Como
una mujer norteamericana dice... “Estoy contenta que el escandalo de Hollywood
haya tocado a los machos poderosos que abusan de su poder. Pero, no solo los
hombres con poder cometen estos actos de acoso sexual, abuso y asalto. Los hombres
acosan a las mujeres y niñas en la calle, en los negocios, en la iglesia, en la
oficina, en la escuela y en la universidad. Por todas partes.” ¿No es el caso que el hombre, en todos los tiempos y en todas
las culturas, siempre ha creído tener el
derecho de decir y hacer lo que quiera a la mujer? A un nivel bien básico
pareciera que a la mayoría de los hombres no les gustan las mujeres... “gustar” en el sentido de apreciar, respetar y valorar
genuinamente a otro ser humano. Para ellos el papel de la mujer puede reducirse
a una sola acción... servir. En la mayoría de los países lejos esta la
posibilidad de que una mujer pueda considerarse
héroe, consejera o mentor. La igualdad sexual, por definición, brilla
por su ausencia. Esta es la patética verdad del patriarcalismo que ninguna
institución o revolución ha logrado
dejar atrás.
Por
supuesto los hombres niegan el sexismo en la palabra, pero no en la acción
que justifican basándola en fundamentos religiosos,
étnicos o en criterios pseudo
científicos, porque en el fondo participan del beneficio que el statu quo les
proporciona. No importa cuan antitéticos los arreglos culturales o políticos
sean el tema común siempre ha sido el patriarcalismo y la misoginia. Por debajo
de la discontinuidad y variedad histórica, desde las sociedades primitivas
hasta el liberalismo y socialismo moderno, yace la continua dominación
masculina... uno podría preguntarse... ¿por que el patriarcalismo es una
constante dentro de cualquier sociedad dada?
El
discurso social, sin lugar a dudas, ha
operado enteramente dentro de los límites del horizonte masculino. La
orientación emocional patriarcal presume que los apetitos y pasiones, en el mejor de los
casos, buscan su satisfacción y, en los peores, se transforman en actividades
antisociales. Lo que divide a los
pensadores políticos es la respuesta que ellos dan a la cuestión de si es
posible o deseable para los seres humanos elevarse por encima de los instintos
y las pasiones. Filósofos como Platón, Kant y Habermas creen que la facultad de
la razón capacita a los humanos para descubrir o formular principios
universales de obligación social que pueden anular o controlar los apetitos para
posibilitar la justicia social. La razón sobre la pasión. Para otros, como
Hobbes y Nietzsche, la articulación de principios universales de obligación
social es parte de la apasionada lucha
para ejercitar el poder sobre otros y la llamada justicia es solo el
nombre que se le da al resultado de esta
lucha. La razón esclava de las pasiones.
Freud
puede ser de alguna ayuda aquí. En “El Malestar en la Cultura” publicado en
1930, Freud dice que el malestar es
parte de la condición humana... la cuestión es ¿por que? La respuesta, dice,
radica en los impulsos instintivos, tales como el sexo y la agresión, que son
expresiones del Id. Dejados a su suerte ellos
destruirían toda esperanza de vida sedentaria y desarrollo cultural. La
civilización a través de sus instituciones crea normas y regulaciones junto
con sentimientos de culpabilidad y remordimiento que reprimen o subliman los impulsos primitivos. La consecuencia de
esto, sin embargo, esta bien lejos de ser adecuada, especialmente en relación
al control de la violencia que frecuentemente explota en la mayoría de las sociedades. El control de los impulsos
sexuales, que de todas maneras están en
estrecha relación con la agresividad, se supone ser menos difícil. Eros, por
ejemplo, puede ser sublimado en la creación de belleza y en la consecución de
logros intelectuales. Pero aquí también los controles son imperfectos,
especialmente en culturas que promueven la dominación masculina.
Una
explicación diferente, si se prefiere, proviene de la neuro ciencia. El cerebro
evoluciona para asegurar la sobrevivencia y la reproducción. Este objetivo
involucra múltiples partes de la corteza y la amígdala, el tálamo y el
hipotálamo. El área del cerebro que es
particularmente importante en mantener el control de los instintos es la
corteza pre frontal que ejerce las funciones ejecutivas y que solo madura a
mediados de los 20 años. A pesar de que la manera física en la que los
individuos experimentan los impulsos instintivos es similar, la cultura hace
una diferencia en como las tendencias sexuales o agresivas se expresan. En el
patriarcalismo, que ha sido la forma cultural predominante en toda la historia
humana, si no en ley, si en la practica, la autoridad en el ámbito publico o
privado esta en manos del hombre que la ejerce de acuerdo a las regulaciones y
normas culturales de su comunidad que pueden ser estrictas en relación a las
conductas sexuales y agresivas o, lo que es mas común, promover
la imagen del “macho”. En todo caso si no hay suficientes mecanismos que
identifiquen conductas inaceptables o promover la vergüenza publica o los
sentimientos de culpa veremos inevitablemente un alto grado de conductas
masculinas sin ninguna consideración por
el otro. No solo violaciones, sino que
también acoso sexual en la forma de conductas verbales o físicas de naturaleza
sexual no solicitadas, especialmente por parte de personas con autoridad hacia sus subordinados.... “hazme esto o no
serás promovida”. El problema del acoso sexual en el mundo es enorme, pero no es
sorprendente si consideramos que la agresión sexual surge de impulsos
evolutivos y la acomodación o represión
social de estos nunca es completa.
