En una película muda alemana de 1913, “El estudiante de Praga”, la imagen de un ser humano reflejada en el espejo sale del marco y se introduce en el mundo como un demonio fatal. El estudiante después de un tiempo, cansado de las acciones intolerables de su imagen, le dispara, solo para descubrir que al hacerlo… se ha disparado a si mismo.
Da la impresión de que desde hace bastante tiempo lo virtual ha tenido una reputación bien mala. En 1556 un sujeto llamado Thomas Cranmer fue ejecutado porque afirmo la virtualidad de la Eucaristía. Acusaciones similares fueron dirigidas en contra de los teólogos Lucero y Zwingli… Si antes la tuvo entre los defensores del statu quo ahora la tiene en algunos sectores críticos. El mundo Pos-Moderno, según una opinión ampliamente generalizada, ha perdido toda relacion con el mundo actual al estar completamente dominado por copias e imágenes. Estamos definidos, se dice, principalmente por la televisión, You Tube, la propaganda, las copias de diseños, la repetición sin sentido de marcas comerciales y la simulación computacional. Lo cierto es que, cualquiera sean nuestras preferencias, nuestra actitud es la de describir el mundo a través de la distinción entre lo actual y lo virtual... hubo un tiempo en que estábamos mas cerca de la realidad (lo actual) y ahora, en cambio, todo lo que tenemos son solo imágenes (lo virtual)... solo simulacro. Esto, según la convención contemporánea, es una situación profundamente lamentable porque hemos quedado atrapados en un mundo en que solo valoramos algo en la medida en que ha sido copiado. La copia de la copia elevada a criterio normativo. La copia suplantando el original.
Según Jean Baudrillard los medios culturales han reducido todo a imágenes superficiales sin referencia a lo real... la guerra, las elecciones presidenciales, la "vida real" en televisión son eventos periodísticos sin tener actualmente sustancia real. El dominio del simulacrum en la cultura post-moderna es el indicio de la perdida de lo real. Ya no tenemos la habilidad para distinguir entre este y sus imágenes. Lo que hoy el mundo comercial nos vende son imágenes en lugar de cosas... compramos la etiqueta de Chanel, Calvin Klein o Nike y no tanto la cualidad o el valor que ellas representan. El logo es la mercancía. Este mundo al ser dominado por la copia ha perdido todo poder critico. Ya no podemos medir la imagen virtual en contra del mundo actual, porque hemos perdido todo sentido de lo actual ¿Cómo hemos llegado a esta nueva situación? Según Baudrillard… en una primera instancia la imagen virtual es la reflexión de una realidad básica. Luego, en un segundo momento, ella enmascara y pervierte una realidad esencial. En su tercera etapa la imagen enmascara la ausencia de una realidad primaria que lleva como por un tubo a la fase actual en donde la imagen virtual ya no tiene ninguna relacion con ninguna realidad. Finalmente, ella deviene en un puro simulacrum… ¿Cómo vivir en un mundo en donde la imagen ha logrado ocupar el lugar de la realidad? Uno puede vivir con la conciencia de una verdad distorsionada. Pero… ¿como vivir con la idea de que la imagen no enmascara ni esconde nada, porque no hay nada que esconder? En realidad, dice Baudrillard, la imagen no es la imagen de un modelo original, sino por siempre, un simulacro perfecto. En la nueva logica de la sociedad de consumo ya no hay duplicación demoníaca, solo una interminable proliferación. En lugar del sujeto y la imagen diabólica, encontramos la banalidad de la pura imagen. No el acto místico medieval con el diablo, como en la literatura clásica, sino la fría conspiración de la tarjeta de crédito. El espejo con el cual el ser humano confronta su imagen para mejor o peor se transforma en la vitrina que, en lugar de reflejarlo, lo absorbe y anula.
¿No es esta distinción entre lo actual y lo virtual demasiado rígida? ¿No será que la copia virtual podría tener, también, otras dimensiones? ¿Qué pasa, por ejemplo, si oponemos la noción filosófica de lo virtual al omnipresente tópico de la Realidad Virtual? La Realidad Virtual, la verdad de las cosas, es una idea bastante patética… imitar la realidad, reproducir interminablemente la experiencia en un medio artificial.
