Por bastante tiempo hemos pasado por un periodo en el que demasiados niños y adultos han creído que cuando “ tengo un problema, es trabajo del gobierno resolverlo”, “tengo un problema, iré a buscar una subvención, para hacerle frente” o “no tengo hogar, el gobierno debe darme una casa” y con lo que nos quedamos es que mis problemas debe resolverlos la sociedad y ¿quien es la sociedad?... ¡No existe tal cosa!... Hay hombres y mujeres individuales y hay familias y ningún gobierno puede hacer nada excepto a través de las personas y las personas son las que se cuidan a si mismas... esta es Margaret Thatcher en una emtrevista para “Woman’s Own” en 1987.
¿Que es esto que supuestamente no existe, según Thatcher? Nada menos que la forma en que los diferentes tipos de maquinas, lo que comúnmente llamamos objetos y sujetos, se unen en un ensamblaje... líneas eléctricas, carreteras, cadenas de montañas, ríos, personas, animales, periódicos fabricas, microbios, computadoras, dinero, satélites, dioses, leyes, luces, edificios, muchedumbres, cadenas de suministros, gobiernos, señales de transito, avenidas, piojos y ratas, entre otros. En este sentido lo social no es un dominio distinto que podría investigarse aislado de otros dominios, no un tipo especial de cosas que podrían separarse para una investigación aislada como la química, la biología o la física cuántica. Donde quiera que haya asociaciones, tenemos lo social, lo que implica que la tradición que separa lo social y lo natural es una fantasía modernista que hoy día no tiene mucho sentido. En esta fantasía, como nota Latour, el dominio de lo social se caracteriza por la libertad, la normatividad, las creencias, las intenciones, la voluntad, las ideologías, el lenguaje, los signos y las leyes y la naturaleza, por el contrario, se compone enteramente de cosas no humanas caracterizadas por la causalidad mecánica.
Ahora bien, si aceptamos que lo social no es nada mas que los seres y las maquinas que lo componen, entonces estos dos dominios ya no pueden ser separados. Si ignoramos esto no podríamos entender porque los ensamblajes están organizados en la forma en que lo están. Lo social, como indica el teórico Levi Bryant, no es un tipo especifico de cosas, sino otra palabra para lo que denominamos “ecológico”. Un ensamblaje social es una ecología. El incluir las maquinas u objetos no humanos como las líneas eléctricas, los huracanes y las pestes como miembros de los ensamblajes sociales es considerarlos como verdaderos participantes y actores en la producción de las relaciones sociales y no solo como construcciones sociales, en el sentido que le dieron Berger y Luckmann. El poder de una tormenta surge, por ejemplo, no de cómo lo representamos, sino como algo que le es propio a la tormenta.
La teoría social debe volverse pos-humana en la medida en que lo social deja de ser entendido como compuesto únicamente de cosas que emanan de los humanos como signos, discursos, normas y representaciones, sino que también como compuesto de actores no humanos como bacterias, fibra óptica, cables y cadenas de montañas. Un ensamblaje social implica tener en cuenta el papel que desempeñan estas entidades. Y en la medida en que lo social consiste en relaciones o interaccione entre maquinas, lo que tradicionalmente llamamos objetos, se sigue que también hay ensamblajes sociales no humanos... tribus de simios bonobos, arrecifes de coral, lluvias amazónicas y bosques son todos ensamblajes sociales porque son formaciones en que unas maquinas están unidas a otras de una manera particular. Por supuesto que son distintos de los ensamblajes sociales en los que nosotros vivimos, pero no por eso son menos sociales. La sociología de las asociaciones, entonces, habría que entenderla como una investigación de maquinas que funcionan como medios para otras maquinas.
Los conjuntos sociales están compuestos ciertamente de “hombres y mujeres individuales y hay familias”, pero también de no humanos y, a menudo, solo de no humanos. Asumir el hecho de que no hay conjuntos sociales compuestos únicamente de humanos, dice Bryant, abre el camino para lo que podría llamarse “geopolítica” o política de la tierra que, frente a la intensificación del cambio climático, es algo que se vuelve increíblemente apremiante. El dominio del planeta por los humanos y el impacto de las tecnologías ha puesto en primer plano como los animales, plantas, microbios y fenómenos meteorológicos, que antes se percibían solamente como un trasfondo humano, están completamente imbricados con lo humano. La geo política incluye no solo el pensamiento social y político, con su énfasis en las ideologías criticas, las cuestiones de identidad y la economía política, sino también abre lo político al dominio de lo no humano, investigando como la geografía, los animales y las tecnologías contribuyen a la organización o disrupción de los ensamblajes sociales, contrariamente al lugar común que no puede concebir la posibilidad de extender el concepto de lo político mas allá de lo puramente humano.
