Los
fundamentalistas religiosos parecieran
estar dispuestos a probar la tesis del “Choque de civilizaciones”, o choque de religiones, que los estudiosos de
la política internacional rechazan. Fuera de los círculos académicos sin
embargo, un pequeño grupo de
historiadores han empezado a
reconocer su influencia creciente (“La revancha de Dios”, "La desecularizacion
del mundo”, “La religión publica en el mundo moderno”, etc.)
Formando parte del
sistema internacional hay una estructura secularizada que surgió en respuesta a
las luchas calamitosas entre la autoridad espiritual y la temporal. Esta
estructura probo ser una solución a esta
lucha que distinguio claramente estos dos tipos de autoridad. Es este fenómeno el que todavia configura la
estructura internacional y es conocido como la síntesis de Westphalia de 1648. Solo a partir de esta momento la religión deja
de ser la causa principal de guerras en Europa, con excepción de Irlanda del
Norte y Yugoslavia en el siglo XX. Después de Westphalia la religión ocupo un
papel mayor solo en tres guerras, todas ellas entre europeos y musulmanes.
Dirigentes de organizaciones internacionales,
personeros estatales, académicos sociales o cualquiera relacionado con guerras,
comercio u otros negocios entre naciones han venido considerando la autoridad
de esta estructura internacional como algo dado.
Si aceptamos
que la religión es un conjunto de
creencias acerca del último fundamento de la existencia, lo que es
incondicionado, no creado o causado y las comunidades y practicas que se forman
alrededor de estas creencias, entonces la secularización es la declinación de
las diferentes formas y grados que tienen relacion con este compromiso
religioso. La forma primaria de secularización es la erosión de las creencias en una divinidad o Dios y sus practicas. Es el
rechazo de la religión. Una noción menos restrictiva es la que tiene relacion
con las prácticas políticas. Secularización
es diferenciación. Un proceso a través del cual cada sector se hace mas
especializado. En el campo político la religión interactúa menos estrechamente
con las instituciones gubernamentales, como fue en el pasado. Las
constituciones explícitamente liberan al individuo de la lealtad a Dios. Las
ideologías políticas (marxismo, liberalismo, fascismo, nacionalismo) junto con
las leyes, instituciones y organismos internacionales desarrollan propósitos que tienen muy poco que ver con la religión.
Lo temporal se distingue de lo espiritual, la política de la religión. Este
estado de cosas que, en mayor o menor medida ha funcionado hasta el día de hoy,
empieza a ser atacado de manera sistematica.
Durante las tres centurias
siguientes a la síntesis de Westphalia África,
Asia, El Medio Oriente y América fueron colonizadas para luego revelarse en
contra de este imperialismo al conquistar la independencia basada en la idea de
la nación que heredaron de los conquistadores. El resultado fue la
expansión global de la síntesis de Westphalia que hace al Estado soberano la
única forma de autoridad política. La
motivación política es el poder y la seguridad en un ambiente anárquico y la cooperación
ocurre solo cuando ciertas condiciones están
presentes. Liberales, marxistas, constructivistas y pos modernistas, por mucho
que disientan entre ellos, se desvían muy poco de las presunciones seculares.
La tesis secular confia en que en la medida en que la industrialización, la urbanización,
la racionalización y la ciencia continúen su desarrollo la secularización se extenderá
a todos los dominios de la vida.
La cosa, sin
mbargo, es que un creciente numero de analistas han venido descubriendo que, de
hecho, las practicas, creencias y fines religiosos no han declinado (Peter
Bergen, Rodney Stark…) y que las organizaciones religiosas han aumentado su
poder para influir el debate publico y las políticas gubernamentales (India, El
Medio Oriente, EEUU, Israel, Rusia, América Latina) y ejercer una influencia transnacional en la
política de los Estados foráneos. (La Iglesia católica lo hace en Polonia, Portugal, Filipinas, España y
América Latina. Las organizaciones islámicas como la Hermandad Musulmana,
Hezbola y Hamas proveen servicios sociales en varias naciones creando
seguidores leales capaces de articular la política islámica a través de la
violencia) Y, mas aun, la religión configura, no solo la política de estado,
sino, también, su constitución misma, transformándose en “estado de derecho” (Desde la resurgencia islámica la ley “sharia”
se ha transformado en ley publica en Irán, Sudan, Arabia Saudita, Pakistán,
Malasia y gran parte de Nigeria).
Dentro del
espectrum teológico político del islamismo es posible distinguir, primero, a
los Estatistas que consideran al Islam como
una importante fuente de identidad nacional por un lado y por otro como un
impedimento a la modernización e integración nacional. El centro es ocupado por
el islamismo internacional que, aceptando
al Estado nacional musulmán, afirman obligaciones pan islámicas que
transcienden el interés de los estados individuales. Y al otro extremo del
espectrum esta el islamismo cosmopolita que sostiene que la soberanía y los límites
estatales son remanentes del imperialismo europeo. Su figura emblemática ha
sido el fallecido Ayatollah Khomeini.