Esto
es lo que es... ¿pero, tiene que ser así?
La cultura predominante hasta hoy
no ha logrado definir la protección del
genero femenino como algo urgente y necesario. El objetivo cultural ha estado
dirigido en orientar la agresión masculina hacia vías compatibles con las
estructuras del poder patriarcal. La
cosa seria remodelar los conceptos culturales...
¿es esto posible? Tal vez, pero con un
precio. El Id siempre retorna con venganza.
¿Qué
se espera de la vida, si no la felicidad? Lo que buscamos es evitar el dolor y
el displacer y experimentar intensas sensaciones placenteras. El principio del
placer rige el aparato síquico desde su mismo origen. Lo que llamamos felicidad
es la satisfacción de necesidades acumuladas que han alcanzado un alto nivel
de tensión. Como la experiencia indica la satisfacción
ilimitada e inmediata de todas nuestras necesidades, especialmente las
sexuales, se nos impone como un logro tentador. Preferir el placer a la
prudencia, sin embargo, es bien problemático y, en ultima instancia, puede llevar a mas sufrimientos. Una forma de evitar esto es influir sobre los
impulsos instintivos, de dominar las mismas fuentes internas de nuestras
necesidades, como lo enseña la sabiduría oriental, o perseguir la moderación de
la vida instintiva bajo el gobierno de las facultades síquicas superiores. Aquí no renunciamos a la satisfacción. Lo que
buscamos es cierta protección en contra del sufrimiento. El problema es que esto limita las
posibilidades del placer. Un instinto dominado nunca va a proporcionar el mismo
placer que la satisfacción intensa de un impulso instintivo indómito, no sujeto
al control del yo. Otra forma de influir en los instintos es a través de la orientación de las energías instintivas
hacia fines artísticos, intelectuales o científicos... la encarnación de las
fantasías del artista, la solución de
problemas del investigador o el
descubrimiento de la verdad siempre se aparecen como fines mas nobles y elevados, pero su intensidad, comparada con
los impulsos primitivos, es atenuada y no llega a conmovernos físicamente, sin
contar que su ejercicio no es general y solo accesible a pocos seres humanos.
Obviamente
el dominio cultural sobre nuestros impulsos naturales permite regular las
relaciones de los humanos entre si. Su característica principal es la de
restringir a los miembros de la comunidad sus posibilidades de satisfacción impulsiva
inmediata para establecer un orden
jurídico que proteja al individuo de la
fuerza bruta y permita la existencia social.
Nuestro privilegio cultural descansa en el sacrificio de los instintos... ¿pero,
es posible reprimir un instinto, sustraerlo a su satisfacción sin correr graves trastornos? La conciencia moral, dice Freud, es la
consecuencia de la renuncia instintiva. O, en otras palabras, la renuncia
instintiva que viene impuesta desde fuera crea la conciencia moral que, a su
vez, exige nuevas renuncias instintivas. El problema es que la dominación sobre
el id nunca es completa y eventualmente rebasa los controles culturales. Las
explosiones de violencia, las agresiones
sexuales, las neurosis colectivas y los sentimientos de culpa son las
consecuencias inevitables de la represión de nuestra biología.
El
mensaje optimista del socialismo siempre ha sido el de que la propiedad privada
de los medios de producción es lo que corrompe la naturaleza humana porque le
da el poderío a unos para abusar a los otros. Si se aboliera la propiedad
privada desaparecería la hostilidad y explotación entre los seres humanos...
Tal vez... es lo que todavía nos queda como opción. Pero, lo que es claro,
según Freud, es que nada de esto afectaría la esencia de los instintos sexuales
o agresivos. Estos no son una consecuencia de la propiedad, sino que ya regían
casi sin restricción en épocas primitivas, cuando la propiedad era bien poca
cosa y continuaran existiendo mientras
tengamos naturaleza.
La
verdad que es bien difícil de aceptar es que para el ser humano el otro no es solo un posible colaborador, un
prójimo que debería amar como a si mismo, sino una tentación para satisfacer en el la agresividad, para explotar su capacidad de
trabajo sin retribuirlo, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento,
para apoderase de sus bienes, para humillarlo, martirizarlo y matarlo. En condiciones que le sean favorables, cuando
desaparecen las fuerzas síquicas antagónicas que inhiben sus impulsos, no es raro que el
hombre pierda el respeto por los seres de su propia especie. Todos los esfuerzos de la cultura destinados a
restringir la vida sexual y la agresión
y reemplazarlos por la solidaridad y el
amor universal no han logrado gran cosa.
Y el problema es que estos esfuerzos culturales es lo único que tenemos para
mantener la comunidad humana. La esperanza es que la lucha femenina
eventualmente logre la igualdad de los sexos y que las modificaciones
culturales satisfagan mejor nuestras necesidades... pero no esperemos
demasiado... “existen dificultades
inherentes a la esencia misma de la cultura inaccesibles a cualquier intento de
reforma”.
Nieves
y Miro Fuenzalida.
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