Si aceptamos la explicación antropogénica del
presente cambio climático la vieja distinción tradicional entre historia
natural e historia humana tendrá que dejarse de lado. La idea del humanismo modernista de que solo podemos
tener conocimiento propio de las instituciones políticas y civiles que nosotros
mismos creamos, en tanto que la naturaleza,
en última instancia, es inescrutable
ha sido parte del bagaje común de los dos últimos siglos. La naturaleza
no tiene interior. Los eventos que en ella ocurren son solo eso, meros eventos,
actos sin agentes. La historia propiamente tal es solo la historia de los
asuntos humanos y la labor del historiador es la de imaginar los pensamientos
de los agentes que ejecutan las acciones sociales. Que una acción humana sea histórica
o no depende de que es lo que la determina. Los impulsos y los apetitos son parte de nuestra naturaleza
animal y no de interés para el historiador. Su preocupación, dice
Collingwood, son el marco de costumbres
sociales que crea con su propio pensamiento en donde los apetitos son
mediados y encuentran satisfacción. Solo la historia de la construcción social
del cuerpo, y no la historia del cuerpo como tal, puede ser estudiada. No hay
necesidad de mezclar las dos.
Como dice Chakravarty, través de todo el siglo
XX, incluyendo el marxismo y los historiadores más materialistas, se continúa
justificando la separación de la historia humana de la historia natural. El
ambiente cambia, pero cambia tan lentamente que la historia de la relacion del
ser humano con el medio natural aparece como algo casi intemporal, como un
trasfondo pasivo y silencioso a las narrativas históricas que no juega ningún
papel activo en el moldeamiento de las acciones humanas, a pesar de los
esfuerzos que Fernando Braudel hizo en su obra “Mediterráneo” para cambiar la
conversación.
La
climatología contemporánea ha empezado a
presentar una imagen bien diferente en los últimos años. El calentamiento
global nos ha obligado a reconocer que el clima, y sobre todo el ambiente
natural, pueden alcanzar un punto critico en donde lo que aparece como un
aparente trasfondo intemporal para la
acción de la especie humana puede, de pronto, transformarse así mismo con tal
rapidez que solo puede acarrear consecuencias
sociales devastadoras.
La historia natural y la historia humana, nota
Chakrabarty, presentan una visión del ser humano bastante diferente. Para esta
última, el punto de partida es el agente
humano. La primera, en cambio, propone la agencia biológica. El hombre antes
que ser africano, cristiano o consumidor
es una entidad biológica. Y no hay momento en la historia en que no lo
haya sido. Pero, los teoricos que escriben sobre la actual crisis climática van
más allá al afirmar que el ser humano históricamente ha llegado a ser algo
mucho más que un simple agente
biológico. Desde la revolución industrial es una fuerza geológica, individual y
colectiva, capaz de cambiar los procesos físicos más básicos de la tierra como
la química de la atmósfera, por ejemplo. No un mero agente natural, sino un
verdadero agente geológico con una fuerza similar a la fuerza que en otros
tiempos causo extinciones masivas. Si hay alguna duda solo miremos la actual
perdida de la diversidad de especies cuya intensidad es similar a la que
ocurrió 65 millones de años atrás cuando
desaparecieron los dinosaurios.
¿Estamos al final del Pleistoceno? Algunos
científicos dicen que si y llaman a
reconocer el comienzo de una nueva era geológica. Paul Crutzen y Eugene Stoermet,
Premios Nobel en química, dicen que debido al impacto global de la actividad humana en la tierra y la
atmósfera seria más apropiado enfatizar
el papel que la especie humana tiene hoy
en la geología y ecología y llamar a la
época geológica actual “Antropoceno” que, según proponen, empezó en el siglo
XVIII que, de acuerdo a los análisis del hielo polar, es cuando comienza la concentración global de dióxido de carbón y
metano debido a la invención del motor a vapor y el desarrollo del capitalismo
industrial. En el 2008 la Sociedad Geológica de América reconoce la nueva
definición y fecha del Antropoceno para esta
nueva era geológica. Es el
momento en que la geología se enreda con la historia, obligándonos a confrontar
los resultados de nuestras acciones.
Los geólogos y climatólogos, dice Chacrabarty,
pueden darnos una explicación de porque el actual calentamiento planetario es
distinto de los que han ocurrido previamente. La crisis que se nos viene
encima, sin embargo, solo podemos comprenderla si nos damos a la tarea de imaginar sus consecuencias.
