Sunday, September 29, 2024

Esoterismo

 

Hurgueteando en los estantes de los negocios de libros usados de la calle San Diego de ese Santiago de los finales de los 60’s  siempre nos sentimos atraídos por esos extraños títulos como... “Hermetismo”, “Lo Oculto”, “Magia”, “Esoterismo”, “Gnosticismo”, “Superstición” y “Lo Irracional”, entre otros, que  invitaban a visitar algo misterioso y extraño que se ubicaba bien lejos de nuestros marcos cognitivos convencionales pero que, de alguna manera, siempre han estado allí, en toda la historia y que hoy incluso los podemos atisbar en la literatura, el arte visual, el cine, los juegos de video, la cultura popular, la música, la ciencia ficción, el comercio,  o en los márgenes de la filosofía, la política y la religión. Estudiar esoterismo, por tanto,  no es solo acerca del esoterismo en si mismo sino que es siempre acerca de algo mas general, mas amplio e, incluso, universal en la historia de las ideas, creencias y fantasías humanas.   

 

¿Qué significa todo eso? ¿Cuáles son sus fuentes? ¿Qué papel han jugado en la historia? ¿Y por que tendemos a ignorarlos o rechazarlos? Wouter Hanegraaff, profesor de Historia de la Filosofía Hermética en la Universidad de Ámsterdam, ofrece algunas  pistas. Poco antes del siglo XVIII, dice, estas creencias todavía eran reconocidas como algo importante entre teólogos y filósofos, aunque controvertidas. Es solo después de la irrupción de la Ilustración cuando desaparecen casi por completo para volver a llamar la atención en los últimos años del siglo XX. Esoterismo, especialmente el “esoterismo occidental”, no es un termino natural sino una categoría o construcción académica artificial aplicada a una variedad de corrientes e ideas que fueron conocidas por otros nombres, por lo menos hasta finales del siglo XVIII.

 

Varios autores han intentado definir la naturaleza del esoterismo, entre ellos el francés Antoine Faivre, que en 1992 propone una lista de características intrínsecas en las que se destacan  la correspondencia, la naturaleza viva, la imaginación, la transmutación y dos no intrínsecas... la concordancia y la transmisión. Todas estas características fácilmente se podrían leer como una definición de “encantamiento”, frente a las visiones de un mundo “desencantado”, propio de las ciencias positivistas. El termino “correspondencia” tiene su origen en la noción de simpatía de Plotino que sugiere que todas las partes del universo están interrelacionadas sin necesidad de vínculos intermedios o cadenas causales que es en el fondo una alternativa a la causalidad instrumental. La “naturaleza viva”, a diferencia de las visiones mecanicistas, concibe el mundo como un organismo vivo impregnado de una fuerza vital invisible. Las nociones “imaginación/mediación” sugiere una cosmología platónica de múltiples niveles a los que podemos acceder por medio de la imaginación, en contraposición a una reducible únicamente a materia en movimiento. Y la “transmutación” se refiere a un proceso mediante el cual el humano o la naturaleza pueden alcanzar un estado espiritual superior o, incluso, una condición divina. El prototipo por excelencia de este modelo es Paracelso cuyo trasfondo necesario son las fuentes antiguas y medioevales.

 

El que las manifestaciones contemporáneas del esoterismo tengan su origen histórico en los modelos anteriores a la Ilustración no significa que su forma original no haya sido afectada por el impacto de las tendencias y desarrollos modernos. El creer que estas creencias son meramente supervivencias del pasado o conceptos estáticos resistente al cambio, sin ser afectados por el tiempo, es un cliché positivista refutado una y otra vez por los estudios históricos. Han existido como una característica permanente de la cultura y el hecho de que continúen existiendo hoy día en la imaginación popular es una indicación de cómo estas nociones se reinventan continuamente bajo las cambiantes condiciones sociales e históricas.

