La historia del mundo es la historia del consumo.
La eterna lucha por conseguir comida evitando al mismo
tiempo ser comido. No hay duda que para sobrevivir uno debe comer; uno debe
consumir. Comer es tal vez más primordial que el sexo, algo que debemos hacer todos los días, varias
veces al día. Debido a su necesidad se entierra a si mismo en nuestro
inconsciente, cuidadosamente cubierto con el habito, viviendo una vida atada a
deseos obesos y sueños anoréxicos. Imagina si quieres, un típico día de verano,
en algún lugar del suburbio de la ciudad. El suave aroma de carne quemada que
surge de las brasas del patio trasero. Un asesinato fresco llamando a los
sabuesos carnívoros, a los que se alimentan de carroñas igual que los buitres.
Comida y muerte siempre han sido compañeras de viaje, pero
es solo después de la Revolución Industrial que la muerte se automatizo. El matadero flirtea en las alas
de un sueño Sadeano mecanizado. Cuerpos colgando de los
ganchos giran en torno a la bodega. Cuchillos como navajas y serruchos
cuidadosamente afilados cortan los cadáveres con una precisión científica. La
sangre gotea y se desparrama en el piso, las murallas y la ropa. Entrañas
cuelgan de los tajos frescos de los estómagos rebanados. El tufo de la muerte
circula en el aire mientras el obsceno objeto de deseo es envuelto, empaquetado
y transustanciado. En los pasillos del
Súper-Mercado no vemos nada sino chuletas de chancho cuidadosamente arregladas
y pre-empaquetadas, trozos de lomo remojados en testosterona, pollos torturados
rotando en los hornos para ser dorados, pavos de ocho kilos rellenos de
esteroides, lenguas congeladas y entrañas
limpias y sanitizadas para borrarles la mancha de la muerte. Una simpática y amorosa caricatura de un
animal usada para propósito propagandístico es la única señal de que estas
piltrafas de carne en algún momento fueron parte de un ser vivo.
Como Burroughs nos enseñó, colgando de la punta de nuestro
tenedor hay un “naked lunch”. Vida sin
fantasma. Carne resbalosa, podrida, falta de vida. Bienvenido al desierto de lo
Real. El carnívoro es una criatura que consume ilusiones, que rehúsa aceptar los reflejos de su carne. Al momento
de ver el horror que somos, el carnívoro se da vuelta lleno de temor y vergüenza.
Tal vez nada más que un virus parasítico, comedor de carne que vagabundea y
conquista la tierra.
Si nosotros solo fuéramos
caníbales.
Ariel
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