En el Psicoanálisis tal como se
da en Freud y Jung y en la Teología Existencial de San Agustín, Pascal y Kierkegard,
el ego es visto como producto de un acto de alineación, represión, disociación
o pecado que lo desconecta de su fuente
original. Para el Psicoanálisis, esta fuente es el inconsciente dinámico, sistema psíquico
invisible. Para la Teología Existencial, es el “deus absconditus”, el Dios
ausente. De acuerdo con ambas interpretaciones, el ego se ha disociado a si
mismo de una realidad superior o, a lo
menos, mas fundamental que lleva a una existencia caracterizada por el
descontento, la ansiedad, el vacío, el desarraigamiento y la desesperanza.
Metafísicamente la cuestión del ego mental se refiere a su estatus ontológico
o, lo que es lo mismo, de que manera podemos decir que existe, si es que
existe. Desde el momento en que ha reprimido la fuente de su origen es
comprensible que nos sintamos inclinados
a verlo como un ente existencialmente independiente
y de naturaleza incorporea. Una sustancia
puramente mental. Es esta concepción del yo la que ha sido dominante en la tradición filosófica
mundial. En el Este podemos reconocerla en la formulación dada por las dos
escuelas mayores de la Filosofía hindú. Samkhya dice que este es
"purusha", una monada conciente. Para el Vedanta, es
"atman", conciencia autosuficiente. Y en el Oeste se puede asociar con los nombres de Platón y
Descartes, cuyas influencias han sido determinantes hasta nuestros días.
Pero, junto a esta concepción, también ha habido una visión minoritaria
que siempre la ha desafiado. En el Este se encuentra en el Budismo y en el Oeste se puede ver en
Hume, W. James y Nietzsche, adquiriendo en el siglo XX una mayor preponderancia
con el desarrollo del estructuralismo. Para estos, la independencia y
auto-suficiencia del yo mental no es más que una ilusión y engaño ya que dentro
del espacio mental no hay ninguna sustancia incorpórea.
Característico del dualismo cartesiano (cuerpo-mente), términos en los
cuales el yo mental tiende a concebirse, es el de considerarlo como una entidad
de naturaleza opuesta y de existencia distinta al cuerpo y a sus energías,
impulsos y sentimientos. Es una conciencia desencarnada a la cual le ocurre,
por mera contingencia, co-existir con la vida físico-dinámica. Es cierto que
reconoce una cercana conexión con el cuerpo humano, pero no cree que este sea
esencial para el ser del yo mental. Es
un instrumento útil y, en realidad,
necesario para interactuar con el mundo, pero que, en principio, es
dispensable. El ego cartesiano asociado con la cabeza se ubica arriba del
cuerpo y desde esa posición lo controla asumiendo la ilusión de la
incorporeidad y auto-independencia, vale decir, adoptando el papel de "res
cogitans".
El origen de esta actitud, vista desde un punto de vista psico-dinámico,
dice M. Washburn, uno de los principales teoricos de la psicología transpersonal (“The ego and the
dinamic ground”), radica en la dinámica evolutiva del cuerpo y el ego. Este
ultimo trata de diferenciarse a si mismo de su origen físico-dinámico y de disociarse de este. El yo, al
transformarse en un puro yo mental, huye
del plano físico-dinámico porque lo percibe como un foco de peligro y fuerzas incontrolables. Teme que su existencia
misma sea amenazada por ellas y trata de poner la máxima distancia posible. Se
desconecta de la vida corporal y empieza a considerar al cuerpo como no-yo, como
algo externo y ajeno. Este es el acto de represión original que obliga al yo a movilizar
todas sus defensas corporales. Capas y
capas de resistencias son creadas con el fin de controlar la libre circulación
de la energía corporal que llega al
cerebro. La "armadura corporal", de la cual W. Reich habla, es parte de esta resistencia, armadura
que con el tiempo se osifica fijando al cuerpo en una postura de permanente
defensa.
El ego cartesiano es más que una mera actitud o perspectiva teorética. Al
desensitizar, desvitalizar y constreñir al cuerpo, privándolo parcialmente de
su fuerza vital, el ego lo reduce a un
mero nivel material permitiendo así
elevarse a si mismo a un nivel inmaterial. Al considerarse una entidad incorpórea
se coloca por encima de las pasiones y de la existencia física y el único
portador de la conciencia y la si
mismidad. Esta disociación corporal del ego mental tiene alguna ventaja desde
el punto de vista evolutivo. El liberarse de las influencias perturbadoras del
no-ego le permite adquirir dominio de si mismo y del ambiente. Es una transacción
a través de la cual adquiere sobriedad y auto-posesión a costa de la pasión y
el poder energético. En términos cartesianos, se eleva a si mi mismo al estatus
de "res cogitans" reduciendo al cuerpo al estatus de mera "res
extensa".