 

Todas estas extrañas fantasías y experiencias radicales se distinguen, según Hanegraaff, por su condición moderna de “conocimiento rechazado”, relegado al basurero de la historia por los ideólogos de la Ilustración y sus herederos intelectuales que los consideran incompatibles con los conceptos de la religión, la racionalidad y la ciencia. Lo opuesto a lo que las personas educadas toman en serio y lo mejor es ignorarlos en lugar de someterlos a un estudio y análisis detallado de sus ideas y desarrollo y la influencia que han ejercido y continúan ejerciendo en los asuntos humanos. Si contemplamos su historia no es difícil encontrar que el platonismo durante el periodo helenístico se transformo en una cosmovisión con su propia mitología y practicas rituales centrada en el logro de una gnosis salvadora mediante la cual el alma humana podría liberarse de su enredo material, lo que invita a pensar que la filosofía de Platón no fue solo un producto original del pensamiento racional griego, sino que también estuvo basado en tradiciones persas, egipcias y hebreas mas antiguas. Entre las manifestaciones mas importantes del esoterismo occidental antiguo se cuentan el hermetismo egipcio de Hermes Trismegistus, Zoroastro con sus Oráculos caldeos, los cabalistas judíos, el gnosticismo entre los primeros cristianos que fue usado en un sentido positivo por alguno padres de la iglesia como Clemente de Alejandría y la practica ritual conocida como Teúrgia. Y en tiempos pre modernos, cuando los limites entre religión y ciencia eran mucho mas ambiguos y permeables, los secretos de la naturaleza fueron el dominio de la magia, la astrología y la alquimia. Toda esta sabiduría antigua había sido trasmitida  y mantenida viva por los sabios a través de los tiempos. Sin embargo a partir del siglo XVII surge la idea de que tal trasmisión requiere de algún tipo de organización formal, siendo los Rosacruces los primeros en lanzar su Manifiesto en 1614, conocido como Fama Fraternitatis, inspirada en los marcos rituales y organizativos de la Masonería. Actualmente el ocultismo se refiere a lo que pareciera ser un fenómeno constante en las sociedades modernas  que se manifiesta en la existencia de relaciones continuamente fluctuantes de grupos de individuos que comparten su insatisfacción con los enfoques y estilos de vida promovidos por las instituciones convencionales de información y buscan alternativas en la cultura y tradiciones espirituales y esotéricas del pasado, como el panteísmo a la New Age basado principalmente en la filosofía Hindú que proclama que todo es uno al estilo de Krishnamurti o Deepak Chopra y su contra partida, el dualismo  gnóstico o Maniqueo, que rechaza este obscuro mundo material extraño y hostil al que no pertenecemos y busca, en su lugar, volver a nuestro verdadero “hogar”. En uno u otro caso el Mundo es un problema que debe ser, de alguna manera, superado para alcanzar la perfección espiritual.  

 

En las sociedades modernas el conocimiento se centra primariamente en investigaciones científicas, exploraciones académicas y comprensión racional. Si alguien afirma saber algo debe ser capaz de comunicar lo que dice mediante un lenguaje discursivo que otros puedan entender y evaluar. Sin ello no tenemos filosofía, ciencia ni investigación. Junto a este tipo de conocimiento  existen también otros que pueden comunicarse discursivamente pero cuya verdad o falsedad no pueden ser probadas independientemente, como la existencia de Dios y la trinidad que debe ser aceptada en base a la fe y la autoridad de la tradición. El conocimiento gnóstico, que es central a toda forma de esoterismo, no encaja en ninguno de ellos. No puede probarse independientemente, ni tampoco puede comunicarse discursivamente y, sin embargo, se presenta curiosamente como un conocimiento superior, como el único que puede superar las limitaciones de los dos anteriores y llevarnos a la verdad en si misma, que yace mas allá de la razón que esta restringida solo al ámbito inferior y secundario de “obscuridad”, que es nuestro mundo, y no podemos esperar que capte la realidad superior y primaria de la “luz” de la cual todo ha nacido.  Según Madame Blavatsky, por ejemplo, la “ciencia oculta” de la teosofía ha existido desde tiempos inmemoriales como la alternativa superior a la cosmovisión cristiana y el positivismo. Y en tiempos contemporáneos, con el reemplazo del modelo positivista cartesiano y newtoniano por la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica y la teoría de las cuerdas las realidades espirituales, según algunos, no solo son compatibles  con la ciencia sino que también esta le proporciona una base. El ejemplo más obvio de este tipo de espiritualidad, entre muchos otros, es el de “El Tao” de Fritjof Capra, que, en el fondo, tiene bien poco que ver con las ciencias duras.

