Sunday, May 5, 2019

Misticismo, meditación y cosificación



Los constructivistas sociales desde hace bastante tiempo vienen afirmando que las religiones tienden a legitimar la visión de un mundo social alienado y cosificado. El sistema de creencias de las instituciones religiosas, dicen,  obscurece la producción de los objetos sociales tales como las instituciones sociales, los códigos morales y los roles familiares al presentarlos como la manifestación de algún orden natural o divino que se ubica más allá de la influencia humana. Este uso del concepto de cosificación, en realidad, no es nada nuevo. Su uso, aplicado al análisis religioso, ya había aparecido en Hegel, Feuerbach y Marx.

 La idea central de los constructivistas, tal como se desarrolla en los análisis sociales de Berger y Luckman, es la de que cualquier orden social es inherentemente precario porque es producido y mantenido solamente por la actividad humana. Si los miembros de la sociedad dejaran de actuar, no solo las instituciones sociales dejarían de funcionar, sino que el orden social mismo dejaría de existir. Y a pesar de lo obvio de esta  dependencia, ella no aparece necesariamente como tal. Para la gente el mundo social simplemente esta ahí, existiendo independientemente del conocimiento o la actividad de los individuos que lo componen. Los productos de la actividad social se aprehenden como si ellos  fueran independientes del hacer humano, como hechos  naturales resultado de leyes cósmicas o manifestaciones de la voluntad divina. Cualidades ontológicas independientes  se le atribuye al lenguaje, las ideas, los modelos sociales, las normas, las  instituciones e, incluso, a la auto identidad. La cosificación, al negarse a ver estos objetos como productos humanos, permite estabilizar la precariedad  del mundo social.  Es solo en tiempos de cambios revolucionarios cuando los objetos sociales particulares tienden a ser decosificados por la gente que participa en ellos. En los 60s, por ejemplo, el movimiento de los derechos de la mujer llamo la atención al hecho de que la definición del rol de la mujer en la sociedad es una construcción social y no un hecho natural o una prescripción divina. El problema con estas revoluciones, sin embargo, es que los objetos decosificados vuelven a ser reemplazados por nuevas cosificaciones y la percepción del mundo social tiende otra vez a ser recosificada.

 Las instituciones religiosas han jugado históricamente un papel importante  en la  estabilización  del orden social  al legitimar su cosificación. Las religiones mayores, al poner la causa de las cosas en la voluntad divina,  proporcionan una explicación de porque el mundo y este orden social particular existen. Pero, al hacerlo niega la participación activa de la gente en la producción de su mundo. La excepción a esta larga  tendencia histórica la podemos encontrar en ciertas formas de misticismo. Ellas, al renunciar a  fijar  la “ultima realidad”,   relativizan el orden social y sus normas al afirmar que el mundo sensorial es una ilusión  mantenida por la convención. En las soteriologías mas sofisticadas de India, por ejemplo, el mundo natural y social es una ilusión (maya) construida por la mente. Este es un interesante desarrollo porque su intención es producir una percepción descosificada del mundo que no sea reemplazada por otra cosificacion.

En 1980 Maynard y Wilson introdujeron la noción de una determinación que no es causal ni logica, sino contextual. Una cosa es lo que es solo en el contexto del que es parte. Si la removemos  de su contexto, ella deja de ser lo que es. Si aplicamos esta imagen al mundo social  el contexto completo incluye también al sujeto que percibe y las acciones que  ejecuta en relacion a el.  El pensador Hindú Nagarjuna desarrollo  en el siglo II DC la noción de “surgimiento co determinado”. Desde que las cosas surgen en dependencia ellas no tienen esencia o, lo que es lo mismo, carecen de un ser propio. Esta  idea es similar a la de Maynard y Wilson. Los objetos de la experiencia no son  cosas en si mismas. Solo lo son en relacion a otros objetos y estos a su vez dependen de otros. No hay un todo separado de sus partes y viceversa. Las cosas derivan su ser  y naturaleza de su mutua dependencia y no son nada por si mismas. Ellas no son reales y la última realidad es el vacío. Nagarjuna reconoce que su doctrina (sunyata), como también lo reconocen otras doctrinas Budistas, son construcciones relativas incapaces de capturar la “ultima verdad”. Su función, dice, es solo ayudar a abandonar las visiones dogmáticas reificadas del mundo que impiden su percepción como un todo en constante cambio. La “ultima verdad” solo puede ser aprehendida o experimentada  directamente a través de las prácticas meditativas. Cuando uno logra finalmente  experimentar directamente el vacío entonces uno  puede matar al Buda y abandonar la doctrina sunyata. En otras palabras, descocificar al maestro y la doctrina. Según el Budismo Mahayana la conciencia normal del individuo  socializado es una conciencia alienada con la que proyecta distinciones y categorías lingüísticas en la realidad para luego cosificarlas. La cosa es… ¿Cómo  descosificamos  la percepción?