Filosóficamente lo virtual captura la naturaleza de actividades y objetos que existen, pero que no son tangibles o concretos como los sueños, recuerdos, fantasías, los eventos pasados o los efectos futuros. Para el filósofo francés Deleuze lo real es siempre “actual – virtual”, no solo en el sentido de que el mundo actual es el efecto de un potencial virtual, sino en el sentido de que cada cosa actual mantiene su propio poder virtual. Lo que una cosa es lo es también en su poder de llegar a ser o devenir algo distinto. El viejo caserón vacío que todavía sobrevive en el centro de la ciudad puede transformarse en una atracción turística, en una fotografía, en un lugar de trabajo, en un obstáculo para el avance de los súper mercados, en una demolición y en un sinnúmero de otras posibilidades.
Nuestro pensamiento común es el de creer que hay un mundo actual que precede la simulación o la copia. Con lo que nos encontramos en realidad, si queremos ser pos-platónico, es con un proceso original de simulación. Los seres o las cosas emergen a partir de procesos de copia, doblaje, imaginación o simulación. Adquieren su identidad actual a través de la repetición. Es la repetición la que permite explicar la relacion entre el evento virtual y el evento actual y vise versa. Es a través de la repetición que las cosas adquieren la fijeza y los limites que nos permiten verlas como miembros de una clase o especie. Cada ser humano o cada artefacto es, por tanto, una simulación. Los genes copian y repiten con desviaciones y la obra de arte se hace única, no siendo el mundo, sino transformándolo a través de imágenes que son simultáneamente actuales y virtuales. Es cierto que lo que vemos es solo aquello que ha sido actualizado y no las potencialidades virtuales. No vemos lo virtual o el poder de simulación en si mismo. Solo vemos seres o cosas creadas, no el proceso de devenir por el cual son creadas. Pero, el hecho de no verlo no debiera ser obstáculo para imaginar las creaciones del futuro. La genética por ejemplo, además de ser producto de la observación de organismos ya constituidos, también es capaz de imaginar el potencial de las mutaciones genéticas y sus nuevas creaciones. Si hoy estamos rodeados de seres actuales es por el poder virtual del devenir. El peyote que crece junto a la ventana no es solo materia. Es, también, necesidad de agua y luz. No hay una célula original que de pronto aparece y que sirve de modelo a todas las otras. No hay una vida original que luego es copiada y multiplicada en diferentes versiones. Cada evento vital ya es otro que el mismo. Una simulación… y no el original.
Si nos fijamos un poco en la historia, nuestro pensamiento, sin que nos demos mucha cuenta de ello, ha estado dominado por la figura de la copia que presupone la creencia de que hay modelos originales que pueden ser usados para medir y juzgar nuestras afirmaciones ¿Quién no habla y aprecia el original por encima de todo lo otro? Esta creencia, que tiene su origen en Grecia, es la que ha servido de marco y ha hecho posible el preguntar si esto es realmente Belleza, Democracia, Libertad o Justicia, por ejemplo, imaginando que en alguna parte hay algún modelo del cual estas instancias son copias o repeticiones. Igualmente, hablamos de ciertas características que una persona tiene como si estas fueran peculiaridades o variaciones que forman un estilo y que es agregado a algo que permanece constante y que constituye la identidad humana básica. Afirmar que la vida es simulación, como lo hace Deleuze, es afirmar que solo somos los caracteres o las mascaras que portamos y nada más. Es declarar que no hay un modelo de justicia o literatura fuera de cada invención o creación de un evento justo o literario. No se trata de que primero poseamos una si mismidad que luego perdemos, encubrimos o expresamos a través de la simulación, como tampoco es el caso de que primero hay una esencia literaria que luego podemos usar para juzgar creaciones futuras. La creencia en un original, en una si mismidad básica, en una esencia permanente es el efecto producido por la mascara y la copia. El simulacro produce el efecto de un original, creando nuevas si mismidades con cada actuación.
El lamentar o celebrar la perdida post-modernista de lo real es presuponer que el simulacro no es real, que es una mera copia. Para Deleuze este no es un evento reciente, ni tampoco un evento puramente cultural. El simulacrum no es la perdida ni el abandono de lo real... es lo real. La fuerza de la vida deviene como tal afirmando su poder de variación y su poder para ser afectada. Toma formas distintas a lo que ya es. Imagina o proyecta lo que aun no es. Simula haciéndose otra cosa a través del poder de una vida que siempre es más de ella misma. Si el arte posee el poder del simulacrum no es porque repite o parodia lo real. Es porque produce nuevas simulaciones, nuevas expresiones de lo real. Esta es la afirmación de la variación sin base, de la repetición de la diferencia sin fin o razón fuera de ella misma.
Esta es la entrada al mundo del Filosofo-Virtual. Un mundo sin identidad previa y carente de similitud interior... Un mundo lleno de paradojas y devenires… El mundo de la diferencia.
Nieves y Miro Fuenzalida