 

¿Qué es, entonces, el conocimiento gnóstico? Los gnósticos y hermetistas dicen que son incapaces de expresar en un lenguaje claro y directo lo que han visto y descubierto, especialmente con respecto a lo que se consideran  los niveles mas altos del conocimiento absoluto donde nos encontramos solo con tartamudeos y expresiones de asombro. Quienes afirman haber tenido tales experiencias insisten en que para entender realmente de que están hablando es necesario tener tales experiencias uno mismo y para ello existen todo tipo de narraciones, instrucciones, amuletos, practicas, ritos y alucinogénicos de cómo uno puede iniciarse en la búsqueda de estados espirituales cada vez mas exaltados en donde las alteraciones de la consciencia parecieran ser las claves empíricas esenciales para comprender las frecuentes afirmaciones de conocimiento “superior o absoluto”.

 

La idea de que algunas de estas practicas son inherentemente mágicas, a diferencia de las religiosas, racionales o científicas es la herencia de antropólogos y sociólogos de la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX, como Tylor, Frazer, Mauss y Durkheim que en el contexto de la Ilustración polemizaron en contra de la superstición y el dogmatismo religioso estableciendo la famosa triada de magia-religión-ciencia que esta plagada de tendencias etnocéntricas y prejuicios moralistas que conducen, según nota Hanegraaff, a distorsiones sistemáticas y precepciones erróneas si se aplican a la historia de la religión, especialmente fuera de Europa. Debido a la enorme influencia que este discurso ha tenido, tanto en la academia como en la cultura popular, estas practicas son automáticamente percibidas como “mágicas”, diferentes de la religión genuina o la ciencia oficial. El problema con esto es que no es posible comprender la complejidad religiosa, esotérica o social a menos que descartemos la creencia de que la evolución cultural se inicia con la magia continua con la religión y culmina con la ciencia. Separar las practicas esotéricas de la religión, de la racionalidad y de la ciencia no tiene otro propósito que el de distinguir lo “verdadero” de lo “falso”, una practica normativa y subjetiva que no debería tener cabida en una investigación genuinamente histórica y académica.

 

Este argumento, dice Hanegraaff, habría que aplicarlo no solo al uso tradicional del termino “magia” como categoría negativa para excluirlo como falso, malo o lo “Otro”, sino también a los intentos actuales de convertirlo en algo positivo cuando se adopta y promociona, por ejemplo, “la cosmovisión mágica” como una hermosa y encantada categoría en contraposición a la religión o la ciencia.  

 

Nos guste o no no hay diseños ocultos o influencias supra humanas  guiando la historia. Interpretaciones y explicaciones historiográficas y filológicas  son mas que suficientes. Estas, habría que decir, no son solo instrumentos de destrucción, sino también potentes fuerzas de emancipación y liberación de los poderes y control de la autoridad dogmática cualquiera que esta sea. 

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


Sunday, September 22, 2024

Jugando a las escondidas

 

Se subio

a

un arbol.

Se escondio

detras

de

una hoja

para

ver

pasar

la vida.

Esta

no paso.

Estaba

jugando

a

las escondidas

con

la muerte.

 

Nieves.

