Monday, January 2, 2017

El obsceno lado de la democracia norteamericana.



Mohamed Unis Hassan fue arrestado por las fuerzas norteamericanas en Julio del 2003 en el momento en que saqueaba un banco. Desde ese instante y por siete meses vivió un verdadero infierno. El trato sistemático de la prisión incluía golpes, humillaciones y soldados violando a las mujeres detenidas. Cuando no pudo proveer información a sus interrogadores acerca de las explosiones de bombas fue golpeado con cables y varillas en la parte posterior de sus piernas. Vio a soldados norteamericanos desnudar a un compañero de cautiverio y ponerle sus pies en la cabeza, haciéndolo yacer en esa postura por horas. Eventualmente, Mohamed fue enviado a Abu Ghraid. Una mujer soldado le tiro sus brazos a través de los barrotes de la celda esposándolos tan fuertemente que no pudo moverse. Luego, continua, la mujer soldado le apretó los ojos tan duramente  que no pudo ver. Después de 3 meses, su ojo izquierdo continuaba plomo y vidrioso permitiéndole solo distinguir formas borrosas... (Time, May 17, 2004)

Abu Ghraid, la infame  prisión de la dictadura de Saddam Husein, se  transformo bajo el control norteamericano en el paradigma de lo que podríamos denominar “la suspensión del espacio neutral de la ley”.  Este es el lado oculto de la democracia  liberal, no la definida en el papel, sino la que viven  a diario los prisioneros de guerra, los inmigrantes ilegales, la poblacion negra. Y que no debemos olvidar

Toda  discusión ética sobre medios y fines pierde sentido cuando la maquina bélica se pone en movimiento. En Abu Ghraid o Guantanamo Bay las fuerzas del bien ya no se diferenciaron de  las fuerzas del mal. En Septiembre del 2003 el mayor general Geoffrey Miller, comandante de los centros secretos de detención de Guantánamo, visita Irak para poner orden en la prisión y recomienda que la policía militar debería actuar no solo como guardia, sino también como “facilitadora de las interrogaciones” (Time, May 17, 2004).  La humillación sexual de los prisioneros, que ha sido la técnica de deshumanización preferida, habría sido aprobada, según la revista “The New Yorker” (y disputada por el Pentágono) por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld. No es de extrañar, por tanto, que las escenas captadas por las cámaras digitales sean solo la consecuencia lógica de esta política.

Algunos grupos de Derechos Humanos Norteamericanos han expresado que la aproximación de la administración a la guerra en contra del terrorismo, que incluye detención indefinida sin acusación, la negación de derechos judiciales y la intensa presión para obtener “interrogaciones productivas”, han venido creando las condiciones que promueven el abuso y la tortura. Un oficial del ejercito, según “Time”, expreso que entre los hombres árabes la inseguridad sexual es una característica predominante. El miedo a la homosexualidad y a la dominación femenina son cuestiones de extrema importancia. “No nos gusta hablar de ello” afirmo,  “pero, la explotación de este miedo funciona".  La última razón que al presidente Busch le quedaba para justificar la invasión a de los americanos en Irak ha exigido que estas permanezcan abiertas y en buen funcionamiento.

Lo paradójico  es que los que promueven, implementan y ejecutan las torturas y violaciones no se ven a si mismos trasgrediendo los Derechos Humanos. Ellos no torturan a seres humanos, sino,  a judíos, comunistas o infieles según la versión de los nazis, de Pinochet,  el islamo fachismo...o terroristas según la ultima versión de  Bush. El trato que ellos ejercen no es inhumano. Es, mas bien, un trato que distingue entre verdaderos seres humanos y aquellos que solo son seudo-humanos. La idea implícita es la de que "nosotros" y los que son como nosotros constituimos el paradigma de la humanidad, el mundo civilizado y el bien. El resto queda excluido de la ley y los derechos. Este limbo legal coloca a los prisioneros, literalmente,  entre dos muertes. Simbólicamente ya están muertos (despojados de toda identificación social, “non-combatant”, “no-body”) mientras esperan la muerte biológica.  Estos son  los que pueden ser asesinados impunemente porque frente a la ley sus vidas ya  no cuentan.  Estos son la parte  que no es parte del todo.

