No el que dirige el camarada a la masa en las concentraciones populares o el que pronuncia el decano en la ceremonia de graduación o el que en lenguaje cotidiano usamos en conversaciones y discusiones, como tampoco el que aparece en los diccionarios, sino ese que ha adquirido importancia durante el posmodernismo del siglo XX y que constantemente los teóricos usan como moneda corriente en sus escritos, algo que deja al resto de los pobres mortales como nosotros sin saber exactamente de que están hablando.
En una primera aproximación se podría decir que la teoría del discurso se ocupa de las reglas y estructuras de las expresiones humanas que se dan en forma de leguaje o comunicación no verbal y visual y como estas expresiones se vinculan con el conocimiento humano y con la manera que miramos el mundo. Es, en breve, un sistema de pensamientos, conocimientos, comunicaciones, actitudes, cursos de acción, creencias y practicas que sistemáticamente construyen los sujetos y el mundo del cual ellos hablan. Dicho esto, hay que tener en cuenta, sin embargo, que el discurso no puede ser fijado en un significado determinado porque ha tenido una historia compleja y porque se utiliza en una variedad de diferentes formas por diferentes teóricos.
Como sabemos las cosas que decimos y escribimos se basan en un conjunto de conocimientos generalmente aceptados que al repetirlos se refuerzan. Y también sabemos que lo que una sociedad considera verdadero en un momento cambia con el tiempo, dependiendo de las ideas que se intercambian y de cómo se produce ese intercambio. Y es aquí donde ciertas personas o instituciones están en una posición particularmente poderosa para definir lo que es verdad y excluir lo que consideran que no es parte de la discusión. Pensemos, por ejemplo, en los consejos de salud mental cuando provienen del psiquiatra en comparación con los de la abuela. Aunque no conozco tan bien al psiquiatra, como a la abuela, su punto de vista, su estatus social, su formación profesional y su genero dan forma, sentido y prioridad a sus consejos. Así, entonces, la teoría del discurso se ocupa de cuestiones de poder y de jerarquías institucionales. Tales jerarquías inevitablemente conducen a la dominación y a la resistencia, por ejemplo, cuando diferentes personas intentan afirmar quien debe hablar con autoridad sobre, digamos, cuestiones de política sanitaria. Es en este sentido que Foucault, el mas famoso teórico del discurso, vio que la tarea del análisis ya no consiste en tratar los discursos como grupos de signos que se refieren a contenidos o representaciones, sino como practicas que forman sistemáticamente los objetos de los que hablan.
La sociedad en que vivimos obviamente esta estructurada por ciertas personas y grupos sociales que crean y formulan ideas sobre el mundo y que, bajo ciertas condiciones, se convierten en verdades incuestionables y normales. La investigación, entonces, según Foucault, debe dirigirse a lo que el llamo “regímenes de verdad” y mapeo las reglas que los gobiernan y como se ordena históricamente el conocimiento en campos tan diversos como la medicina, la psicología, las ciencias sociales y la literatura con el fin de evaluar y determinar cuan objetivas son en realidad las verdades que estas disciplinas producen. De lo que se trata en el fondo es de examinar las estructuras del conocimiento, los mecanismos y estrategias de clasificación o construcción de teorías que crean nuestro mundo social. De analizar, no lo que un juicio determinado significa, sino como opera y que hace. Según este modelo, el discurso literario, por ejemplo, no designa simplemente una colección de grandes obras de la literatura, ni el tipo de escritura o lenguaje que usa. Mas bien, es cuestión de desvelar la forma particular de pensar y hablar sobre la literatura, que es lo que constituye el objeto literario como logro estético creado por un autor y expresivo de alguna idea sobre la naturaleza humana o de las condiciones de existencia contemporánea. En contraste el discurso comercial ve el objeto literario en términos de mercancía, con una producción cuasi industrial, destinado a satisfacer la demanda de los consumidores que se evalúa en términos de popularidad, cifras de venta, márgenes de beneficio y generación de rumores. Aquí las cuestiones de significado y practicas de interpretación son marginales o completamente ausentes.
Esta nueva forma de ver los discurso no es solo una cuestión académica, sino que tiene que ver directamente con nuestra vida diaria porque explícitamente cuestiona como determinados discursos influyen en nuestra mentalidad y como nos impulsan a gobernarnos a si mismos de cierta manera y de cómo ciertas opiniones especificas que hoy sostenemos se forman y preservan en discursos hegemónicos, es decir, en puntos de vista dominantes que se mantienen estables gracias a la dinámica del poder político.