Sunday, September 15, 2024

La encrucijada humana

 

El historiador ingles Arnold Toynbee advirtió en el siglo pasado que la humanidad se enfrentara a una crisis existencial que pondrá a prueba  nuestra capacidad de sobrevivencia. En la era atómica, dice, tendremos que elegir entre la unificación política o el suicidio en masa. La persistencia en los hábitos de “sentimientos de división” es el mayor obstáculo para lograr la “unificación mundial”. Pero, dice, así como adoptamos nuevos hábitos, también podemos modificar o abandonar los viejos, incluso los mas arraigados y reemplazarlos por uno de acción común a escala mundial mediante la creación de alguna forma de Estado o Autoridad Mundial limitada que estaría facultada para actuar en el interés común con el poder para controlar la energía atómica y administrar la producción y distribución de alimentos. En este siglo podríamos nosotros podriamos agregar el cambio climático.

 

Las circunstancias globales que creamos con los avances tecnológicos eventualmente nos obligaran a someternos a esta Autoridad Mundial como la única esperanza de salvación frente a la amenaza de extinción. Los temores y reacciones instintivas en contra de una Autoridad Mundial, que podría convertirse en una burocracia centralizada draconiana, pueden aminorarse al establecer limites claramente definidos a su autoridad que solo podría ejercer en aquellas áreas estrictamente necesarias para la auto conservación humana. Aquí, el consentimiento y la cooperación mutua serian clave. Cualquier intento de imponer la unidad política por la fuerza seria ineficaz y solo conduciría al resurgimiento del nacionalismo. Toynbee creía que este Estado Mundial seria probablemente federal en la que unidades anteriormente independientes se unirían voluntariamente, pero preservando su identidad y autonomía para actuar localmente. Su logro dependería en gran medida en algún tipo de acuerdo sobre que constituye el bien y el mal o, dicho de otra manera, de la adopción de un conjunto compartido de valores morales que sirvieran para armonizar  las distintas herencias sociales y culturales que han evolucionado independientemente a lo largo de la historia. Sin ello, seria bien difícil lograr la integración humana.

 

Dada la obvia diversidad moral del mundo contemporáneo... ¿cuál seria, entonces, la base para lograr un acuerdo sobre valores humanos elementales?

 

Sartre, en su ética existencialista, especialmente en su ultimo periodo, propone la base para una ética humanista. El intento, dice, es evitar el dilema entre una ética que es el resultado de subestructuras particulares que adolece totalmente de principios morales generales  y otra tan general y carente de contenido que solo ofrece un esbozo universal abstracto de un ser humano ideal que, en el fondo, es irrelevante para seres humanos reales que existen en circunstancias concretas. Para ello lo mejor para evitar este dilema es centrarse en “la estructura ontológica común” presente en toda experiencia moral.

 

Toda norma, imperativo o valor se experimenta como una obligación, sin importar las circunstancias o condiciones en que se da, lo que significa que la persona tiene el “poder interior” para determinar y crear su comportamiento futuro y, por tanto, ser libre del dominio de los factores externos. La verdadera meta o imperativo de los oprimidos, de la historia y de toda la praxis humana es la humanidad integral, porque hay algo profundo dentro de la estructura de los seres humanos que hace que así sea. Es en la profundidad mas profunda de la realidad humana, digamos en su animalidad o carácter biológico, donde encontramos las raíces de su condición ético-históricas. Las necesidades obviamente exigen ser satisfechas, lo que implica que  nuestro futuro normativo es la realización del organismo humano, un fin que no seleccionamos libremente, sino que esta “inscrito” en nuestras necesidades. Y son las necesidades las que revelan mi dependencia de otros seres humanos y sus praxis y la fuente del carácter incondicional de las normas morales. No importa cuan variable sea su contenido particular, todo sistema moral posee un carácter normativo incondicional, no porque este arraigado en algún absoluto eterno sobrehumano, sino porque concretamente esta arraigado en las necesidades humanas presentes en todo tipo de condiciones, por diferente que la cultura o la sociedad sean. Una moral radical solo puede provenir de  ellas. Esta es la “condición humana universal”, miembros de la misma especie, cuyo objetivo ultimo es el cumplimiento, no solo  de los requerimientos corporales básicos, sino también la necesidad de amor, conocimiento y vida cultural para llegar a ser plenamente humano. La humanidad integral

solo podría lograrse cuando los seres humanos se unan para controlar y proteger las condiciones naturales y sociales que hacen posible satisfacer universalmente estas necesidades comunes. Este es el criterio que permite distinguir entre moralidades verdaderas y alienadas.     

