Sunday, April 13, 2025

El retorno del egoísmo


Bueno, en realidad nunca se ha ido, porque, la verdad, aunque no lo creamos, es lo que justamente ha sostenido el espacio social. Por tanto, cuidado con “la empatía que es la debilidad fundamental de la civilización”, como predica el genio malvado de Elon Musk. Siempre se necesita una nueva guerra, un nuevo mercado de exportación, una nueva fuente de extracción. El filosofo Bernard Mandeville a finales del siglo XVII expresaba que ni las cualidades amistosas ni los afectos bondadosos son naturales al ser humano. Muy por el contrario. La sociedad contemporánea es un conjunto de individuos egoístas necesariamente unidos entre si, no por sus compromisos cívicos compartidos ni por su rectitud moral, sino, paradójicamente, por los tenues lazos de la envidia, la competencia y la explotación. La hipocresía mas grande es la adopción de ideas rigorosas sobre la virtud y el vicio, en tanto que en la vida privada no dudan de beneficiarse de el. La riqueza general de la sociedad, en buenas cuentas, es el resultado cumulativo de vicios individuales que se convierten en beneficio publico. Idea de la que posteriormente se hacen eco Adam Smith, el padre del liberalismo, Ayn Rand y Milton Friedman, para quienes la fuerza natural e inerradicable de la codicia y el egoísmo es lo que mantiene el sistema. Por tanto, si eliminas el mal, eliminas lo que mantiene unida a la sociedad. Y esto, a pesar de Aristóteles, Locke, Kant o Marx, no es novedad.

 

 La gran pantalla del espectáculo, decía Baudrillard, por fin revela lo que siempre ha sido. Patentemente demuestra lo que realmente nos importa, que es solo un montón de intercambios superficiales de señales propia  de una masa de simios aulladores, aburridos y sedientos de seducción. El significado profundo de la historia que filósofos y teólogos buscaban en patrones racionales o en la ley cósmica se evapora y solo nos quedamos con el zumbido de la fibra óptica. Sabemos que los algoritmos nos están volviendo tontos, dividiendo y difundiendo desinformación. Y, sin embargo, a pesar de saberlo, lo seguimos haciendo... ¿no será que la masa quiere ser tonta? ¿quiere ser parte de un grupo que es diferente a otro?  ¿que sus prejuicios sean confirmados una y otra vez?

 

Exactamente... pero, espera un poco... yo no soy la masa. Soy un ser humano ¿cierto? Cierto... y sin embargo, el “ser humano” es un termino con mucha carga. No solo un cuerpo o un ser biológico, no solo un homo sapiens, sino también un homo inteligente, libre, homo economicus, homo faber, homo politicus, etc. Siempre se añade algo a lo “humano” y luego se usa como explicación de la sociedad. Y ahora llegamos a un nuevo paso teórico al decir que el individuo no marca ninguna diferencia en la sociedad y, realmente, nunca lo ha hecho. La sociedad  esta constituida por eventos de comunicación que ni siquiera son eventos específicamente humanos. Son trasmisiones de radio, televisión y eventos de información digital. En la visión de McLuhan “el principal desarrollo de estos medios electrónicos es la perdida de la identidad privada.” Esto no significa que no existamos, sino que no existimos como sujetos individuales capaces de llevar a cabo el presente y futuro de la sociedad. Actuamos como una masa, la masa de los medios de comunicación y esta masa no es un sujeto sino un objeto. No hace mucho creíamos que la masa era el proletariado, el sujeto de la historia. Ahora, disipada la fantasía, podemos pensar con mayor claridad que la masa por definición tristemente se resiste a cambiar la historia y en lugar de ser una fuerza de movilización es una fuerza de inercia. Una píldora bien difícil de tragar, especialmente para un marxista. Pero, solo considera esto. En el plebiscito de Septiembre del 2022, por ejemplo, la masa rechazo la Nueva Constitución propuesta por la Convención Constitucional de Chile, la mas progresista del mundo, el sueño de una sociedad justa, y decidió mantener la aberración Constitucional cocinada por un nefasto dictador que nunca había existido en la historia del país. Y para no ir muy lejos recientemente la masa coloco en el poder, en contra de sus propios intereses, al Trumpismo Espectacular. E incluso si uno vota por el tipo que uno quiere que gane, si gana, no es mucho lo que pueda hacer porque los poderes están en otros lugares. El sistema sigue moviéndose como antes, por detrás de nuestra espalda. Cambiar la historia, al parecer, es un peso demasiado grande para la masa. Uno podría decir, a riesgo de ser llamado nihilista, que no hay recetas, llamados a la acción, futuros potenciales, ni grandes posibilidades. En el mejor de los casos solo cambia la utilería en el escenario, aunque esto sea difícil de digerir. La historia ciertamente escapa a mi control... y al tuyo.    

