Mohamed Unis Hassan fue arrestado por las fuerzas norteamericanas en Julio del 2003 en el momento en que saqueaba un banco. Desde ese instante y por siete meses vivió un verdadero infierno. El trato sistemático de la prisión incluía golpes, humillaciones y soldados violando a las mujeres detenidas. Cuando no pudo proveer información a sus interrogadores acerca de las explosiones de bombas fue golpeado con cables y varillas en la parte posterior de sus piernas. Vio a soldados norteamericanos desnudar a un compañero de cautiverio y ponerle sus pies en la cabeza, haciéndolo yacer en esa postura por horas. Eventualmente, Mohamed fue enviado a Abu Ghraid. Una mujer soldado le tiro sus brazos a través de los barrotes de la celda esposándolos tan fuertemente que no pudo moverse. Luego, continua, la mujer soldado le apretó los ojos tan duramente que no pudo ver. Después de 3 meses, su ojo izquierdo continuaba plomo y vidrioso permitiéndole solo distinguir formas borrosas... (Time, May 17, 2004)
Abu Ghraid, la infame prisión de la dictadura de Saddam Husein, se transformo bajo el control norteamericano en
el paradigma de lo que podríamos denominar “la suspensión del espacio neutral
de la ley”. Este es el lado oculto de la
democracia liberal, no la definida en el
papel, sino la que viven a diario los
prisioneros de guerra, los inmigrantes ilegales, la poblacion negra. Y que no
debemos olvidar
Toda discusión ética
sobre medios y fines pierde sentido cuando la maquina bélica se pone en
movimiento. En Abu Ghraid o Guantanamo Bay las fuerzas del bien ya no se
diferenciaron de las fuerzas del mal. En
Septiembre del 2003 el mayor general Geoffrey Miller, comandante de los centros
secretos de detención de Guantánamo, visita Irak para poner orden en la prisión
y recomienda que la policía militar debería actuar no solo como guardia, sino también
como “facilitadora de las interrogaciones” (Time, May 17, 2004). La humillación sexual de los prisioneros, que
ha sido la técnica de deshumanización preferida, habría sido aprobada, según la
revista “The New Yorker” (y disputada por el Pentágono) por el Secretario de
Defensa Donald Rumsfeld. No es de extrañar, por tanto, que las escenas captadas
por las cámaras digitales sean solo la consecuencia lógica de esta política.
Algunos grupos de Derechos Humanos Norteamericanos han
expresado que la aproximación de la administración a la guerra en contra del
terrorismo, que incluye detención indefinida sin acusación, la negación de
derechos judiciales y la intensa presión para obtener “interrogaciones
productivas”, han venido creando las condiciones que promueven el abuso y la
tortura. Un oficial del ejercito, según “Time”, expreso que entre los hombres árabes
la inseguridad sexual es una característica predominante. El miedo a la
homosexualidad y a la dominación femenina son cuestiones de extrema
importancia. “No nos gusta hablar de ello” afirmo, “pero, la explotación de este miedo funciona".
La última razón que al presidente Busch
le quedaba para justificar la invasión a de los
americanos en Irak ha exigido que estas permanezcan abiertas y en buen
funcionamiento.
Lo paradójico es que
los que promueven, implementan y ejecutan las torturas y violaciones no se ven
a si mismos trasgrediendo los Derechos Humanos. Ellos no torturan a seres
humanos, sino, a judíos, comunistas o
infieles según la versión de los nazis, de Pinochet, el islamo fachismo...o terroristas según la
ultima versión de Bush. El trato que
ellos ejercen no es inhumano. Es, mas bien, un trato que distingue entre
verdaderos seres humanos y aquellos que solo son seudo-humanos. La idea implícita
es la de que "nosotros" y los que son como nosotros constituimos el
paradigma de la humanidad, el mundo civilizado y el bien. El resto queda
excluido de la ley y los derechos. Este limbo legal coloca a los prisioneros,
literalmente, entre dos muertes. Simbólicamente
ya están muertos (despojados de toda identificación social, “non-combatant”, “no-body”)
mientras esperan la muerte biológica. Estos
son los que pueden ser asesinados
impunemente porque frente a la ley sus vidas ya no cuentan.
Estos son la parte que no es
parte del todo.
En la decada pasada el presidente Bush comentando los
sucesos de Abu Ghraid expreso que “esto no representa la América que
yo conozco”. Tal vez… pero, esta si es la América que el tercer mundo conoce y
que algunos ultra-conservadores justifican. El enormemente popular animador de
radio, Rush Limbaugh, llamo a sus oyentes a identificarse con la frustración que los soldados deben sentir al ser atacados
por los iraquíes mal agradecidos. Es natural, dijo, que sientan la necesidad de
desquitarse “pasando un buen rato”. Los soldados han venido afirmando que ellos
solo seguían órdenes. Pero, al mismo
tiempo, todas las fotos los muestran sonriendo estúpidamente y haciendo
morisquetas mientras degradan y violan a los prisioneros sugiriendo que al
hacerlo lo disfrutaban. ¿No se da aquí el caso de que la orden, que era posible
leer entre líneas, era la de el llamado a realizar las secretas fantasías, el
llamado, sin restricción ni ataduras, a la trasgresión, la autorización
privilegiada a colocarse mas allá de la Ley? El sistema se transforma en la agencia
que suspende el castigo moral y la Ley . Todo lo obsceno y prohibido que es
posible soñar ahora esta permitido.