 

En realidad, este llamado a la unidad o integración humana no es nuevo. Lo hemos venido escuchando desde la antigüedad con el Buda y Jesucristo, siguiendo con Marx, Martin Luther King y Mandela, entre muchos otros y nada ha ocurrido, a pesar de la rápida desintegración de países y sociedades debido a la polarización que empieza a desgarrar el tejido de la sociedad global, cuya expresión mas extrema la encontramos en el genocidio de los grupos étnicos mas vulnerables... ¿por qué, en lugar de construir la hermandad humana, continuamos discriminándonos, demonizándonos y destruyéndonos unos a otros? 

 

La  psicología social puede proyectar alguna luz aquí. En 1960 el psicólogo polaco Henri Tajfel condujo una serie de experimentos que dividían a las personas en dos grupos completamente arbitrarios. En uno de ellos cada individuo estimo la cantidad de puntos en una pagina. Independientemente de sus estimaciones, a la mitad se les dijo que habían sobreestimado el numero de puntos y se les incluyo en un grupo de “sobre estimadores”. La otra mitad fue enviada al grupo de los “sub estimadores”. A continuación, se le pidió a los sujetos que distribuyeran dinero a todos los participantes de ambos grupos. El resultado fue que, no importa cuan triviales o mínimas fueran las distinciones entre grupos, la gente siempre tendía a distribuir mas dinero a favor de los miembros de su grupo. 

 

Posteriormente, aprovechando el surgimiento de las nuevas tecnologías, el neurocientífico David Eagleman utilizo imágenes de resonancia magnética para examinar el cerebro de las personas que miraban videos de las manos de otras personas pinchadas con una aguja. Cuando la mano pinchada con la aguja fue etiquetada con la religión del participante, el área del cerebro del observador mostro un aumento mayor de actividad comparada con la mano que tenia una etiqueta con una religión diferente. Incluso, cuando grupos arbitrarios fueron creados, como en el experimento anterior, los resultados fueron similares. No gran sorpresa... ¿cierto? Algo que indica, como ya sospechábamos, que la mente humana esta preparad para el tribalismo.

 

A finales del siglo XIX y comienzos del XX el sociólogo francés Emile Durkheim planteo la idea de que los grupos y comunidades eran similares a organismos. Las entidades sociales, dice, poseen la necesidad crónica de mejorar su cohesión interna y su sentido compartido de orden moral y, en este sentido, el  ser humano es un ser doble o, como el dice, “homo dúplex”. Como individuos, en nuestra vida ordinaria o “profana” perseguimos objetivos cotidianos. Pero también tenemos la capacidad de acceder temporalmente a un plano colectivo superior o “sagrado” que experimentamos como ‘efervescencia colectiva” o “electricidad” social que se genera cuando un grupo se reúne y logra un estado de unión o fusión colectiva. A lo largo de  los días las personas transitan entre estos dos niveles. La función de los rituales religiosos, los festivales colectivos y las marchas militares, al estilo de Hitler, es la de atraer a la gente al nivel colectivo superior y vincular al grupo para luego devolverlo a la vida diaria con su identidad grupal y lealtad fortalecida. Los rituales en donde se baila y canta al unísono son particularmente poderosos.

 

Esta teoría Durkheimiana ayuda a entender en cierta medida los repentinos estallidos de violencia moralista, religiosa, ética  o racial que tanto nos desconciertan. Ya sea el Reino del Terror durante la Revolución Francesa, los juicios estalinistas, la exterminación de los judíos y gitanos en la Alemania de Hitler, la persecución política de McCarthy en Estados Unidos, la Revolución Cultural China de Mao Tse Tung, el genocidio de la minoría Tutsi perpetrado por el grupo étnico Hutu o la persecución de los inmigrantes que hoy vemos, entre tantas otras, el fenómeno es el mismo. La comunidad se moviliza intensamente para deshacerse del enemigo interno.

