Los
constructivistas sociales desde hace bastante tiempo vienen afirmando que las
religiones tienden a legitimar la visión de un mundo social alienado y cosificado.
El sistema de creencias de las instituciones religiosas, dicen, obscurece la producción de los objetos
sociales tales como las instituciones sociales, los códigos morales y los roles
familiares al presentarlos como la manifestación de algún orden natural o
divino que se ubica más allá de la influencia humana. Este uso del concepto de
cosificación, en realidad, no es nada nuevo. Su uso, aplicado al análisis
religioso, ya había aparecido en Hegel, Feuerbach y Marx.
La idea central de los constructivistas, tal
como se desarrolla en los análisis sociales de Berger y Luckman, es la de que
cualquier orden social es inherentemente precario porque es producido y
mantenido solamente por la actividad humana. Si los miembros de la sociedad
dejaran de actuar, no solo las instituciones sociales dejarían de funcionar,
sino que el orden social mismo dejaría de existir. Y a pesar de lo obvio de
esta dependencia, ella no aparece
necesariamente como tal. Para la gente el mundo social simplemente esta ahí,
existiendo independientemente del conocimiento o la actividad de los individuos
que lo componen. Los productos de la actividad social se aprehenden como si
ellos fueran independientes del hacer
humano, como hechos naturales resultado
de leyes cósmicas o manifestaciones de la voluntad divina. Cualidades
ontológicas independientes se le
atribuye al lenguaje, las ideas, los modelos sociales, las normas, las instituciones e, incluso, a la auto identidad.
La cosificación, al negarse a ver estos objetos como productos humanos, permite
estabilizar la precariedad del mundo social.
Es solo en tiempos de cambios
revolucionarios cuando los objetos sociales particulares tienden a ser decosificados
por la gente que participa en ellos. En los 60s, por ejemplo, el movimiento de
los derechos de la mujer llamo la atención al hecho de que la definición del
rol de la mujer en la sociedad es una construcción social y no un hecho natural
o una prescripción divina. El problema con estas revoluciones, sin embargo, es que
los objetos decosificados vuelven a ser reemplazados por nuevas cosificaciones
y la percepción del mundo social tiende otra vez a ser recosificada.
Las instituciones religiosas han jugado
históricamente un papel importante en
la estabilización del orden social al legitimar su cosificación. Las religiones
mayores, al poner la causa de las cosas en la voluntad divina, proporcionan una explicación de porque el
mundo y este orden social particular existen. Pero, al hacerlo niega la
participación activa de la gente en la producción de su mundo. La excepción a
esta larga tendencia histórica la
podemos encontrar en ciertas formas de misticismo. Ellas, al renunciar a fijar la “ultima realidad”, relativizan el orden social y sus normas al
afirmar que el mundo sensorial es una ilusión
mantenida por la convención. En las soteriologías mas sofisticadas de
India, por ejemplo, el mundo natural y social es una ilusión (maya) construida
por la mente. Este es un interesante desarrollo porque su intención es producir
una percepción descosificada del mundo que no sea reemplazada por otra
cosificacion.
En 1980 Maynard y
Wilson introdujeron la noción de una determinación que no es causal ni logica,
sino contextual. Una cosa es lo que es solo en el contexto del que es parte. Si
la removemos de su contexto, ella deja
de ser lo que es. Si aplicamos esta imagen al mundo social el contexto completo incluye también al
sujeto que percibe y las acciones que
ejecuta en relacion a el. El
pensador Hindú Nagarjuna desarrollo en
el siglo II DC la noción de “surgimiento co determinado”. Desde que las cosas
surgen en dependencia ellas no tienen esencia o, lo que es lo mismo, carecen de
un ser propio. Esta idea es similar a la
de Maynard y Wilson. Los objetos de la experiencia no son cosas en si mismas. Solo lo son en relacion a
otros objetos y estos a su vez dependen de otros. No hay un todo separado de
sus partes y viceversa. Las cosas derivan su ser y naturaleza de su mutua dependencia y no son
nada por si mismas. Ellas no son reales y la última realidad es el vacío.
Nagarjuna reconoce que su doctrina (sunyata), como también lo reconocen otras
doctrinas Budistas, son construcciones relativas incapaces de capturar la
“ultima verdad”. Su función, dice, es solo ayudar a abandonar las visiones
dogmáticas reificadas del mundo que impiden su percepción como un todo en
constante cambio. La “ultima verdad” solo puede ser aprehendida o experimentada
directamente a través de las prácticas
meditativas. Cuando uno logra finalmente experimentar directamente el vacío entonces
uno puede matar al Buda y abandonar la
doctrina sunyata. En otras palabras, descocificar al maestro y la doctrina. Según
el Budismo Mahayana la conciencia normal del individuo socializado es una conciencia alienada con la
que proyecta distinciones y categorías lingüísticas en la realidad para luego cosificarlas.
La cosa es… ¿Cómo descosificamos la percepción?
