En una reactualizacion de la película “The Day the Earth Stood Still” el
alienígena Klaatu le dice a un ser
humano… “Si la Tierra muere, tu mueres. Si tu mueres, la Tierra sobrevive”.
Un nuevo impulso utópico pareciera que ha empezado a desplazar a las utopías
tradicionales si nos fijamos en la inmensa popularidad de documentales, películas y literatura como
“Un Mundo sin Nosotros”, “El Futuro es Salvaje”, “La Vida después de la Gente”,
“Aftermath: Population Zero”, “The Day After” y muchos otros que nos invitan a
imaginar un futuro en donde los seres humanos ya no existen. La continua amenaza de la catástrofe
ambiental, el masivo crecimiento
poblacional y el exterminio nuclear nos invitan esta vez a imaginar el fin de la civilización y la especie humana y el inicio de un nuevo
Edén sin Adán y Eva.
Clásicamente las utopías eran la promesa del futuro. La creencia de que
éramos capaces de construir un mundo justo, libre y perfecto. Pero, las nuevas
historias que vemos surgir, como dice Mark Jendrysik (Universidad de Dakota del Norte), rechazan
esta fantasía y la reemplazan por la imagen de un mundo natural harmónico
libre de la acción destructiva del ser
humano. Lo que nos entregan es el
renacimiento de un mundo sin el Hombre bien diferente de la pretenciosa
narrativa que nos presentaba como la corona de la Creación sin la cual nada
tenia sentido. La sugerencia implícita en toda esta mezcla de sueños utópicos, predicciones,
ciencia, ciencia ficción y visiones
religiosas es renunciar a todo intento
de salvar la civilización y dejar que la naturaleza florezca nuevamente.
Abandonar la escena por el bien del planeta.
¿Es esta una nueva forma de utopía crítica? La sensibilidad ecológica que empieza a surgir
a finales de los 60’s, si no recordamos mal, nos hizo mas concientes de nuestra
fragilidad. No es que antes no lo fuéramos. La finitud de nuestras vidas, el
hecho de que inevitablemente un día ya no seremos, es una sensación que siempre
encontramos en un rincón de nuestro cerebro.
El consuelo, sin embargo, era saber que formábamos parte de una especie, de una Humanidad
que siempre nos sobreviviría. La posibilidad
con que la crisis ecológica nos confronta hoy, en cambio, ni siquiera nos deja
ese consuelo al confrontarnos con el fin del ser humano. Si pensamos que la destrucción del ambiente y el término
de la civilización causada por la acción humana es lo que antes ya habíamos hecho muchas veces a nivel local
(Isla de Pascua, civilización Maya,
Groenlandia, etc.) entonces no es difícil deducir que la existencia futura de la especie
no esta garantizada y que las
visiones catastróficas son su expresión.
Para la mayoría de los
ambientalistas el futuro contiene una
miseria impensable.
Lovelock dice que nuestra guerra con la naturaleza empezó el día que
controlamos el poder del fuego. En ese instante
los humanos dejaron de ser solo otro animal y empezaron la demolición de la Tierra. El
resultado final será desastroso al recrear a nivel planetario lo que ya ocurrió
con los Mayas. Mc Kibben, miembro de la
Ecología Profunda, afirma que los seres humanos y la tecnología moderna han
matado la naturaleza autentica y
salvaje. Hemos creado un invernadero donde una vez floreció un jardín dulce y silvestre. Nuestro esfuerzo en crear un mundo tecnológico superior solo ha producido un desierto, un ambiente
desfavorable para la existencia humana. Sin duda la humanidad se ha transformado
en una fuerza auto destructiva y a menos
que cambie drásticamente de curso su estadía en este planeta será más corta que
la de los dinosaurios.
Durante la década de los 70’s el
cine y la literatura popular fantasearon con la extinción de la naturaleza y del animal
humano. En “Silent Running” de 1972 solo unas pocas especies sobreviven en una
nave espacial después que la tierra se
hace inhabitable debido al calor. El aspecto más chocante de la historia es que
nadie se interesa por preservar las
pocas especies naturales que viajan en la nave a excepción de un solo
tripulante que se dedica a la preservación de las pocas plantas y árboles que
son los últimos restos de una naturaleza extinta. Eventualmente el científico
mata a sus compañeros antes que obedecer la orden de deshacerse del cargo
natural. “Soylent Green” de 1973 lleva
la horrorífica logica del tema a su extremo. Nada ni nadie es capaz de detener
la decadencia natural y humana. La educación desaparece, los edificios se
derrumban y los vegetales se transforman en un lujo inalcanzable. La escena
final de la película muestra la muerte de la naturaleza por la acción humana y,
perdida toda esperanza, estos quedan reducidos a comer sus muertos. En la
novela de Ursula Le Guin “Los Desposeídos” de 1974 un
personaje conversando con un alienígena le dice
que la Tierra esta en ruinas. “Tragamos, nos multiplicamos y peleamos.