 

No solo los individuos compiten unos con otros dentro de cada grupo, sino que también los grupos compiten con otros grupos y, con frecuencia, violentamente. El tribalismo es nuestra herencia evolutiva que hizo posible la cohesión social. Fusionarse con el grupo es algo profundamente placentero. Así nos unimos estrechamente y defendemos nuestra identidad simbólica y dejamos atrás el  pensar por nosotros mismos. Su moral colectiva nos ata y ciega y nos prepara para la batalla de “nosotros “en contra de “ellos”. Un estado tribal que  impide ver los argumentos que desafían la narrativa grupal. Narrativa que ciertamente ha imperado a través de toda la historia y continua en nuestros dias con la misma o mayor energía  letal.   

 

El reconocer la fuerza cohesiva del tribalismo no significa que tenemos que vivir de manera tribal. Siempre podemos hacer algo mas de lo que hemos hecho y no estamos obligados a continuar reproduciendo las estructuras mentales que nos impiden lograr la unión humana. Como humanos siempre tenemos la capacidad de elegir algo diferente, de trascender nuestra situación y proyectarnos hacia el futuro, rasgo que nos distingue del resto de la creación.  

 

Y, sin embargo, hasta el momento nada nos ha hecho cambiar. Si la creciente cascada de crisis globales que incluyen guerras intratables, atrocidades masivas contra los derechos humanos, la proliferación nuclear, el cambio climático, la degradación ambiental, la creciente desigualdad entre ricos y pobres, los episodios recurrentes de inestabilidad financiera global y los crecientes riesgos de epidemias no nos han obligado a elegir un rumbo diferente... ¿qué lo hará?

 

Nieves y Miro Fuenzalida.

 

 

 


Sunday, September 8, 2024

Disputando una estrella olvidada


Caminando

Por

El viento

Me encontré

En

Medio

De

Una disputa

De

l.a madrugada

Con

el atardecer

que

peleaban

por

una estrella

que

se

olvido

apagar

la noche. 

 

Nieves.


Sunday, September 1, 2024

Lo extraño

 

El Gobernador de Minnesota Tim Walz, candidato demócrata a la vicepresidencia en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, se refirió a sus oponentes republicanos como “gente rara” y, desde entonces, el apodo se ha mantenido vigente y transformado en parte de la campaña publicitaria. Trump respondió... “Ellos son los extraños. Nadie nunca me ha llamado extraño. Puedo ser muchas cosas, pero raro no soy”. Y el candidato a la presidencia en las primarias del partido republicano, Vivek Ramaswamy, escribió en X que los insultos extraños “son un poco irónicos viniendo del partido que predica diversidad e inclusión”.

 

Todos presumimos que el termino tiene una connotación bien  peyorativa y nadie quiere ser tildado de “raro” o “extraño”. Desde un punto de vista estrictamente  político podemos entender porque ha adquirido un cierto valor estratégico en la campana democrática, pero aun así su uso es bien regresivo. Cuando ambos lados tratan de evitar la calificación, lo “raro”, “extraño” o “diferente” merece cierta consideración, a pesar de su mala fama.

 