En este sentido el análisis de los diferentes discursos, al revelar los grilletes ideológicos sistémicos que reflejan las afiliaciones de clase, es un paso a una posible emancipación social. Una cuestión clave en este tipo de análisis, por ejemplo, es la de revelar donde radica el poder... ¿hay ciertos grupos identificables manipulando el discurso, como una clase capitalista, un patriarcado, un grupo religioso especifico o una mayoría étnica? Si es así... ¿los miembros de tales grupos actúan conscientemente cuando dan forma al discurso a favor de su grupo? ¿o es el discurso su propio agente, como argumentan los posmarxistas? Si este es el caso, entonces el poder no radica exclusivamente en ciertas personas que lo usan para dominar a otras, sino que también radica en un entramado de relaciones y jerarquías que tienen su propia lógica y que nadie esta manejando conscientemente. La forma en que la gente piensa en un tema político como el crimen, por ejemplo, es un proceso continuo de negociación sobre cual debería ser la visión “correcta” sobre el tema. Esta ocurre a través del discurso, como mostro Foucault, y puede ser manipulada y dominada por actores y grupos de interés muy real. El consenso que surge de estas negociaciones crea demandas para un cierto tipo de sistema legal. Informa nuevas leyes, la aceptación de cierto tipo de castigo y la creación de lugares donde se lleva a cabo dicho castigo que requieren de ciertas profesiones como jueces, abogados, policías y guardias de prisiones que, a su vez, crean relaciones sociales especificas. El discurso, entonces, “cristaliza” en instituciones e impulsa a las sociedades a crear, producir y dar forma al mundo físico en que habitamos. Estas instituciones junto con el contexto social juegan un papel determinante en el desarrollo, mantenimiento y circulación de los diferentes discursos que estructuran las conductas, las políticas y las economías sociales.
Por supuesto el análisis de un solo discurso no revelara como funcionan todos los procesos sociales, pero la teoría del discurso, como algunos comentaristas indican, destaca algunos de los mecanismos en funcionamiento. Es por esto que, debido a que las teorías del discurso consideran que las representaciones discursivas son tan poderosas para constituir el mundo social, el concepto de discurso a veces ha reemplazado al de ideología que, en ultima instancia, todavía conserva la noción del sujeto individual capaz de resistir las presiones ideológicas y controlar sus acciones.
En su remarcable obra titulada “Disciplina y Castigo” Foucault expresa la idea de que el discurso normaliza y homogeniza los cuerpos y la subjetividad de aquellos que domina. Al fijar el significado del texto y determinar las categorías de la razón por las cuales los enunciados son aceptados como conocimiento, el discurso crea una realidad epistémica que da paso a una técnica de control, disciplina y exclusión. Lo que no se ajusta a la verdad enunciada del discurso se convierte en una perversión, una realidad y una practica ubicada fuera de lo sociable. La tarea del análisis del discurso es, entonces, dar cuenta del hecho de que habla el discurso en cuestión y demostrar los efectos de poder que se producen por lo que se dice. El objetivo es desestabilizar los significados aceptados y revelar las formas en que los discursos dominan, excluyen, marginan y oprimen a diversos grupos sociales que deberían tener también la oportunidad de participar en las decisiones de cómo debería ejercerse el poder. Dado que el control del discurso equivale al control de cómo se percibe el mundo su análisis equivale a una ventana al poder, la legitimidad y la autoridad.
La utilidad practica de este tipo de análisis es que al considerar las diversas formas en que los discursos dominan y mantienen el control social, podemos llegar a una posición de desidentificacion a través de la cual no solo localizamos y aislamos las formas en que nosotros, como sujetos, hemos sido construidos y sometidos, pero también trazar nuevos terrenos en los que podemos construir formas diferentes y potencialmente mas liberadoras, como el movimiento feminista ha mostrado al diseñar nuevos roles discursivos tanto para hombres como para mujeres y que, a pesar de ser fuertemente cuestionados por los discursos dominantes, ha cambiado fundamentalmente el significado de existir como sujeto de uno u otro genero.
Con lo que nos quedamos por ultimo es con que los discursos son un “conjunto de practicas que forman sistemáticamente los objetos de los que hablan.” Y parte de estos objetos, aunque parezca extraño, somos nosotros.
Nieves y Miro Fuenzalida.