Cuando nada quedo desaparecimos. No controlamos los apetitos ni la violencia y
no fuimos capaces de adaptarnos. Una vez fuimos nueve billones. Hoy solo
quedamos medio millón. Nos destruimos a nosotros mismos. Pero, primero
destruimos el mundo”.
Por alguna razón la muerte de la naturaleza pareciera desaparecer de la
atención popular durante las dos últimas décadas del siglo pasado. La
degradación ambiental se presenta como otro lugar común de la ciencia ficción
en donde el objetivo era la sobre
vivencia del puñado de seres humanos que
habían quedado después de la catástrofe ecológica o nuclear. Pero, no por mucho
tiempo. La creciente evidencia acumulada en el nuevo siglo trae como
consecuencia una comprensión y sensibilidad
mas profunda de los efectos mortales que la conducta humana causa en el mundo
natural colocando otra vez el futuro de la naturaleza en el centro de la
especulación contemporánea. En el relato “The Road” de Cormac Mc Carty leemos que debido
a un desastre inexplicable los cielos, la tierra y el agua se vuelven gris. Las noches son más negras que la negrura y los días más grises
que el día anterior. El paisaje es horrorífico. En las ciudades quemadas no hay
signos de vida y todo esta cubierto de cenizas y polvo. Un planeta muerto
poblado de grotescos y patéticos cadáveres humanos. En “Wall-E”, una película para niños hecha en
tono de comedia, algunos humanos logran abandonar la tierra después del
desastre ecológico causado por nuestro insaciable consumerismo. La jornada es
solitaria, estéril y sin sentido. Sin conexión con la naturaleza los humanos se
transforman en una mera masa de carne inmóvil.
Lo inquietante es que esta
imaginación distopica no deja escapatoria. La humanidad ha matado la naturaleza
y nos quedamos sin esperanzas. La intención de estas distopias es la de recordarnos
de nuestro precario lugar en el mundo y sugerir
nuevos y diferentas sueños utópicos. Las
utopías que ahora vienen son utopías sin la Humanidad. La esperanza en
ellas es que la naturaleza nos sobrevivirá si nosotros desaparecemos. En “Un Mundo sin Nosotros” (2007) Alan Weisman
imagina lo que le podría ocurrir a la
naturaleza si los humanos de pronto desaparecieran. Lo que el ve es un futuro
en donde la verdadera naturaleza degenera en un terreno baldío con cuervos y ratas entre la hierba cazándose unos a otros ¿Cuan pronto, se pregunta, el clima retornaría a niveles
pre industriales si el mundo natural se viera libre de las presiones que el
animal humano le impone? La respuesta no es difícil de encontrar. La naturaleza
se beneficiaria inmediatamente con nuestra partida. Después
del fin de la Humanidad osos y alces
volverían a poblar los ríos de Harlem y
Nueva York se convertiría otra vez en un
jardín rebosante de vida. No vida humana, solo la vida vibrante de las plantas
y animales. El fin de la Humanidad solo
será un desastre para los seres humanos. El mundo sin nosotros florecerá de
nuevo recapturando todo lo que habíamos
construido a lo largo de su superficie para restaurar la belleza natural del
planeta. En el documental “Aftermath: Population Zero”
(2008) del “National Geographic”los humanos desaparecen de pronto para ser reemplazados por la naturaleza. Desde el instante mismo en que desaparecemos el mundo empieza a
cambiar. A pesar de las radiaciones nucleares y los desparramos químicos la
tierra empieza a restaurarse inmediatamente,
a limpiarse de nuestra polución. Pantanos y forestas cubren las ciudades
y la vida pulula en el océano. El mismo
tema se encuentra en “Life alfter People” y muchos otros. El mensaje es el mismo. Todo lo que tenemos
que hacer para que la naturaleza sobreviva es desaparecer. Desaparición que, en
última instancia, es simplemente parte del orden natural. No hay especie que
viva eternamente. La moraleja que aquí encontramos no es un llamado a la acción. Es la aceptación de
nuestro fin.
Estas fantasías no dejan de ser preocupantes ¿Por qué hemos empezado
a contemplar positivamente nuestra
extinción? ¿Será porque estamos cansados del hombre al ver la desaparición de
tantos fenómenos y belleza natural causados por la primacía del orden económico?
¿Será que sospechamos que estamos condenados debido a nuestras
acciones y que quien nos condena no es Dios, sino la fuerza impersonal e
implacable de la naturaleza? ¿O que, en el fondo, sabemos que no podemos restaurar
nuestro lugar en el orden natural y desde el momento en que estamos condenados
no queremos arrastrar a la naturaleza con nosotros?
En la historia humana la imaginación apocalíptica
tiene una larga tradición. Al fin del
mundo, según la tradición occidental, la
justicia inminente de Dios condenara a los pecadores y solo los elegidos serán recompensados con la vida eterna del reino celestial ¿No
será que todas estas nuevas fantasías
del fin de la historia son la versión secular del Apocalipsis? Aquí también al
final del tiempo habrá un reino de paz que existirá por siempre. Solo que en este
nuevo reino el Hombre brillara por su ausencia.
Nieves y Miro Fuenzalida.
Ottawa, Enero 2013