Donald Rumsfeld, en el testimonio dado al senado en el mes
de Mayo (2004), afirmo que el Pentágono ha obtenido más fotos y videos que muestran
acciones mucho peores que las ya conocidas. “Aquí ya no estamos hablando de
experiencias humillantes”, dice el senador Lindsey Graham, “sino de violaciones
y crímenes”. Y cuando frente a estas violaciones y crímenes todavía hay algunos
que argumentan que en todas partes se tortura, “que ellos nos harían lo mismo a
nosotros” y empiezan a circular videos de las torturas de Saddam Hussein para
insistir que nuestras perversiones no
son tan malas como las del otro, es cuando se ha llegado al momento en que los
argumentos han caído en el trasto de la equivalencia moral e índice de la perdida de autoridad política.
La larga serie de imágenes que mostraban la humillación de
los prisioneros irakies fue una visión directa
a los “valores americanos”, al disfrute obsceno que sostiene su estilo
de vida. Junto al texto ideológico institucional explicito siempre se encuentra un
suplemento implícito que lo sostiene, una serie de instrucciones y
prohibiciones que permiten al sujeto no tomar las normas explicitas seriamente
e implementar en su lugar un conjunto de prohibiciones no sancionadas oficialmente.
El lado sádico de la cultura popular norteamericana es posible vislumbrarlo en los ritos de
iniciación de las universidades y colegios en donde la tortura y la humillación
(y a veces la muerte) son la experiencia típica que los candidatos tienen que
sufrir para ser aceptados en una comunidad cerrada, para ser “uno de nosotros”
¿No es el “Código Rojo” (“Code Red”),
por ejemplo, una de estas normas no escritas de la comunidad militar
norteamericana? Esta es una práctica que autoriza a golpear clandestinamente,
en las sombras de la noche, a un compañero soldado por romper los estándares éticos del grupo. El Código autoriza la trasgresión y la
ilegalidad para reafirmar la cohesión del grupo. Tiene que permanecer oculto,
no reconocido ni pronunciado en público y nadie debe saber nada de su
existencia. En tanto el Código viola las reglas explicitas de la comunidad
representa el “espíritu del grupo” al ejercer máxima presión en los
individuos para conservar su identidad. Las
torturas norteamericanas no pueden reducirse solo al acto diabólico de unos
pocos individuos, como tampoco podemos decir que fueron ordenadas directamente
por la autoridad. Esta adquiere su legitimación de una versión especifica de la obscena
regulación del “Código Rojo”. El
sometimiento a las torturas humillantes
de los prisioneros irakies fue más que la arrogancia norteamericana
hacia el “tercer mundo.” Fue la
iniciación de estos a la cultura norteamericana, una muestra del lado oculto
que forma el suplemento necesario que sostiene los valores públicos de la dignidad personal, la democracia y la libertad.
La garantía del comando del ejercito norteamericano de que no hubieron, no hay
ni habrán ordenes para humillar y torturar a los prisioneros no esta en juego
aquí. Por supuesto que no hay órdenes explicitas. Nada por escrito, solo
presiones no oficiales, indicaciones y orientaciones dadas en privado… en la
forma en que se comparte un secreto sucio.
Confrontados con el
hecho de la violación de los valores americanos (y de las practicas de tortura
en sus prisiones de guerra), dice la reportera norteamericana Nancy Gibbs (Time Magazine, 2004), lo que le queda a
Estados Unidos es re-calcular el costo del impulso a cambiar las reglas después
del 9/11 (como, por ejemplo, detener a
cualquiera si así lo cree conveniente y olvidarse de la Convención de Ginebra).
Si esta es una lucha a muerte, como dice la Administración... ¿no lo es, en última
instancia, por los mismos valores que hoy sacrifica? En el futuro habrá otras
causas y otras amenazas y su confrontación requerirá, no solo del poder bélico,
sino, también, de la autoridad moral que hoy ha perdido en el resto del mundo. Según
ella, algo precioso se ha perdido aquí...la esperanza de que algún día el mundo
llegara a mirar a los norteamericanos como ellos se miran a si mismos. En su
lugar, ellos se han visto obligados a verse como el mundo los ve. Y lo que han visto “...it
is not a pretty picture".
Nieves y Miro Fuenzalida.
No comments:
Post a Comment