La crisis climatologica esta aquí y puede que exista mas allá del capitalismo
como parte de la vida del planeta. Es cierto que el cambio climático tiene que
ver profundamente con el capitalismo. Pero, una crítica que solo se centre en
el capitalismo no es suficiente. Según
Chakrabarty la única manera de entenderla es mirar el desarrollo humano como parte de la historia de la vida
de este planeta. Una larga mirada hacia
las profundidades de la historia para
comprendernos como especie y asegurarnos un
futuro. Si así lo hacemos la amenaza del calentamiento global se nos
revela, no como una amenaza a la
geología del planeta, sino a las condiciones biológicas y geológicas que
permiten la sobrevivencia de la vida humana tal como se desarrollo en el
pleistoceno. Ubicar históricamente la
crisis del cambio climático requiere, por tanto, de la unión de estas dos
diferentes actitudes intelectuales que tradicionalmente se han mirado con
bastante desconfianza. En un influyente ensayo de 1995 “World history in a
global age” los autores dicen, por ejemplo, que la humanidad ya no es solo una
especie o una condición natural. Por primera vez, afirman, los humanos,
colectivamente, nos hemos constituidos a nosotros mismos y adquirido la responsabilidad de nuestras vidas. Los científicos que favorecen
la idea del Antropoceno, en cambio, están diciendo algo muy diferente. Para
ellos, los humanos, al adquirir el estatus de fuerza geológica, se han
transformado en una condición natural.
Si la revolución industrial es la que nos metió
en el problema ¿porque molestarnos con la historia profunda o con el concepto
biológico de especie? La narrativa del capitalismo y su crítica provee el marco
suficiente para comprender y transformar la situación actual. Los altos niveles
de consumo energético del capitalismo y socialismo industrial ciertamente crearon y, ciertamente, luego profundizaron la crisis ecológica. Pero, lo que no se puede ignorar, dice Chacrabarty,
es que la crisis actual también ha hecho visible otras condiciones necesarias para la
existencia de la vida humana que no
tienen conexión con la logica capitalista o socialista. Ellas están conectadas,
mas bien, con la historia geológica y
biológica en este planeta, de cómo
diferentes formas de vida se conectan unas con otras y como la extinción
masiva de una especie es una amenaza para otra. Sin esa historia natural la
crisis climática carece de significado humano. No hay tal crisis para la
materia inorgánica. Tómese solo el
origen de la agricultura, 10 mil años atrás. Esta, la verdad de las cosas, no fue la simple expresión de una creación
humana. Ella fue posible, como hoy sabemos, por ciertos cambios en el dióxido
de carbono en la atmósfera, por una
cierta estabilidad climática y por
un aumento de temperatura que se
dieron al final del Pleistoceno,
independientemente del control humano, que hicieron posible el crecimiento de
pasto (trigo y barley). El fin de la Epoca del Hielo fue el resultado del
cambio de la relacion orbital entre la tierra y el sol. Sin este largo verano
en la historia del planeta la
agricultura y la industria no hubieran sido posibles. Esto significa que
cualquier conjunto de valores o
proyectos económicos y tecnológicos que elijamos no pueden correr el riesgo de
desestabilizar las condiciones que funcionan como parámetros de la existencia
humana. Ellas han permanecido
estables lo suficiente para
transformarnos en la especie dominante. El problema es que ahora nos hemos
transformado en un agente geológico que empieza a modificar
catastróficamente los parámetros que mantienen
las condiciones de nuestra existencia. El aumento de la temperatura promedio
del planeta, de la acidez y de los
niveles del océano, junto con la
destrucción de la cadena alimenticia, van en contra de nuestros intereses. La
especie humana, como especie, depende de otras especies y ciertamente es parte
de la historia natural.
Seria imposible entender el calentamiento global
sin considerar lo que los científicos contemporáneos vienen diciendo. Pero, al
mismo tiempo, nuestra caída en el Antropoceno no puede divorciarse de la
historia del capitalismo. Sin la historia del industrialismo moderno el
Antropoceno no hubiese sido posible ¿Cómo reconciliamos estas dos perspectivas?
El biólogo Edward O. Wilson cree que como mejor
podemos servir nuestro futuro colectivo es a través de nuestra auto comprensión
como especie. El problema, como dicen los críticos contemporáneos, es que
podemos comprender intelectualmente el concepto “especie” pero, como humanos,
nunca nos experimentamos como tal. E, incluso, el concepto mismo de humanidad
es el efecto del ejercicio del poder, como el colonialismo muestra. La noción
de la humanidad, la de un sujeto humano global, la de un nosotros es una
ficción porque nos presenta actores políticos
sin tensiones, contradicciones o conflictos
internos que niega la heterogeneidad y el antagonismo radical que
configura a todo sujeto político real. El nosotros siempre se contrapone a
un otro.
Como nota Chacrabarty esta
desconstruccion crítica es útil
cuando tratamos con formaciones de dominación nacional o global. No así, dice,
para tratar con la crisis del calentamiento global. Es posible que no nos percibamos como agentes
geológicos, pero a nivel de la especie aparecemos como tal. Y sin este
conocimiento, que desafía la comprensión histórica, no es posible encontrarle
sentido a la crisis que nos afecta a todos. El capitalismo, sin lugar a dudas,
aumentara la desigualdad y, por algún tiempo, algunos lo harán mejor a expensas
de otros. La crisis, sin embargo, es más grande que el capitalismo. Aquí, a
diferencias de las crisis capitalistas, no hay salvavidas para los ricos ni
para los privilegiados. El cambio climático nos obliga a hablar de colectividad
humana, a apuntar a una figura de lo universal que
surge de una catástrofe global común. El fin del capitalismo, tal como lo
conocemos, es una condición necesaria para confrontar la crisis… pero ¿es
suficiente?
Nieves y Miro Fuenzalida.