negar la dependencia de la mente en el cerebro. Todos los
datos de las diferentes disciplinas científicas sugieren que las emociones, la memoria, el
lenguaje y la cognición, que son funciones de la conciencia, tienen una base física.
Estos indicadores no garantizan que no
haya un alma inmaterial, pero la amplitud y profundidad de las explicaciones
proporcionadas por estas investigaciones hacen bien difícil imaginar como y
donde la hipótesis del alma podría caber d . entro de este marco y que función
explicativa útil podría servir.
La correlación cerebro y mente aparece a través de la
neurobiología, las ciencias cognitivas, la psicología evolutiva, la
antropología y la historia evolutiva. En ninguno de estos campos hay algo que
pudiera indicar la probabilidad de la sobrevivencia de la mente después de la
muerte el cuerpo.
Nieves y Miro Fuenzalida.