En la decada pasada el presidente Bush comentando los sucesos    de Abu  Ghraid  expreso que “esto no representa la América que yo conozco”. Tal vez… pero, esta si es la América que el tercer mundo conoce y que algunos ultra-conservadores justifican. El enormemente popular animador de radio, Rush Limbaugh, llamo a sus oyentes a identificarse con la frustración  que los soldados deben sentir al ser atacados por los iraquíes mal agradecidos. Es natural, dijo, que sientan la necesidad de desquitarse “pasando un buen rato”. Los soldados han venido afirmando que ellos solo seguían órdenes.  Pero, al mismo tiempo, todas las fotos los muestran sonriendo estúpidamente y haciendo morisquetas mientras degradan y violan a los prisioneros sugiriendo que al hacerlo lo disfrutaban. ¿No se da aquí el caso de que la orden, que era posible leer entre líneas, era la de el llamado a realizar las secretas fantasías, el llamado, sin restricción ni ataduras, a la trasgresión, la autorización privilegiada a colocarse mas allá de la Ley? El sistema se transforma en la agencia que suspende el castigo moral y la Ley . Todo lo obsceno y prohibido que es posible soñar ahora esta permitido.

Donald Rumsfeld, en el testimonio dado al senado en el mes de Mayo (2004), afirmo que el Pentágono ha obtenido más fotos y videos que muestran acciones mucho peores que las ya conocidas. “Aquí ya no estamos hablando de experiencias humillantes”, dice el senador Lindsey Graham, “sino de violaciones y crímenes”. Y cuando frente a estas violaciones y crímenes todavía hay algunos que argumentan que en todas partes se tortura, “que ellos nos harían lo mismo a nosotros” y empiezan a circular videos de las torturas de Saddam Hussein para insistir que nuestras  perversiones no son tan malas como las del otro, es cuando se ha llegado al momento en que los argumentos han caído en el trasto de la equivalencia moral e  índice de la perdida de autoridad política.

La larga serie de imágenes que mostraban la humillación de los prisioneros irakies fue una visión directa  a los “valores americanos”, al disfrute obsceno que sostiene su estilo de vida. Junto al texto ideológico  institucional explicito siempre se encuentra un suplemento implícito que lo sostiene, una serie de instrucciones y prohibiciones que permiten al sujeto no tomar las normas explicitas seriamente e implementar en su lugar un conjunto de prohibiciones no sancionadas oficialmente. El lado sádico de la cultura popular norteamericana  es posible vislumbrarlo en los ritos de iniciación de las universidades y colegios en donde la tortura y la humillación (y a veces la muerte) son la experiencia típica que los candidatos tienen que sufrir para ser aceptados en una comunidad cerrada, para ser “uno de nosotros” ¿No es  el “Código Rojo” (“Code Red”), por ejemplo, una de estas normas no escritas de la comunidad militar norteamericana? Esta es una práctica que autoriza a golpear clandestinamente, en las sombras de la noche, a un compañero soldado  por romper los estándares éticos del grupo. El  Código autoriza la trasgresión y  la  ilegalidad para reafirmar la cohesión del grupo. Tiene que permanecer oculto, no reconocido ni pronunciado en público y nadie debe saber nada de su existencia. En tanto el Código viola las reglas explicitas de la comunidad representa el “espíritu del grupo” al ejercer máxima presión en los individuos  para conservar su identidad. Las torturas norteamericanas no pueden reducirse solo al acto diabólico de unos pocos individuos, como tampoco podemos decir que fueron ordenadas directamente por la autoridad. Esta adquiere  su legitimación  de una versión especifica de la obscena regulación del  “Código Rojo”. El sometimiento a las torturas humillantes  de los prisioneros irakies fue más que la arrogancia norteamericana hacia el  “tercer mundo.” Fue la iniciación de estos a la cultura norteamericana, una muestra del lado oculto que forma el suplemento necesario que sostiene los valores públicos  de la dignidad personal, la democracia y la libertad. La garantía del comando del ejercito norteamericano de que no hubieron, no hay ni habrán ordenes para humillar y torturar a los prisioneros no esta en juego aquí. Por supuesto que no hay órdenes explicitas. Nada por escrito, solo presiones no oficiales, indicaciones y orientaciones dadas en privado… en la forma en que se comparte un secreto sucio.  

 Confrontados con el hecho de la violación de los valores americanos (y de las practicas de tortura en sus prisiones de guerra), dice la reportera norteamericana Nancy Gibbs  (Time Magazine, 2004), lo que le queda a Estados Unidos es re-calcular el costo del impulso a cambiar las reglas después del 9/11 (como, por  ejemplo, detener a cualquiera si así lo cree conveniente y olvidarse de la Convención de Ginebra). Si esta es una lucha a muerte, como dice la Administración... ¿no lo es, en última instancia, por los mismos valores que hoy sacrifica? En el futuro habrá otras causas y otras amenazas y su confrontación requerirá, no solo del poder bélico, sino, también, de la autoridad moral que hoy ha perdido en el resto del mundo. Según ella, algo precioso se ha perdido aquí...la esperanza de que algún día el mundo llegara a mirar a los norteamericanos como ellos se miran a si mismos. En su lugar, ellos se han visto obligados a verse como el mundo los ve. Y lo que han visto “...it is not a pretty picture".



Nieves y Miro Fuenzalida.

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