El concepto del mal que entro en el discurso político norteamericano
tiene raíces cristianas, no importa cuanto se secularice. Desde su origen mismo
el cristianismo ha afirmado la existencia de poderosas fuerzas demoníacas
independientes que funcionan tanto en el
mundo natural como en el mundo político. Históricamente la mezcla de la religión con la política
siempre ha sido problemática al considerar al oponente no solo equivocado, sino diabólico. El argumento contiene un doble
filo… puede ser tremendamente poderoso en motivar y movilizar a la gente para
la acción y, también, puede ser extremadamente
corrosivo al socavar la posibilidad de una oposición política. La
doctrina Bush, declarada la filosofía oficial de la política norteamericana internacional
y que Obama ha seguido se basa en la logica paranoica del control total sobre
posibles amenazas futuras que justifica ataques preventivos en contra del
terrorismo fundamentalista. El problema con
esta logica es presuponer que el peligro futuro se puede tratar como
algo que ya ha ocurrido. Y al final del día, en lugar de encontrar la seguridad
prometida, nos encontramos con un estado de alerta permanente en donde todos
somos sospechosos.
Desde un punto de vista empírico el Mal no
proviene de fuerzas cósmicas, sino de causas históricas específicas. Osama bin
Laden, por ejemplo, fue creado por los Estados Unidos como parte de la guerra
en contra del comunismo. Durante la Guerra del Golfo, bin Laden le ofreció a
Arabia Saudita sus servicios para pelear en contra de Irak.
Después del holocausto, esa dramática
explosión del mal que ocurrió en los campos de concentración nazistas en la segunda guerra mundial, el Mal
se escurre en los pliegues de la democracia liberal al legitimar un orden social cuya logica
burocrática anónima, lo que Hannah Arendt llamaba la banalidad del Mal, genera campos de concentración y masacres. El
ataque a N. York, el 11 de Septiembre del 2001, rompe la banalidad del Mal. Una
organización fanática planea un ataque terrorista cuya intención fue matar a
miles de civiles, victimas inocentes
elegidas al azahar ¿Qué tipo de Mal es este? Comúnmente, al hablar de los diferentes modos en que el mal se
presenta, se menciona el mal idealista totalitario, el terror revolucionario
que se despliega con las mejores intenciones. El mal autoritario, cuyo objetivo
es la simple corrupción y el poder sin ningún fin superior. El mal banal
causado por las estructuras burocráticas anónimas. Y el mal terrorista
fundamentalista que busca el daño masivo destinado a causar miedo y pánico.
¿En lugar de hablar del mal, no seria
preferible hablar de lo negativo? Tradicionalmente el mal se ha ubicado en el
ambito de la moral, del sufrimiento, la imperfección y el pecado. Lo negativo,
en cambio, se ubica en el ambito de la funcionalidad, de lo que tiene relacion
con el curso del mundo, de como este opera. El mal supone una dualidad cuyos
dos términos se conciben como mutuamente externos (el mal y el bien). Es por
esto que todavía podemos imaginar el
reino del Bien una vez que el mal se elimine. Cualquier forma que el Mal adopte
siempre se presenta como un punto de
resistencia, un bloqueo que no tiene lugar en la coherencia del sistema social y que
debe ser erradicado por un acto de la voluntad. Lo negativo, en cambio,
es una polaridad cuya diferencia es interna al sistema. Lo positivo siempre
implica algo negativo y es inconcebible sin el.
La globalización ha cambiado las condiciones
de lo negativo. Comúnmente este designaba lo otro. El sistema mundial durante
la guerra fría se dividía en dos áreas que se contraponían mutuamente. El otro
era el bloque soviético para unos o el capitalismo occidental para otros. Desde el momento en que la globalización
ha hecho desaparecer la
exterioridad que permitía canalizar lo
negativo este se ha internalizado y reprimido. Ya no funciona abiertamente,
sino en secreto. Su nombre, ahora, es terrorismo o violencia urbana, que son otros
nombres para la internalizacion y diseminación de lo negativo.
Si las viejas estrategias hoy ya no
funcionan… ¿no será debido al hecho de
que el terrorismo y la violencia no
pueden ser interpretadas solamente en términos morales o principios sociológicos, ni tampoco pueden
ser reducidos a cuestiones puramente ideológicas o tratados simplemente como
fenómenos secundarios y transitorios? Si
este es el caso tendríamos, entonces,
que pensar en nuevas salidas para lo negativo. Si hay algo claro en las democracias occidentales es que son disfuncionales,
inoperantes e incapaces de comprometer al pueblo. El consenso centrista, ese
lugar común que la larga cadena de lideres occidentales ha venido persiguiendo silencia
la política de los opuestos desembocando
en actitudes superficiales que no dejan
ninguna posibilidad de cambio real. Lo
que este consenso ignora es que el poder y el antagonismo son constitutivos de
todo ser y, por tanto, inerradicables. Con lo que nos encontramos
eternamente es con procesos de constitución y descontitucion social en donde
las fronteras de lo social siempre están sujetas a negociaciones y
fluctuaciones.
Lo negativo contiene una cierta fecundidad que obliga a repensar su destino y distinguir
entre aquella negatividad que destruye y nada produce y aquella negatividad
que podría ser capaz de generar tensión, de elevar, de innovar e
intensificar. Tenemos que distinguir los diferentes senderos en el nuevo
contexto mundial en donde lo negativo, en lugar de ser eliminado, puede servir
para activar y poner en movimiento algo nuevo, extraer nuevas perspectivas
desde las cuales lo que aparece como malo pueda revelar potenciales
inimaginados. Con la institucionalización centrista de la
izquierda-derecha y el abandono de la
política antagónica de los partidos socialistas la división entre izquierda y
derecha se hace borrosa al ser incapaz
de expresar la dicotomía social. Pareciera que solo el populismo de derecha en
Europa o el izquierdismo de Morales en Bolivia fueran los únicos capaces
de reconocer los conflictos básicos que definen lo social. En lugar de la
búsqueda del consenso que deja la
homogeneidad básica del sistema capitalista mundial intacta deberíamos afirmar
la disensión. Existe un abismo entre la
administración de las “cuestiones sociales” que siempre permanece dentro
del marco de lo ya existente y un acto político renovador. Este no es
simplemente algo que funciona dentro del “sistema”. Es un acto cuyo objetivo es
cambiar el verdadero marco que determina como las cosas funcionan… la cuestión
es… ¿Cómo organizamos la disensión?
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