El problema, dice Washburn, es que detrás de esta pretensión cartesiana,
el yo mental oculta el miedo a no ser algo real. Al cortar su conexión con el
cuerpo pierde existencia tangible, deja de ser un objeto palpable en el mundo transformándose
a si mismo en una mera presencia fantasmagórica dentro del espacio interior. Más aun, su desconexión con el nivel físico dinámico
lo priva de fuerza vital. Es por ello que el yo mental siempre se ve amenazado
por la sensación de no ser, de deficiencia sustancial y espiritual. Al comienzo
esta vulnerabilidad no es problema, pero con el tiempo se hace inquietantemente
evidente. Este no es el miedo de carecer absolutamente de existencia. Este sabe que existe
-"cogito ergo sum"-pero no sabe de qué manera existe. El no es el
espacio mental en si mismo, ni los contenidos que encuentra en el. El yo mental, de alguna manera, existe dentro
de este espacio, pero no puede ser identificado con sus contenidos, sean estos
sensaciones, imágenes, sentimientos o pensamientos. Estos son "cosas"
que el yo experimenta. Pero, el yo no es estas "cosas". En otras
palabras, el yo mental existe como una conciencia descarnada, presencia inubicable, dentro del espacio
mental. En términos sartrianos, es "nada".
Es de esta nada, del vacío mortal de su subjetividad de lo que este yo
necesita escapar para evitar la experiencia de su propia nulidad. Es esta
experiencia la que lo fuerza a ir fuera de si mismo para encontrar aquello de
que carece en su interior. Esta es la razón
de la extraversión infatigable, la construcción de una identidad y facticidad y
el compromiso en un dialogo compulsivo interno, en un constante ruido subjetivo
que nos es imposible parar.
La extraversión es un aspecto natural y beneficioso de la vida
conciente. Los seres humano, junto con otros animales, tienen interés en el
medio ambiente exterior por necesidad, curiosidad, sobre-vivencia y juego. En el caso humano,"qua mental ego",
esta atención exterior adquiere una nueva dimensión. Deja de ser simplemente
una expresión espontánea o una necesidad practica para convertirse en una compulsión.
Necesita comprometerse en proyecto tras proyecto con el fin de encontrar distracción
y excitación. Requiere dirigirse fuera
de si mismo, porque experimenta inquietud o miedo con lo que encuentra dentro
de si. La extraversión del ego mental se ejerce, no solo por curiosidad o
necesidad, sino, por miedo a la nada. Filosóficamente esta extraversión o
intencionalidad se ha considerado característica de la conciencia (Brentano,
Husserl, Sartre). Como fugitivo de la nada el ego mental siempre esta en busca
de algo nuevo, ya que la novedad genera excitación, sustituto del dinamismo
vital.
La segunda forma de tratar con el miedo a la nada, dice Washburn, es el
intento de fabricarse algo así como una sustancia -concepto de si mismo- con la
que pueda identificarse y considerarla su ser. Este es el objetivo básico y el
proyecto fundamental del yo mental que le proporciona solidez. Solo que esta no es una genuina identidad. Es un
producto del pensamiento más que una existencia independiente que pueda ser dada
a este como "sustancia" construida. No es algo que pueda ser
aprehendido directamente a través de la introspección. Más bien, indirectamente
inferimos que en cada pensamiento y acción encontramos un actor o pensador de ellas y que es esta identidad la "cosa"
-poseedora de atributos- desde la cual los pensamientos y las conductas se originan. El
yo es
un continuo proyecto y no una realidad que encontramos en el fondo de
nuestro ser.
La tercera forma de escape es el constante dialogo interno. Este llena
el vació interior y le asegura existencia, junto con constituir la actividad
que le permite extraer las inferencias con las que el yo se auto-construye.
Este dialogo interno, al igual que la extraversión, es compulsivo. Cada vez que
la mente se calla, el ego mental experimenta ansiedad, ya que su existencia se
hace indetectable. Desde el momento que no puede captarse a si mismo por medio
de la introspección, requiere escucharse continuamente. Su existencia se
asegura mientras continúe hablando internamente. Cuando la conciencia se
silencia es cuando el yo es atacado por el miedo a la "nada".
Cualquiera que haya tratado la meditación budista sabe cuan difícil es
silenciar la mente.
El ego mental es un fenómeno multifacético. Un continuo proyecto y no
una realidad que encontramos en el fondo de nuestro ser. “Cosa pensante”, desdeñoso
de la vida físico-dinámica, ontológicamente inseguro y temeroso de su propia
irrealidad. Infatigable, extrovertido y ansioso por establecer su propia
identidad y valor. Sujeto cognoscente responsable por verificar lo real de
acuerdo a los cánones de los procesos
secundarios o de las operaciones formales del pensamiento que es esencial para una vida efectiva. Pero, también es responsable de nuestra represión
original, raíz de nuestra ansiedad que nos
revela nuestra mismidad como ilusión, lanzándonos en el proyecto imposible
de ser "ens causa sui". El yo mental lucha en vano por huir de lo que
es, para transformarse en lo que no
puede ser.
Nieves y Miro Fuenzalida
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