Si no recordamos mal es principalmente en la literatura especulativa  en donde reside todo lo extraño, fantástico, amenazante  e inusual. Según el escritor H.P. Lovecraft el horror sobrenatural en la literatura  es un tipo de relato que desafía nuestra comprensión, que damos por sentada, de cómo funciona el mundo. Y lo hace a través de “una suspensión o derrota maligna y particular de esas leyes fijas de la Naturaleza que son nuestras únicas salvaguardas contra los asaltos del caos y los demonios del espacio inexplorado”. El extraño relato en esta forma literaria es algo completamente opuesto a las pretensiones humanas de grandeza llamando la atención, en cambio, acerca de todo lo que desconocemos sobre el universo y cuan precaria realmente es nuestra situación en el mundo. La verdad es que sin esos artistas, científicos y pensadores que traen ideas “extrañas” y nuevas formas de ver el mundo, nuestra comprensión de la realidad seria mucho mas pobre y limitada de lo que ya es. Sin exageración se podría decir que todo el progreso que el humano ha logrado es parte de una historia extraña producida por visionarios incomprendidos por su época. Los “raros” son los que introducen grietas en el edificio del statu quo, liberando posibilidades para futuras formas de expresión como las subculturas, las identidades de genero, los disidentes, los inadaptados o las formas inusuales de autoexpresión entre tantas otras que el mundo ve negativamente como desviaciones de la norma. Por supuesto, no todos los bichos extraños cambian las cosas, ni mucho menos Trump y sus seguidores ultra convencionales, que son lo opuesto a toda posible diferencia.

 

En las capas mas profundas de nuestra psique se esconde el temor  a lo extraño o lo que es diferente y, a pesar de todos nuestros intentos por privilegiar la normalidad y fijar la identidad, la diferencia es la que siempre reina.

 

Si tratáramos de hacer un poco de filosofía la historia iría mas o menos así. Frente a la caótica multiplicidad de cosas que encontramos suponemos que hay un ser por debajo de ellas... Dios, la Sustancia, la Idea, la Materia o la Naturaleza que seria el significante trascendental del que dependen todos los otros, digamos, el eje que liga y mueve todo lo que hay. La ultima realidad. Y es de esta identidad de lo que la ontología ha venido hablando por mas de dos mil años... “desde Parménides  hasta Heidegger, la ontología ha mantenido la idea de que todos los seres expresan su ser con una sola voz, un solo Océano para todas las gotas, un solo clamor del Ser para todos los seres”. Por tanto, el ser, en buenas cuentas, es univoco... ¿cierto?

 

Cierto... el ser es univoco. Pero la univocidad no implica en ningún sentido uniformidad. Al contrario, la univocidad se afirma como basa de una diferenciación primordial e ilimitada. Para que algo sea, es necesario que este involucrado en un proceso por el cual se convierta en algo diferente o nuevo. Ser es siempre alteración. Según Deleuze no hay ningún concepto mas primordial debajo de la diferencia. El único absoluto es la diferencia misma que esta detrás de todo y nada detrás de ella. La diferencia es lo que hay y lo que crea lo nuevo, lo que posibilita la multiplicidad, la causa inmanente de la que emana la existencia.

 

Si dejamos de lado las nociones de sustancia, esencia, identidad o realidad ultima, con lo que nos quedamos es con la diferencia positiva sin otra base que si misma, constantemente  creando y  nunca igual a si misma. No solo la diferencia entre un ente y otro sino la diferencia dentro del ente mismo. No es que haya una vida indiferenciada que luego necesita ser estructurada por la diferencia.

 

Las diferencias genéticas, por ejemplo, crean diferencias en cada mutación. No es el caso que tengamos un mundo que luego diferenciamos. La vida misma es diferencia y esta diferencia en cada caso es diferente... diferencias genéticas, diferencias químicas, diferencias animales, diferencias lingüísticas, diferencias imperceptibles y diferencias tecnológicas que causan interacciones ajenas a las intenciones humanas.  Si no hay un ser absoluto que se ubica mas allá de toda diferencia, con lo que terminamos es con una “pura inmanencia en donde ninguna diferencia es privilegiada, centro o fundamento de otra”. En otras palabras, para poder realmente pensar y afrontar la vida, necesitamos dejar atrás la tendencia a verla en términos fijos e inmóviles. El problema es que pensar la diferencia en términos positivos no es tarea fácil porque va en contra del sentido común y, por eso, la diferencia es un eterno desafío. Cada vez que aparece tendemos a etiquetarla y subordinarla a lo mismo. Grupos, instituciones, sindicatos, gobiernos y partidos políticos en poco tiempo se vuelven escleróticos y apartan y persiguen a cualquiera que desafíe la ortodoxia reinante.