Huracanes, tornados, terremotos y erupciones volcánicas son eventos que irrumpen desde fuera del ensamblaje social y otros como las modas pasajeras, las nuevas formas de arte y música, las revoluciones políticas, las ideas, las nuevas tecnologías y el súbito encuentro con el amor, brotan desde dentro. En todos estos casos nada en el mundo y su historia podrían haber predicho que exactamente esto iba a ocurrir y que su peso iba a reconfigurar las relaciones entre entidades dentro del mundo en que aparecen. Son un quiebre, una transformación, una bifurcación. El surgimiento del Internet, por ejemplo, transforma las relaciones sociales en una variedad de nuevas formas... gentes de lugares lejanos del globo ahora se ponen en contacto inmediato, cosa que poco tiempo atrás no era posible, las ideas se difunden con una rapidez asombrosa, grupos pueden ahora organizarse independientemente de los medios dominante definiendo sus propias misiones y trayectorias, para mejor o peor, y la economía se transforma dando paso a nuevas formas de comercio, dominio y explotación. Tal vez el ejemplo por excelencia de un evento seria la explosión cámbrica que ocurrió hace 530 millones de años atrás y que produjo una proliferación de nuevas especies y estructuras corporales y la extinción de otras. En el ámbito de la política revolucionaria un evento no es solo la reconfiguración de las relaciones a través de los sujetos revolucionario, sino que la intervención revolucionaria busca la transformación fundamental de las relaciones que componen el ensamblaje social, como las cosas son producidas y distribuidas, como se asignan los roles y como las personas interactúan unas con otras. A pesar de lo que dijo Badiou un evento no es siempre inherentemente positivo o emancipatorio.
La tradición que comienza con el humanismo ve al humano como la sede de la experiencia, el pensamiento, la agencia, la voluntad y la normatividad y el resto de los entes naturales como pedazos de materia bruta gobernados enteramente por la causalidad mecánica y los animales como algo intermedio. Estos dos dominios deben mantenerse rigorosamente aparte. Si lo social y lo político entran en el dominio de las ciencias naturales, no obtendremos la verdad, sino maquinaciones políticas impuras que corren el riesgo de justificar la misoginia, el patriarcado, el racismo y la eugenesia. Según el modernismo el sujeto humano, no importa como lo concibamos, es el polo de la agencia y los objetos, el de la pasividad.
No es que este análisis este errado, como dice Bryant, sino el problema es que conduce a la evaporación de la agencia no humana. Se coloca enteramente del lado de los humanos, en tanto que los no humanos se reducen a un mero comportamiento o a pantallas de inscripciones humanas. Cuando degradamos a los no-humanos ontológicamente, cuando los consideramos solo como existentes de segundo orden, de menor valor y consistencia y, por tanto, transformados en meras cosas, los humanos llegamos a creer que solo nosotros representamos la verdadera existencia en el universo. Esta fabula modernista fantasmal reduce la naturaleza a una pura reserva de recursos materiales o, en el mejor de los casos, a un santuario a la “New Age” para recargar las baterías espirituales.
En lugar de bifurcar el ser en el dominio de la naturaleza y la cultura, debemos concebir el ser como un solo plano, una sola naturaleza en la que los humanos somos seres entre otros seres. Ciertamente que somos excepcionales, pero no ontológicamente excepcionales. Diferimos en poderes y capacidades comparados con otros entes, pero no somos señores ni jerarcas sobre todos los otros. Somos seres que habitamos este extraordinario planeta entre otros seres, que actuamos sobre ellos y que ellos actúan sobre nosotros.
Y esta agencia, esta capacidad de actuar unos sobre otros, se da en una variedad de grados... bacterias parecen tener mas agencia que las rocas, los gatos mas que las bacterias, los chimpancés mas que los gatos y los humanos mas que los chimpancés. Sin embargo es imposible determinar con exactitud donde comienza la agencia en la naturaleza y donde termina... ¿es el virus, por ejemplo, un agente como la bacteria o un objeto inanimado como la piedra? Y mas aun, no solo hay organismos que van desde la simple bacteria a organismos mas complejos como chimpancés y humanos, sino también instituciones, corporaciones, grupos revolucionarios y Estados que tienen agencias y cada vez mas pareciera que ciertas tecnologías se están convirtiendo en agentes, como la inteligencia artificial, en lugar de permanecer como meras maquinas rígidas.
El enigma, entre otros enigmas, del animal humano pareciera adquirir mas sentido cuando lo compartimos con otras formas de vida, cuando les prestamos atención y cuando le hacemos justicia a lo otro.
Nieves y Miro Fuenzalida.