¿Realmente sabemos lo que la raza es? Para un
creciente número de seres humanos la raza aparece como una ficción
biológica de la que hay que deshacerse lo más rápido posible. Los grupos
afectados por la discriminación racial han venido exigiendo que el concepto sea
abandonado, eliminado del discurso público y expulsado de la medicina y la
ciencia. Y, sin embargo, a pesar de todas las promesas
del Iluminismo humanista, obstinadamente la ficción de la raza continúa
operando con toda su fuerza bruta persiguiendo, insultando, agrediendo,
explotando y oponiéndose al progreso en
contra de la discriminación. Uno podría
preguntarse… si la raza es una ficción…
¿por que es una constante preocupación para tantos millones de seres humanos?
En las dos últimas décadas las discusiones se
han concentrado en mostrar que la raza
no es una realidad biológica, de que
carece de características reales y objetivas y, en el fondo, es solo el producto
de una construcción social. Pero,
paralela a esta discusión, también ha venido creciendo la idea de que la raza
tiene un significado científico que, en una nueva dirección, distinta a la
acostumbrada, contiene inesperadas
consecuencias practicas, farmacológicas, morales, económicas y políticas.
Así por ejemplo, Richard A. Jones (Howard University) dice que si las
enfermedades tienen diferentes etiologías en diferentes razas y si esta
diferencia etiológica determina un énfasis racial diferencial en los actuales
protocolos de investigación, entonces, hay razones importantes para que la raza
no sea eliminada. Seria un error, dice, deshacerse de la noción de raza solo porque las categorías raciales no calzan
exactamente con procesos biológicos. Obviamente, también seria un error aceptar
acriticamente las viejas clasificaciones raciales cuando desarrollamos tratamientos médicos. La cuestión es determinar como el significado social de raza
puede afectar resultados biológicos tales como promedios de enfermedades
cardiacas y neurológicas entre otras.
Enterrar el concepto de raza parecería ser la decisión correcta a corto
plazo. En términos puramente pragmáticos la cosa pareciera ser diferente.
La mejor forma de entender las palabras es por el trabajo que realizan.
Si una definición falla en lograr su propósito debiéramos redefinirla. En el esencialismo que corre de Aristóteles al
Siglo de las Luces el mundo es dividido en cosas que se distinguen por la
posesión de diferentes propiedades. La
diferencia esencial, según la mayoría de las tradiciones culturales hasta hace
poco, ha sido la idea de que la propiedad esencial de la raza se encuentra en
el color de la piel, a pesar de lo anti científica que esta definición pueda
ser. Por otro lado, si nos fijamos en
su sentido intensional, las palabras
tienen diferentes significados de acuerdo a diferentes perspectivas. Para el
sociólogo la raza puede ser un signo de como la sociedad esta organizada. El
antropólogo puede interpretarla como formas de vida cultural y para el
politólogo la raza puede aparecer como una relación jerárquica de poder y
dominación. Si el universalismo
esencialista es extremo, el perpectivismo relativista amenaza la definición
misma de raza. Entre uno y otro extremo perdemos la eficacia que el concepto
pudiera tener. En el contexto de las luchas raciales, según los lideres
progresistas, la palabra raza no es
neutra y su función debería ser la de
reforzar el aparato político conceptual para servir a la aspiración de sociedades y
comunidades en el logro de
un mundo democráticamente pluralista.
Es cierto que, como resultado de las prácticas coloniales del modernismo
y las políticas eugenesicas del siglo XX, el término raza ha adquirido hoy día
tantas connotaciones negativas que ha perdido toda eficacia para denotar
cualquier cosa. Los geneticistas y la mayoría de etnólogos y filósofos
concuerdan que la raza carece de determinaciones biológicas fijas… ¿Por qué,
entonces, alguien quisiera retener el concepto? Porque, según argumenta Richard
Jones, su reconceptualizacion lo puede transformar en un instrumento de
cambio.