 

Por mucho que Trump produzca nausea y Kamala Harris cierta simpatía, la verdad es que la política sigue siendo la política de la elite del poder que maneja los hilos detrás de la cortina. Los manifestantes contra la guerra y el genocidio palestino seguirán siendo vigilados y arrestados, los banqueros y corporaciones cosechando sus ganancias y la maquinaria de guerra nos acercara cada vez mas a la catástrofe nuclear. Los inmigrantes del Sur seguirán siendo maltratados y la policía continuara disparando a personas negras con el mismo ritmo desproporcionado de siempre, mientras los pobres llenan las cárceles. Esta es la política interna de Estados Unidos y es cosa de ellos. Otra cosa es la política exterior. Esa es algo que a todos nos concierne. El imperialismo es esencial para la política y el poder de Estados Unidos. Cualquiera diferencia real o imaginaria entre los dos partidos en su política exterior es una fachada que se lleva a cabo con el entendimiento común de mantener y expandir su hegemonía. Harris en su discurso concluyo con los mismos clichés habituales asociados a la política de seguridad nacional. Subrayo que “garantizara que Estados Unidos siempre tenga la fuerza de combate mas fuerte y letal del mundo y que tomara todas las medidas necesarias para defender  los intereses  de nuestra nación”. En el fondo sabemos que esos intereses son los intereses de las Corporaciones. Y el ex secretario de defensa, León Panetta y el senador y astronauta Mark Kelly subrayaron el belicismo nacionalista al afirmar que el ejercito de Estados Unidos seguirá siendo la policía del mundo. La política de lo mismo en oposición a una política diferente.

 

Pero, como dice Deleuze, si la diferencia siempre reina... ¿por qué, entonces, nos encontramos siempre con la misma política capitalista? La verdad es que, si ponemos atención, las apariencias del capital son siempre cambiantes... capitalismo mercantil, capitalismo monopolista, capitalismo neoliberal y el actual que contiene cierta ambigüedad y no esta muy claro como llamarlo...capitalismo de plataforma, capitalismo cognitivo, capitalismo bio político  o capitalismo neurotardio, entre otros, que trae diferentes formas de explotación y desigualdad encima de las que ya teníamos. Lo que hoy padecemos puede que ya no sea capitalismo, sino algo mas siniestro. Un numero creciente de trabajadores se pasan sentados frente una computadora, mirando el teléfono o asistiendo a reuniones. Una forma diferente de extraer ventaja en beneficio de otro. Si en la época industrial el vampiro era el símbolo de la explotación, hoy es el enchufe que chupa el cerebro del cliente.

 

La clase dominante de nuestro tiempo ya no mantiene su dominio a través de la propiedad de los medios de producción, ni de la propiedad de la tierra. Todavía el capitalista los posee, pero lo que ha empezado a perder es su posición dominante dentro del sistema para ser reemplazado por los que ahora poseen y controlan la información. Y esta no es solo una variación del capitalismo sino algo diferente.

 

Por supuesto que la explotación agrícola e industrial, e incluso la esclavitud, todavía existen. Pero, como la historia muestra, los modos de producción coexisten e interactúan. La cosa es que uno adicional y diferente ha surgido con una nueva forma de explotación, no a través del control de los medios de producción, que ni siquiera necesitan poseerlos, sino a través de la extracción de la información excedente de los trabajadores y consumidores individuales. La mercantilización ya no significa solo la aparición de un mundo de cosas sino la aparición de un mundo de información sobre las cosas. Quienes controlan las plataformas constituyen la nueva clase dominante que posee y controla las patentes que preservan el monopolio de estas tecnologías. Es la clase que produce un mundo por sobre y en contra de nosotros y que trata de subordinar a los capitalistas, como estos subordinaron a la clase terrateniente en el pasado. Ciertamente la información siempre ha sido una fuerza de producción. La diferencia  es que ahora la información se ha transformado en la fuerza dominante en el proceso de producción.

 

Como vemos, la diferencia la encontramos  por todos lados,  pero no necesariamente para mejor.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.