Según el Budismo
Zen la concentración en un punto, samadhi o no-mente, lleva al satori, la experiencia de ver la propia
naturaleza y, al mismo tiempo, la naturaleza del universo a través de una
aprehensión directa (sunyata). Alcanzamos la experiencia del satori cuando el
concepto del “yo” es expulsado completamente de la conciencia y experimentamos
el universo como un todo libre de dualismos. Si consideramos los conceptos de experiencia
y significado en algunas corrientes filosóficas occidentales (Husserl, Bergson)
encontramos similitudes bastantes grandes con el Budismo Zen. Según ellas, la experiencia es siempre, primero,
experiencia vivida o pura duración y, luego, pensamiento reflexivo. La duración
es un estado pre reflexivo en donde el mundo es un flujo continuo en el que no
hay entidades fijas y bien definidas. La corriente de la conciencia aun no ha
sido cogida por la red de la reflexión. Es solo cuando paramos y reflexionamos en este flujo cuando el yo
puede recortar una experiencia particular
a partir de el. La reflexión es una
condición necesaria para la constitución de cualquier experiencia
significativa. Son solo las experiencias pasadas las que pueden adquirir significado. Todo significado subjetivo,
incluyendo el mundo espacio temporal, se constituye retrospectivamente a través
de la reflexión, cuando la pura duración es suspendida. El significado se
agrega posteriormente a la experiencia lo que lo hace relativo. En el Budismo
Zen es solo la experiencia directa, la que es
previa a la reflexión, la que se considera como verdadera experiencia de la realidad. La
experiencia reflexiva es considerada una experiencia ilusoria (maya) construida
por el intelecto, el lenguaje y el sentido común. La última verdad que el Zen
Budismo busca no es la intelectual basada en discriminaciones o distinciones perceptuales,
sino la experiencia directa, referida negativamente como “no-mente” (mushin) que
es una forma de pura duración. En ambos estados uno vive en el momento
presente, o lo que es lo mismo, uno no se detiene a reflexionar en el pasado o
futuro. En el estado meditativo la mente no reflexiva se enfoca o concentra exclusivamente
en el aquí y ahora. La diferencia entre un estado meditativo y la actitud
natural de la vida diaria tal como la experimenta la mayoría de la gente es que
en el primero la conciencia se vacía de toda distracción, incluyendo la auto
conciencia, la ensoñación y la reflección. En el último, en cambio, la conciencia
esta llena de ruidos innecesarios.
Lo interesante
aquí es que si el estado meditativo
alude a una actitud natural pura, entonces podría decirnos algo acerca de cómo son las experiencias místicas. Satori no nos es totalmente ajeno
ya que no es algo cualitativamente diferente a la experiencia diaria, como dice
el monje, solo cuantitativamente diferente en el sentido de que esta experiencia
es más unificada al contener menos distracciones. La última verdad yace en la experiencia viviente y la comprensión del vacío (sunyata) como
última realidad es la perspectiva decodificada de la percepción. Los estados meditativos y el satori no son estados que nos ponen en contacto
con el “otro mundo”, sino actitudes naturales de la vida diaria en su estado
puro. No es extraño que a lo largo de la historia de las religiones la práctica
del misticismo se haya encontrado frecuentemente en conflicto con la autoridad
y las estructuras religiosas. La función de la cosificacionficación en ellas es
la de estabilizar la autoridad de las diferentes instituciones sociales por lo
que la descodificacion se les presenta como una amenaza. La descodificacion en
las tradiciones místicas es una de sus características mas profundas. Su
opuesto es el fundamentalismo que involucra una extrema cosificación de los
objetos e ideas religiosas. El continuunm misticismo-fundamentalismo puede ser
definido en términos de grados de reificación.
¿Puede, realmente,
la práctica meditativa sostener la percepción descosificada? En los anos 60s el
movimiento “New Age “ introdujo en el occidente el Zen Budismo que muy luego
fue criticado por su reducción a una mera técnica de relajación traicionando
así al autentico Zen japonés. Lo que en esta crítica se olvida es el hecho de
que en el verdadero Zen japonés ya existía lo que hoy se deplora. Como la
historia indica, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial el Budismo
Zen empezó a organizar cursos para gerentes comerciales y durante la guerra la
mayoría apoyo las acciones bélicas de Japón.
Hoy los gerentes corporativos vuelven a usar las mismas tecnicas
meditativas en beneficio de las corporacione… Lo que uno podría decir es que cuando toda distancia reflexiva se pierde
nos quedamos solo con la experiencia de
que “yo soy lo que hago”, que es el instante en que la absoluta disciplina coincide con la total espontaneidad…
¿No es esto, otra vez, la legitimación de nuestra subordinación a la maquina
social? La actividad Budista, en ultima instancia, es la de la Indiferencia, el
abandono de toda pasión que introduce la diferencia y la división en el orden
del ser, tan diferente de la actitud política que es la lucha que
privilegia y eleva un objeto, una causa,
un proyecto a expensas y en contra de otro. Es cierto que el lenguaje es la fuente de la
cosificación y la práctica Zen es un buen ejercicio para darnos cuenta de ello.
Solo que, al final del día, no podemos escapar de la simbolizacion.
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