Hurgueteando en los estantes de los negocios de libros usados de la calle San Diego de ese Santiago de los finales de los 60’s siempre nos sentimos atraídos por esos extraños títulos como... “Hermetismo”, “Lo Oculto”, “Magia”, “Esoterismo”, “Gnosticismo”, “Superstición” y “Lo Irracional”, entre otros, que invitaban a visitar algo misterioso y extraño que se ubicaba bien lejos de nuestros marcos cognitivos convencionales pero que, de alguna manera, siempre han estado allí, en toda la historia y que hoy incluso los podemos atisbar en la literatura, el arte visual, el cine, los juegos de video, la cultura popular, la música, la ciencia ficción, el comercio, o en los márgenes de la filosofía, la política y la religión. Estudiar esoterismo, por tanto, no es solo acerca del esoterismo en si mismo sino que es siempre acerca de algo mas general, mas amplio e, incluso, universal en la historia de las ideas, creencias y fantasías humanas.
¿Qué significa todo eso? ¿Cuáles son sus fuentes? ¿Qué papel han jugado en la historia? ¿Y por que tendemos a ignorarlos o rechazarlos? Wouter Hanegraaff, profesor de Historia de la Filosofía Hermética en la Universidad de Ámsterdam, ofrece algunas pistas. Poco antes del siglo XVIII, dice, estas creencias todavía eran reconocidas como algo importante entre teólogos y filósofos, aunque controvertidas. Es solo después de la irrupción de la Ilustración cuando desaparecen casi por completo para volver a llamar la atención en los últimos años del siglo XX. Esoterismo, especialmente el “esoterismo occidental”, no es un termino natural sino una categoría o construcción académica artificial aplicada a una variedad de corrientes e ideas que fueron conocidas por otros nombres, por lo menos hasta finales del siglo XVIII.
Varios autores han intentado definir la naturaleza del esoterismo, entre ellos el francés Antoine Faivre, que en 1992 propone una lista de características intrínsecas en las que se destacan la correspondencia, la naturaleza viva, la imaginación, la transmutación y dos no intrínsecas... la concordancia y la transmisión. Todas estas características fácilmente se podrían leer como una definición de “encantamiento”, frente a las visiones de un mundo “desencantado”, propio de las ciencias positivistas. El termino “correspondencia” tiene su origen en la noción de simpatía de Plotino que sugiere que todas las partes del universo están interrelacionadas sin necesidad de vínculos intermedios o cadenas causales que es en el fondo una alternativa a la causalidad instrumental. La “naturaleza viva”, a diferencia de las visiones mecanicistas, concibe el mundo como un organismo vivo impregnado de una fuerza vital invisible. Las nociones “imaginación/mediación” sugiere una cosmología platónica de múltiples niveles a los que podemos acceder por medio de la imaginación, en contraposición a una reducible únicamente a materia en movimiento. Y la “transmutación” se refiere a un proceso mediante el cual el humano o la naturaleza pueden alcanzar un estado espiritual superior o, incluso, una condición divina. El prototipo por excelencia de este modelo es Paracelso cuyo trasfondo necesario son las fuentes antiguas y medioevales.
El que las manifestaciones contemporáneas del esoterismo tengan su origen histórico en los modelos anteriores a la Ilustración no significa que su forma original no haya sido afectada por el impacto de las tendencias y desarrollos modernos. El creer que estas creencias son meramente supervivencias del pasado o conceptos estáticos resistente al cambio, sin ser afectados por el tiempo, es un cliché positivista refutado una y otra vez por los estudios históricos. Han existido como una característica permanente de la cultura y el hecho de que continúen existiendo hoy día en la imaginación popular es una indicación de cómo estas nociones se reinventan continuamente bajo las cambiantes condiciones sociales e históricas.
Todas estas extrañas fantasías y experiencias radicales se distinguen, según Hanegraaff, por su condición moderna de “conocimiento rechazado”, relegado al basurero de la historia por los ideólogos de la Ilustración y sus herederos intelectuales que los consideran incompatibles con los conceptos de la religión, la racionalidad y la ciencia. Lo opuesto a lo que las personas educadas toman en serio y lo mejor es ignorarlos en lugar de someterlos a un estudio y análisis detallado de sus ideas y desarrollo y la influencia que han ejercido y continúan ejerciendo en los asuntos humanos. Si contemplamos su historia no es difícil encontrar que el platonismo durante el periodo helenístico se transformo en una cosmovisión con su propia mitología y practicas rituales centrada en el logro de una gnosis salvadora mediante la cual el alma humana podría liberarse de su enredo material, lo que invita a pensar que la filosofía de Platón no fue solo un producto original del pensamiento racional griego, sino que también estuvo basado en tradiciones persas, egipcias y hebreas mas antiguas. Entre las manifestaciones mas importantes del esoterismo occidental antiguo se cuentan el hermetismo egipcio de Hermes Trismegistus, Zoroastro con sus Oráculos caldeos, los cabalistas judíos, el gnosticismo entre los primeros cristianos que fue usado en un sentido positivo por alguno padres de la iglesia como Clemente de Alejandría y la practica ritual conocida como Teúrgia. Y en tiempos pre modernos, cuando los limites entre religión y ciencia eran mucho mas ambiguos y permeables, los secretos de la naturaleza fueron el dominio de la magia, la astrología y la alquimia. Toda esta sabiduría antigua había sido trasmitida y mantenida viva por los sabios a través de los tiempos. Sin embargo a partir del siglo XVII surge la idea de que tal trasmisión requiere de algún tipo de organización formal, siendo los Rosacruces los primeros en lanzar su Manifiesto en 1614, conocido como Fama Fraternitatis, inspirada en los marcos rituales y organizativos de la Masonería. Actualmente el ocultismo se refiere a lo que pareciera ser un fenómeno constante en las sociedades modernas que se manifiesta en la existencia de relaciones continuamente fluctuantes de grupos de individuos que comparten su insatisfacción con los enfoques y estilos de vida promovidos por las instituciones convencionales de información y buscan alternativas en la cultura y tradiciones espirituales y esotéricas del pasado, como el panteísmo a la New Age basado principalmente en la filosofía Hindú que proclama que todo es uno al estilo de Krishnamurti o Deepak Chopra y su contra partida, el dualismo gnóstico o Maniqueo, que rechaza este obscuro mundo material extraño y hostil al que no pertenecemos y busca, en su lugar, volver a nuestro verdadero “hogar”. En uno u otro caso el Mundo es un problema que debe ser, de alguna manera, superado para alcanzar la perfección espiritual.