Según el Budismo Zen la concentración en un punto, samadhi o no-mente, lleva al  satori, la experiencia de ver la propia naturaleza y, al mismo tiempo, la naturaleza del universo a través de una aprehensión directa (sunyata). Alcanzamos la experiencia del satori cuando el concepto del “yo” es expulsado completamente de la conciencia y experimentamos el universo como un todo libre de dualismos. Si consideramos los conceptos de experiencia y significado en algunas corrientes filosóficas occidentales (Husserl, Bergson) encontramos similitudes bastantes grandes con el Budismo Zen.  Según ellas, la experiencia es siempre, primero, experiencia vivida o pura duración y, luego, pensamiento reflexivo. La duración es un estado pre reflexivo en donde el mundo es un flujo continuo en el que no hay entidades fijas y bien definidas. La corriente de la conciencia aun no ha sido cogida por la red de la reflexión. Es solo cuando paramos  y reflexionamos en este flujo cuando el yo puede recortar una experiencia particular  a partir de el. La reflexión es una  condición necesaria para la constitución de cualquier experiencia significativa. Son solo las experiencias pasadas las que pueden adquirir   significado. Todo significado subjetivo, incluyendo el mundo espacio temporal, se constituye retrospectivamente a través de la reflexión, cuando la pura duración es suspendida. El significado se agrega posteriormente a la experiencia lo que lo hace relativo. En el Budismo Zen es solo la experiencia directa, la que es  previa a la reflexión, la que se considera como  verdadera experiencia de la realidad. La experiencia reflexiva es considerada una experiencia ilusoria (maya) construida por el intelecto, el lenguaje y el sentido común. La última verdad que el Zen Budismo busca no es la intelectual basada en  discriminaciones o distinciones perceptuales, sino la experiencia directa, referida negativamente como “no-mente” (mushin) que es una forma de pura duración. En ambos estados uno vive en el momento presente, o lo que es lo mismo, uno no se detiene a reflexionar en el pasado o futuro. En el estado meditativo la mente no reflexiva se enfoca o concentra exclusivamente en el aquí y ahora. La diferencia entre un estado meditativo y la actitud natural de la vida diaria tal como la experimenta la mayoría de la gente es que en el primero la conciencia se vacía de toda distracción, incluyendo la auto conciencia, la ensoñación   y la reflección. En el último, en cambio, la conciencia esta llena de ruidos innecesarios.

Lo interesante aquí es que  si el estado meditativo alude a una actitud natural pura, entonces podría  decirnos algo acerca de cómo son  las experiencias  místicas. Satori no nos es totalmente ajeno ya que no es algo cualitativamente diferente a la experiencia diaria, como dice el monje, solo cuantitativamente diferente en el sentido de que esta experiencia es más unificada al contener menos distracciones.  La última verdad  yace en la experiencia viviente y  la comprensión del vacío (sunyata) como última realidad es la perspectiva decodificada de la percepción.  Los estados meditativos  y el satori no son estados que nos ponen en contacto con el “otro mundo”, sino actitudes naturales de la vida diaria en su estado puro. No es extraño que a lo largo de la historia de las religiones la práctica del misticismo se haya encontrado frecuentemente en conflicto con la autoridad y las estructuras religiosas. La función de la cosificacionficación en ellas es la de estabilizar la autoridad de las diferentes instituciones sociales por lo que la descodificacion se les presenta como una amenaza. La descodificacion en las tradiciones místicas es una de sus características mas profundas. Su opuesto es el fundamentalismo que involucra una extrema cosificación de los objetos e ideas religiosas. El continuunm misticismo-fundamentalismo puede ser definido en términos de grados de reificación.  

¿Puede, realmente, la práctica meditativa sostener la percepción descosificada? En los anos 60s el movimiento “New Age “ introdujo en el occidente el Zen Budismo que muy luego fue criticado por su reducción a una mera técnica de relajación traicionando así al autentico Zen japonés. Lo que en esta crítica se olvida es el hecho de que en el verdadero Zen japonés ya existía lo que hoy se deplora. Como la historia indica, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial el Budismo Zen empezó a organizar cursos para gerentes comerciales y durante la guerra la mayoría apoyo las acciones bélicas de Japón.  Hoy los gerentes corporativos vuelven a usar las mismas tecnicas meditativas en beneficio de las corporacione… Lo que uno podría decir es  que cuando toda distancia reflexiva se pierde  nos quedamos solo con la experiencia de que “yo soy lo que hago”, que es el instante en que  la absoluta disciplina coincide con la total espontaneidad… ¿No es esto, otra vez, la legitimación de nuestra subordinación a la maquina social? La actividad Budista, en ultima instancia, es la de la Indiferencia, el abandono de toda pasión que introduce la diferencia y la división en el orden del ser, tan diferente de la actitud política que es la lucha que privilegia  y eleva un objeto, una causa, un proyecto a expensas y en contra de otro.  Es cierto que el lenguaje es la fuente de la cosificación y la práctica Zen es un buen ejercicio para darnos cuenta de ello. Solo que, al final del día, no podemos escapar de la simbolizacion.  

Nieves y Miro  Fuenzalida.

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