El Proyecto del Genoma Humano ha problematizado la pretensión de
encontrar el fundamento biológico para diferenciar las razas al revelar
que el 99.9% del DNA de cada individuo que habita el planeta es
idéntico. Las variaciones en altura, color de la piel o cualquiera otra
característica están determinadas por una ínfima fracción del genoma y la
variaciones genéticas dentro de grupos raciales son mayores que la que existen
entre diferentes grupos. Compartimos el 98.4% de nuestros genes con los
chimpancés, 95% con los perros y 74% con gusanos microscópicos. Lo que estos
números indican es que lo significativo
no son los porcentajes de genes compartidos, sino como un ínfimo porcentaje de
ellos puede ejercer tremendas diferencias funcionales. Muchos de
los que trabajan en el desarrollo de drogas farmacéuticas argumentan que las
investigaciones genómicas confirman diferencias significativas entre los
diferentes grupos de la población humana. Ciertas encimas con menor actividad,
por ejemplo, son mas frecuentes en la población china que en la población
caucásica. Si los datos indican que ciertos grupos de la población humana
difieren potencialmente en mayor o menor capacidad para responder bien, mal o
no responder del todo a ciertas drogas, entonces es posible predecir estas respuestas. El enfoque aquí, en lugar de ser acerca de la raza, es acerca de la
creencia de que comunidades en particular poseen necesidades específicas de
salud que tienen relacion con una base genética cuya investigación puede ser
crucial en su tratamiento.
Ciertos teoricos negros sostienen la idea de que los argumentos
ontológicos acerca de la raza debieran dar paso a los argumentos éticos y
prácticos, a la cuestión de si es mas
peligroso que no, mas obscurantista que no, hablar de raza. Otros, en cambio, sostienen
que mientras transitan el terreno racial de esta nueva centuria nunca han
podido pensar en términos que no estuvieran racializados. Nuestra
epistemología, metafísica o axiología, dicen, están altamente coloreadas. No
importa cuantas veces nos digamos a nosotros mismos que la raza ya no es una categoría biológica
no podemos eliminarla de nuestra realidad. La cuestión es como mantener una
definición de ella que este sujeta a una constante revisión para que sea materialmente
eficaz en la eliminación de la subordinación racial. En lugar de imaginar la
raza como un concepto fijo, dicen, debiéramos imaginarla como uno que se va
modificando al igual que los de la ciencia experimental moderna.
Las definiciones de raza han variado en los últimos cuarenta años. En
1975 era común, según los diccionarios de la época, ver a la raza como una
población geográfica local o una población global humana que se distingue, en
mayor o menor medida, por características físicas genéticamente transmitidas.
En 1987, en el “Webster Dictionary”, se
ve a la raza, en cambio, como cualquier división biológica mayor de la especie
humana basada en el color y textura del cabello, color de la piel y los ojos y
proporciones corporales, entre otras, para luego agregar que el termino ha
adquirido connotaciones anticientíficas y seria mejor reemplazarlo en las
descripciones por grupo o etnia. Según
Francois Ravenau hay siete factores que contribuyen a la definición de una
minoría racial… biogenético, territorial, lingüístico, cultural, religioso,
económico y político. Si seguimos la
dirección del último al primero los factores son cambiantes y asimilativos. Si
seguimos la dirección inversa, del primero al último, los factores son
resistentes al cambio y a la influencia de factores externos. La tensión entre
ambas direcciones, entre cambio y permanencia es lo que alternativamente
describe lo que el racismo, o la raza en
si misma, es o no es. Lo que Ravenau posibilita con esto es una visión
racial más pragmática. Es una invitación
a ver las definiciones, los juicios, incluyendo los metafísicos, como hipótesis que surgen en el contexto de
situaciones específicas y que deben ser evaluadas según su eficacia para responder
a estas situaciones. Cada juicio hipotético esta valoricamente teñido y, más
frecuente que no, estos valores son políticos. Los supuestos acerca de lo que
la raza es siempre están pragmáticamente
teñidos y esta es una razón suficiente
para someterlos a una constante revisión autocrítica capaz de disociar lo
habitual de lo emergente.
Después de un siglo de legislaciones, de interminables discusiones
y conferencias y miles de escritos nadie
ha conseguido llegar a la sociedad pos racial. El término es difícil de
eliminar y continuara formando parte de nuestra vida por largo tiempo, tanto como el efecto
opresivo de la realidad histórica política permanezca. Dada esta realidad el
énfasis no debiera ser el de determinar el estatus metafísico u ontológico del termino, sino el
de investigar las relaciones de
subordinación y dominio a las que las razas están sujetas. Si aceptáramos, dice
R. Jones, que la raza no existe, que es una ficción posmoderna… ¿Cómo podríamos
oponernos a sus efectos opresivos?
Nieves y Miro Fuenzalida