 

Pero, espera un poco. Si pensamos otra vez, resulta que por aquí o por allá, de vez en cuando, algo pasa, algo nuevo surge y transformaciones ocurren a todo nivel... ¿como así?  Los conceptos marxistas tradicionales indicaban que históricamente había un limite mas allá del cual la maquina capitalista se rompería debido a sus propias contradicciones y el énfasis se baso en la búsqueda de este limite, en las condiciones revolucionarias que harían posible la apariencia de un nuevo tipo de formación social mas de acuerdo con las necesidades humanas. Esta concepción escatológica de la historia hoy día ha sido abandonada por completo y una política marxista diferente aparece con un nuevo tipo de extraños  conceptos políticos tales como líneas de fuga, minorías, flujos, diferencia, devenires, ensamblajes, cuerpos sin órganos, economía libidinal, etc. En “Capitalismo y Esquizofrenia”, por ejemplo, Deleuze y Guattari analizan las formaciones sociales principalmente como sistemas físicos definidos en términos de sus procesos, o mas precisamente, en términos de una teoría generalizada de flujos de materia, de trafico, de población, de mercancías, de capital y trabajo, de conocimientos, de deseos, etc., a través de los cuales los individuos y colectivos sociales pueden ser transformados. El sujeto aquí desaparece y lo que prevalece en estos procesos, para simplificar al extremo, son los flujos pre-subjetivos que contienen puntos críticos o limites extremos a través de los cuales el actual estado de cosas da paso a nuevas condiciones. No hay sociedad que no se reproduzca a si misma en un nivel, mientras simultáneamente es transformada en otra cosa en otro nivel. La identidad da paso a la diferencia. Si consideramos que el mundo esta compuesto por ensamblajes y que estos están constituidos por líneas o conexiones rígidas que los mantienen unidos, estas mismas líneas también pueden extenderse fuera del ensamblaje y escapar a la estructura de la que son parte para conectarse o dar origen a otro ensamblaje. Estas llamadas líneas de fuga son, entonces, la precondición necesaria para la génesis de nuevos arreglos sociales. Lo que distingue al capitalismo de los modos previos de organización, por ejemplo, es que en lugar de operar mediante un proceso de codificación y sobre codificación, lo hace a través de un constante  proceso de decodificación y recodificación. El Estado recodifica con el empleo de dictaduras y aparatos de represión cuando el trabajador ya no desea su propia subyugación, cuando ya no se alinea con la circulación del capital, mientras decodifica el flujo de poblaciones y el mismo capital. La decodificación generalizada de los flujos no se limita a un campo particular  sino que se universaliza al salir constantemente de si misma y decodificar los procesos con los que se encuentra  transformando  las costumbres, valores y creencias tradicionales de los pueblos.    

 

Cambios fundamentales, por tanto, ocurren todo el tiempo, a veces gradualmente e incluso imperceptiblemente, como vemos con la erosión de los mitos religiosos, de las tradiciones vernaculares, de las diferencias sexuales o raciales y su implicación en las instituciones políticas, por ejemplo, y otras veces cambios sociales revolucionarios ocurren a través de la erupción de eventos cuya fuerza rompe con el pasado y abren un nuevo campo económico, social, político o legal que puede ser mejor o peor.  Si bien es cierto que el deseo encuentra fugas o grietas que escapan a la maquinaria capitalista, estas fugas, hasta ahora, no se sostienen. La verdad es que bajo la red capitalista, la transformación misma es cooptada por una forma de repetición en la que, en el fondo, nada cambia.  

 

En contraste con el estructuralismo marxista al estilo de Althusser, que intenta dar una explicación científica rigurosa de la historia, ahora se nos presenta una historia universal que es la historia de las contingencias y no la de la necesidad. Los conceptos de modo de producción de bienes y servicios esenciales que explicaban la sociedad en cada época según el marxismo clásico, son ahora reemplazados por los conceptos de ensamblajes, de maquinas abstractas de deseos y poder que pasan a definir la naturaleza de una sociedad dada que operan por detrás del escenario. Aquí no hay un concepto de persona, sino uno de ensamblaje que puede ser aplicado igualmente a una identidad social o personal. Ahora bien... si esto es así, si el sujeto es realmente el efecto de aparatos de captura o dispositivos sociales, modelado por la fibra óptica o seducido por el espectáculo uno podría preguntar ¿qué papel jugamos, entonces, en los procesos y cambios sociales? ¿que control tenemos sobre nuestra propia vida?

 

Una manera bastante común de verlo es a través de un concepto de libertad que contenga el sentido de la propia identidad, de quien uno es, en base a la cual uno pueda discriminar entre deseos auténticos o esenciales y aquellos que son inauténticos e inesenciales. El problema con este concepto es que ve al sujeto como algo ya dado, dentro de una estructura de intereses, metas y deseos. Pasa por alto la idea  de que solo un concepto verdaderamente critico de libertad se logra cuando  uno es capaz de distanciarse de las estructuras de valor con las que creció y adquirió de otros, cuando conscientemente uno cuestiona no solo los propios deseos, metas y objetivos, sino también ciertas formas de auto comprensión que es justamente  lo que  sostiene esos deseos y metas. No es solo una cuestión de actuar sin interferencia y de acuerdo con los propios valores fundamentales, sino también la capacidad critica de evaluar y revisar esos valores, transgredir los limites de lo que uno actualmente es capaz de ser o hacer. Un devenir en el que los deseos, preferencias y goles puedan ser irrevocablemente transformados.

 

Este es  un potencial que la vida acarrea y que puede irrumpir en momentos críticos o manifestarse a través de esas grietas imperceptibles que afectan el concepto que un grupo o una persona tienen de si misma y que las distancian de sus convicciones anteriores. Una línea de fuga que escapa de la subyugación mental. Pero, al mismo tiempo, un asunto riesgoso. No siempre es claro si dejar atrás los valores existentes es bueno o no y no hay manera de saber de antemano a donde  esos procesos de mutación y cambio pueden llevar a un individuo o a un ensamblaje colectivo.

 

Nieves y Miro Fuenzalida.


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