Esta posición surge
como resultado de una crítica interna que ve al islamismo alejado de su
verdadero significado debido a la influencia de la corrupción occidental. Los
Estados y el Orden Internacional se guían por el secularismo y la religión es
erróneamente confinada a la esfera privada. En contra de este mal es necesaria
la declaración de la guerra sagrada (jihad). Los primeros en articular esta
perspectiva formaban parte de la tradición Sunni en la primera mitad del siglo
XX. Hasta los finales de los 70 su influencia fue mínima en comparación con el
Nacionalismo secularizado Pan Arábigo. Hoy dia la situacion es la inversa. El
islamismo radical de al-Qaeda e ISIS ha tomado su lugar.
El último gol del radicalismo fundamentalista
es la islamizacion del orden
internacional, el reemplazo del orden secular por el orden divino, la Nación
Estado por el sistema islámico, la democracia por la noción islámica de
consulta, la ley positiva y la legislación humana por “sharia” y el gobierno
laico por el orden de Dios. Exactamente que forma de política internacional surgirá
de esto es ambiguo.
Es la segunda generación
del radicalismo fundamentalista, desilusionada por la falta de éxitos, la que empieza
a promover la violencia. (M.S.Faraj, islamista egipcio, declara que “los
ídolos del mundo solo pueden desaparecer a través el poder de la espada”). La
critica teológica del mundo moderno, el
llamado al ataque violento del orden secular internacional y de EEUU como el enemigo primario se unen en el movimiento
al-Qaeda e ISIS que, a diferencia de
otras corrientes islámicas, profundizan el ataque a la síntesis de Westphalia
al proclamar como gol el establecimiento de un Califato pan Arábigo a través
del mundo.
Lo distintivo en
estos grupos es que están definidos, constituidos y motivados por creencias
religiosas acerca del último fundamento de la existencia. A partir de estas
creencias construyen una política teológica y una critica social que mide la
distancia entre la teología y las condiciones sociales contemporáneas para prescribir
acciones. Tales creencias constituyen redes de influencia global y motivan acciones que llaman a cuestionar la
secularización de las relaciones internacionales, en la teoría y en la práctica
El argumento que
afirma el papel independiente de la teología
política, su influencia en la formación del radicalismo islámico y su
perseverancia a través de generaciones siempre ha sido puesto en duda por las
posiciones reduccionistas que consideran las ideas como producto de fuerzas o
estructuras materiales, de condiciones económicas
y tecnológicas y que su importancia solo
esta en ser puntos focales que unen y coordinan fines independientes en
persecución de avances políticos y económicos. Su punto de partida es la
pobreza y el reconocimiento de que su causa se encuentra en las estructuras
internacionales que son las que motivan ideologías que identifican y atacan
estas estructuras. Un segundo argumento,
más complejo, agrega la falta de expectativas. Son los que poseen educación y profesión
y han sido expuestos a la riqueza, el poder y sofisticación cultural los que,
al no encontrar oportunidades para mejorar sus condiciones de
vida, se inclinan mayormente a adoptar ideologías religiosas radicales. Otras
explicaciones apuntan al rápido cambio social o modernización como causa.
El problema con todas estas explicaciones, es
que los datos empíricos no apoyan la reducción
del radicalismo islámico a cualquiera de estos factores. De las decenas
de países en el mundo en donde estas estructuras existen la teología radical
solo surge en unos pocos. La explicación debe estar en algo diferente.
Probablemente, la mejor explicación es
la que trata de identifica modelos causales complejos.
¿A quien le importa
el secularismo? Si la homogeneidad social no es posible y si la existencia del otro es un hecho que
nos obliga a confrontar nuestros puntos de vista, entonces, la
creación de “ dispositivos artificiales de espacios reflexivos” es la
posibilidad de prevenir el matarnos mutuamente. Es este espacio reflexivo el que
permite acomodar la idea moderna de justicia. La construcción de ámbitos políticos
que permitan la coexistencia de
diferentes concepciones del mundo no es una tarea fácil. Y la globalización
solo ha exacerbado el “vértigo secular”. El pluralismo es un hecho importante e
irreversible en este creciente mundo global que nos confronta con la necesidad
de definir estrategias seculares. El llamado fundamentalista a la violencia es
prueba de que en el mundo musulmán no existe consenso y, probablemente, nunca lo
habrá para crear una sociedad cerrada. Pero, el peligro permanece. La sociedad
secular ha luchado incansablemente con diferentes formas de fanatismo. La amenaza
actual del fundamentalismo islámico y evangélico obliga a continuar esta lucha.
En un mundo globalizado las cosas nunca serán
solo de ellos o de nosotros. Vivimos en
un pequeño mundo, pero a escala global
Nieves y Miro.