En las sociedades modernas el conocimiento se centra primariamente en investigaciones científicas, exploraciones académicas y comprensión racional. Si alguien afirma saber algo debe ser capaz de comunicar lo que dice mediante un lenguaje discursivo que otros puedan entender y evaluar. Sin ello no tenemos filosofía, ciencia ni investigación. Junto a este tipo de conocimiento existen también otros que pueden comunicarse discursivamente pero cuya verdad o falsedad no pueden ser probadas independientemente, como la existencia de Dios y la trinidad que debe ser aceptada en base a la fe y la autoridad de la tradición. El conocimiento gnóstico, que es central a toda forma de esoterismo, no encaja en ninguno de ellos. No puede probarse independientemente, ni tampoco puede comunicarse discursivamente y, sin embargo, se presenta curiosamente como un conocimiento superior, como el único que puede superar las limitaciones de los dos anteriores y llevarnos a la verdad en si misma, que yace mas allá de la razón que esta restringida solo al ámbito inferior y secundario de “obscuridad”, que es nuestro mundo, y no podemos esperar que capte la realidad superior y primaria de la “luz” de la cual todo ha nacido. Según Madame Blavatsky, por ejemplo, la “ciencia oculta” de la teosofía ha existido desde tiempos inmemoriales como la alternativa superior a la cosmovisión cristiana y el positivismo. Y en tiempos contemporáneos, con el reemplazo del modelo positivista cartesiano y newtoniano por la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica y la teoría de las cuerdas las realidades espirituales, según algunos, no solo son compatibles con la ciencia sino que también esta le proporciona una base. El ejemplo más obvio de este tipo de espiritualidad, entre muchos otros, es el de “El Tao” de Fritjof Capra, que, en el fondo, tiene bien poco que ver con las ciencias duras.
¿Qué es, entonces, el conocimiento gnóstico? Los gnósticos y hermetistas dicen que son incapaces de expresar en un lenguaje claro y directo lo que han visto y descubierto, especialmente con respecto a lo que se consideran los niveles mas altos del conocimiento absoluto donde nos encontramos solo con tartamudeos y expresiones de asombro. Quienes afirman haber tenido tales experiencias insisten en que para entender realmente de que están hablando es necesario tener tales experiencias uno mismo y para ello existen todo tipo de narraciones, instrucciones, amuletos, practicas, ritos y alucinogénicos de cómo uno puede iniciarse en la búsqueda de estados espirituales cada vez mas exaltados en donde las alteraciones de la consciencia parecieran ser las claves empíricas esenciales para comprender las frecuentes afirmaciones de conocimiento “superior o absoluto”.
La idea de que algunas de estas practicas son inherentemente mágicas, a diferencia de las religiosas, racionales o científicas es la herencia de antropólogos y sociólogos de la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX, como Tylor, Frazer, Mauss y Durkheim que en el contexto de la Ilustración polemizaron en contra de la superstición y el dogmatismo religioso estableciendo la famosa triada de magia-religión-ciencia que esta plagada de tendencias etnocéntricas y prejuicios moralistas que conducen, según nota Hanegraaff, a distorsiones sistemáticas y precepciones erróneas si se aplican a la historia de la religión, especialmente fuera de Europa. Debido a la enorme influencia que este discurso ha tenido, tanto en la academia como en la cultura popular, estas practicas son automáticamente percibidas como “mágicas”, diferentes de la religión genuina o la ciencia oficial. El problema con esto es que no es posible comprender la complejidad religiosa, esotérica o social a menos que descartemos la creencia de que la evolución cultural se inicia con la magia continua con la religión y culmina con la ciencia. Separar las practicas esotéricas de la religión, de la racionalidad y de la ciencia no tiene otro propósito que el de distinguir lo “verdadero” de lo “falso”, una practica normativa y subjetiva que no debería tener cabida en una investigación genuinamente histórica y académica.
Este argumento, dice Hanegraaff, habría que aplicarlo no solo al uso tradicional del termino “magia” como categoría negativa para excluirlo como falso, malo o lo “Otro”, sino también a los intentos actuales de convertirlo en algo positivo cuando se adopta y promociona, por ejemplo, “la cosmovisión mágica” como una hermosa y encantada categoría en contraposición a la religión o la ciencia.
Nos guste o no no hay diseños ocultos o influencias supra humanas guiando la historia. Interpretaciones y explicaciones historiográficas y filológicas son mas que suficientes. Estas, habría que decir, no son solo instrumentos de destrucción, sino también potentes fuerzas de emancipación y liberación de los poderes y control de la autoridad dogmática cualquiera que esta sea.
Nieves y Miro Fuenzalida.